La luz es vital en las fotografías. Revela los detalles, descubre los gestos y colores. Cada momento del día tiene su propia luz y el lente se apropia de ella para regalarnos el retrato más fiel o intencionado.
Pero la luz también necesita de las sombras, del contraste que nace entre iluminación y oscuridad. El suyo es un juego de contrarios, un lenguaje que refuerza volúmenes y dimensiones.
Las sombras también hablan. Muestran lo de otra manera inadvertido, despiertan la imaginación, sugieren emociones, estados de ánimo. Tienen su propia belleza, asomada por igual en el perfil de un rostro que en el paisaje silente del atardecer.