La noticia de que varios jugadores cubanos de beisbol serían autorizados por la Federación Nacional de ese deporte a firmar contratos con equipos de la Liga profesional mexicana era algo ya tan esperado que no causó sorpresas entre los aficionados de la isla. Aunque las condiciones de la contratación no se conocen en detalle, todo parece indicar que estos peloteros han sido los escogidos para romper definitivamente una muralla que por cinco décadas había dividido la práctica de esta disciplina en Cuba y el resto del mundo, y que permitirá, en un futuro cercano, nuevas y más numerosas contrataciones en esa y otras ligas profesionales.
Cierto es que desde hace unos años varios jugadores que se habían acogido al retiro tuvieron ocasión de firmar contratos en tierras asiáticas, como fue el caso del destacadísimo Omar Linares, que terminó sus días de jugador activo en la liga profesional japonesa. De aquella forma, estos peloteros cubanos recibían una remuneración por su actividad que, si bien no era especialmente elevada, les permitía obtener ciertos beneficios económicos por su desempeño deportivo.
Al mismo tiempo, varias decenas de peloteros cubanos abandonaban el país por las más diversas y rocambolescas vías para probar fortuna en el deporte rentado. Casi todos ellos, por supuesto, tenían puesta su mirada en las Grandes Ligas estadounidenses, un circuito donde algunos de estos jugadores han logrado insertarse, incluso con contratos multimillonarios, como los firmados en los dos últimos años por Yoenis Céspedes (fichado por la organización de los Atléticos de Oakland) y Yasel Puig (escogido por los Dodgers de Los Ángeles). En la actualidad, más de una decena de criollos juegan en equipos de primer nivel de esta liga, la más exigente del mundo, y decenas de miles de aficionados cubanos tratan de seguir sus actuaciones, a pesar del silencio informativo local tendido sobre ellos.
Dentro de los cambios económicos y de mentalidad que hoy se desarrollan en Cuba, resultaba perentorio encontrar alguna solución al desafío que representa la posibilidad económica y deportiva que ofrecen a los jugadores de talento esas ligas rentadas. Porque mientras la selección nacional padecía las sangrías de esas llamadas “deserciones”, los resultados competitivos del equipo cubano no han vuelto a tener el éxito que la calidad de los jugadores del patio podía hacer esperar y el torneo doméstico también sufría (sufre) una merma en su nivel de competencia.
La cuestión de la contratación de deportistas por clubes de diferentes países es una práctica común en el mundo contemporáneo. Hace unos días se comentaba, en tal sentido, que en este momento existen más futbolistas españoles contratados con clubes británicos –la Premier League inglesa- que en cualquier otro momento histórico. Y esta coyuntura ocurre cuando la propia Liga Española es una de las más cotizadas del orbe y la selección nacional ibérica exhibe los codiciados trofeos de campeones mundiales y europeos de la Federación Internacional de esta disciplina, altamente competitiva. Esta coyuntura, según los especialistas, incide en favor de la calidad del fútbol español en el sentido de que permite el máximo desarrollo de más figuras, que se foguean así en conjuntos foráneos de primer nivel, y aumentan la cantera de jugadores de la cual se puede nutrir el equipo que represente al país en las diferentes competencias oficiales en las cuales participe.
El beisbol cubano, cerrado hasta ahora a este tipo de prácticas comerciales y deportivas, ha estado pagando el precio de una decisión política con sus lamentables desempeños competitivos en los torneos internacionales en los que ha participado en la última década. Entre los jugadores que cada año salen definitivamente del país (OdrisamerDespaigne ha sido el último caso) y la consecuente merma de calidad deportiva en los campeonatos locales, el resto de los jugadores que permanecen en el país acusan la falta de confrontaciones más exigentes y precisamente su desempeño internacional es la mejor prueba de que los mecanismos en uso han dejado de funcionar. Y no solo para el beisbol.
La recién finalizada temporada cubana 2012-13, en la que terminó coronándose el equipo de Villa Clara, ha sido otra prueba sobre el terreno de que la concepción actual de la práctica deportiva en el país, específicamente en beisbol, reclama a gritos un revulsivo.
Realmente cuesta trabajo asimilar que ninguno de los equipos representativos de la región oriental del país haya conseguido clasificarse para la segunda vuelta que ahora contempla el campeonato cubano. Más curioso resulta admitir que un equipo como Matanzas, caprichosa y caóticamente dirigido por Víctor Mesa, con tan pocos jugadores de primer nivel en su nómina, haya alcanzado en los dos últimos torneos lugares en el medallero (tercer y segundo lugar). Es penoso, por demás, el nivel cualitativo de muchos jugadores presentes en el campeonato, la ausencia de rigor técnico que otros exhiben y el aferramiento a una estructura competitiva regional que impide el desarrollo más armónico de los talentos que suele garantizar la organización por clubes a los cuales podrían ser convocados los jugadores que cada equipo considerase necesarios para su mejor conformación (¿cómo es posible que dos de los tres mejores receptores de Cuba militen con Villa Clara mientras otros equipos lloran por un receptor con condiciones y el propio Villa Clara por un bateador de poder?).
El regreso de Cuba a las Series del Caribe que se efectúan cada año en un país de la región, los juegos pactados para celebrarse en Miami y Tampa entre veteranos del equipo Industriales residentes en Cuba y fuera de la isla, más la ya citada contratación de peloteros en activo para jugar en la Liga mexicana son advertencias de que la bola comienza a moverse. Habrá que ver, en el futuro inmediato, cómo la política incide en el desarrollo del deporte, especial pero no únicamente en el beisbol. Pero, en cualquier caso, parece que las soluciones pasan por la apertura al mundo, por el derribo de parapetos (el fin de la condición de “desertores” para los deportistas que decidan contratarse fuera del país), por la masividad dirigida y alentada, por la llegada, en fin, de una nueva concepción que coloque a la práctica del deporte en la coyuntura que hoy se vive en el mundo, y no en una isla aferrada a su condena de “la maldita circunstancia del agua por todas partes”: aguas físicas y aguas mentales cada vez más obsoletas.(2013).
Publicado originalmente en La Esquina de Padura, IPS
Foto: Jorge Luis Baños, IPS