El presidente Donald Trump mostró sus dotes de guerrero comercial el fin de semana durante la cumbre del G-7 en Canadá: insultó al anfitrión, se enemistó con aliados y amenazó suspender los negocios con otros países.
La aspereza del mandatario ha incrementado el riesgo de una guerra comercial que podría generar nerviosismo en los mercados financieros, inflar los precios de las mercancías afectadas por los aranceles, reducir el ritmo del comercio, paralizar a empresas que dependen de cadenas globales de abastecimiento y poner en peligro el crecimiento más sano que la economía global ha tenido en una década.
Antes de retirarse el sábado de la reunión en Quebec, Trump advirtió que podría “dejar de comerciar” con los aliados de Estados Unidos si le desafían sus exigencias de que reduzcan sus barreras comerciales. Y minimizó el peligro de que su postura agresiva pudiera enconar la aplicación de aranceles mutuos entre Estados Unidos y sus amigos: la Unión Europea, Canadá, Japón y México.
“Ganamos esa guerra mil veces de mil”, declaró el mandatario estadounidense antes de emprender su viaje para negociar la desnuclearización de la península coreana.
Posteriormente Trump golpeó en Twitter al anfitrión de la cumbre de las siete democracias más industrializadas del mundo. Se refirió al primer ministro canadiense Justin Trudeau como “muy deshonesto y débil”, y dijo que Estados Unidos retiró su apoyo al comunicado del G7 debido en parte a lo que describió como las “declaraciones falsas” de Trudeau sobre los aranceles estadounidenses en una conferencia de prensa.
“Me parece que el resultado será que nuestros socios comerciales responderán recíprocamente: amenaza con amenaza, arancel con arancel”, afirmó Rod Hunter, abogado de la firma Baker McKenzie y exfuncionario económico en el Consejo de Seguridad Nacional. “El desenlace es un enconamiento gradual”.
La cumbre efectuada en la región turística de Charlevoix, en Quebec, no redituó tregua alguna al conflicto comercial que tiende a intensificarse. Trump ha impuesto aranceles a las importaciones de acero y aluminio provenientes de la UE, Canadá y México. Para justificar la medida señaló que la dependencia del acero y aluminio extranjeros amenaza la seguridad nacional de Estados Unidos.
Indignados, los aliados han respondido con medidas contra productos estadounidenses específicos, incluidos el queso, el whisky bourbon y la carne de cerdo. El sábado, Trump advirtió que “si adoptan represalias, estarán cometiendo un gran error”.
Trudeau reconoció que no se alcanzaron las expectativas.
“Si la expectativa era que un fin de semana en medio de la belleza de Charlevoix con todo tipo de gente adorable iba a transformar el punto de vista del presidente (Trump) sobre el mundo”, dijo el primer ministro canadiense, “pues nos quedamos cortos”.
Como candidato a la presidencia, Trump se comprometió a reducir el déficit comercial estadounidense, que el año pasado alcanzó 566,000 millones de dólares. Para el mandatario, la brecha entre las exportaciones e importaciones de Estados Unidos refleja una debilidad económica, acuerdos comerciales injustos para su país y políticas abusivas de otras naciones.
Después de pasar del discurso de campaña a la acción contra amigos y enemigos, ha aplicado impuestos a las importaciones de paneles solares y lavadoras, así como aranceles al acero y el aluminio, amenazó con imponer aranceles a productos chinos por 150,000 millones de dólares y ordenó investigar si hay que gravar las importaciones de vehículos, unidades de carga y autopartes, todo a nombre de la seguridad nacional.
“Él tira golpes o contraataca, y prospera en el conflicto”, declaró Hunter. “Es improbable que cambie. Mientras sea presidente es la postura que habremos de esperar”.
AP / OnCuba