Tienen en común infinidad de cosas, más la música, José Martí y Cuba son tres elementos indispensables para la amistad que los une. Ese sentimiento profundamente criollo los juntó en la sala Avellaneda del Teatro Nacional. Leo Brouwer desgajó este jueves notas musicales después de treinta años sin hacerlo en público. Pablo Milanés lo siguió en aquellos esenciales versos martianos: Si ves un monte de espumas.
La escena dejó atónitos a los asistentes, que aplaudieron ante la novedad y la calidad interpretativa de ambos astros de la música cubana. Mientras Brouwer confesaba minutos después de actuación, que Pablo le pidió acompañarlo; Milanés nos ofreció en el escenario una muestra mayúscula de su compromiso artístico, pues se recupera de una pancreatitis, que le hizo suspender recientemente uno de sus conciertos en Argentina, donde se encontraba para la presentación de Renacimiento, su último fonograma.
Brouwer había escrito la versión Si ves un monte de espumas y, junto a su esposa, la musicóloga, Isabelle Hernández, pensó que a este concierto titulado Amor de ciudad grande, no podía faltar Pablo Milanés. Fue la velada más corta del Festival, sin embargo podría decirse que una de las más intensas.
Pablo coloreó con su voz -esta vez un poco agripada, pero siempre melodiosa-, esos versos sencillos del Maestro que enternecen por un profundo sentimiento nacional. Acompañado por el pianista Miguel Núñez, quien dirige su grupo desde hace más de dos décadas, el autor de Yolanda y Para vivir, nos entregó casi una decena de poemas, entre los que no faltaron Yo soy un hombre sincero, El príncipe enanoy Mi verso es como un puñal.
Unas veces seguido por las cuerdas del cuarteto Presto y otras con una clara conexión con el son cubano desde el sabor de las tumbadoras de Edgar Martínez y del bajo de Sergio F. Raveiro, Milanés recorrió nuevamente el sendero martiano, un camino que en la discografía emprendió con Versos sencillos, un álbum fechado en 1973.
La noche en la Avellaneda tuvo una especial introducción con dos piezas escritas por Leo Brouwer. La primera, Es el amor quien ve(1972), reunió a un ensamble de virtuosos: la flautista Niurka González, la pianista María del Henar Navarro, los guitarristas Silfredo Pérez (Venezuela) y Edelton Gloeden (Brasil), el cellista Alejandro Martínez, el violinista Reynier Guerrero y la soprano brasileña Adelia Issa.
Luego, una puesta para piano y flauta de las Elegías martianas (2009), nos invitaban a recorrer ese reflejo musical de la prosa del Apóstol. Esta vez, el dúo Ondina (Niurka González y María del Henar Navarro) proponía las pautas de ese trayecto en el que Brouwer interpretó la lucidez del pensador cubano a través del sonido.
Amor de ciudad grande ha mostrado no solo la belleza de la poética de Martí, nos ha regalado la intensidad de instrumentistas, cantores y compositores.
Fotos: Roberto Ruiz