Los amigos, la calidez, el ron, el mar… A Fito Páez le sobran los motivos para siempre regresar a Cuba, y lo hizo en grande, dos décadas después de haberle gritado al mundo que nadie puede y nadie debe, vivir, vivir sin amor… OnCuba le lanzó varias preguntas y una invitación a unos tragos -ya que según él es lo que más le gusta de Cuba-, tras su charla con la prensa que cubre el 34 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana.
Aquí presentó un DVD del concierto que realizó el pasado 13 de octubre en el Planetario de Buenos Aires, un material “muy caliente, aún sangra y late”, bromeó. Pero ya llevaba varios días en su Habana, entre amigos “bastante subidos de tono etílico”, que generaron ideas tan buenas como vestirlo completamente de rojo el Día de Shangó y subirlo a un escenario a cantar con Van Van, el tren de la salsa. Aquello fue apoteósico, y demostró la inagotable capacidad de renovación del autor de Giros, Mariposa Technicolor y Al lado del camino.
Pero bueno, para Fito tocar en el teatro Karl Marx es como hacerlo en la sala de su casa, aunque le esté mal decirlo…
Con 20 años más en las costillas, Fito está “espléndido”, o al menos así se siente. “¿Cuánto he cambiado? Preguntáselo a mis hijos. Algunos me ven más gordo, más guapo, más inteligente que antes, yo no lo considero así. Me siento joven, con un espíritu nuevo. Siempre intento renovar, consciente del paso del tiempo, pero sé vivir con eso y lo disfruto: los coquetos me llevan mal”.
Al preguntarle por qué tanto tiempo sin un disco suyo, fue sincero: “Yo hago la música como el pan. No hago canciones para los discos. La música es una manera de respirar en la vida. Por supuesto hay discos editados, supongo que no lleguen por el mecanismo discográfico. Igual tenemos canales íntimos y amorosos por los cuales los discos circulan, pero es cierto que hay un déficit en toda la América, no solo los míos”.
A ello se suma sus responsabilidades como padre, y otros compromisos editoriales: a fines de mes tiene previsto entregar su novela El último vuelo de la pena, y además quiere filmar una película titulada Novela. “Es como tener muchas novias”, bromea. Sin embargo, ya no revela nada, porque luego la obra no cumple las expectativas de sus confidentes. “Prefiero dejar ese cierto y necesario misterio. Sí, soy vanidoso”.
Dedicó palabras de amor a sus amigos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, sobre todo por lo que representaron estética y sentimentalmente para muchos argentinos durante la dictadura: “Ellos fueron muy importantes para nosotros. Además marcaron estéticamente el continente. La música americana no es la misma sin ellos. Son dos artistas fundamentales para pensar el continente”, enfatizó.
Aseguró que le producen “bronca” (enfado) los artistas que se creen mirados por la historia y que reniegan de sus primeras obras: “Cuando uno es chiquito y no sabe nada, hay algo hermoso en eso, que es el deseo de expresión. Los artistas que escriben para la historia, por más que tengan una obra maravillosa, hay algo de mi que los rechaza, aunque haya leído sus libros, aunque haya visto sus filmes, me siento incómodo. Hay una falta de swing y de relajo en esa idea de querer quemar las primeras expresiones de su vida. Yo no cambiaría nada. Amo mis canciones como están hechas, porque así me hice como hombre también. Cometí los errores que tenia que cometer, y fueron valiosos. Soy más amigos de mis canciones canallas que de esas que le gusta a todo el mundo”, concluyó.
Respecto a su faceta como escritor, se decanta por el relato aunque muchos lo vean más como poeta, algo que negó repetidamente: “La poesía es una materia muy difusa, una zona de la cual nadie sabe nada y por eso es tan enigmática y tan misteriosa. Para mi la poesía es una palabra que me pone siempre en una dificultad porque… ¿qué es poeta, quién es poeta, qué es la poesía?. Lo que nombra aquel misterio, lo que nombra el corazón de la persona. Eso tiene muchas formas y no es solo los libros: Hay poesía en una comida hecha por tu madre, por tu mujer, por tu hija, hay poesía en un montón de lugares…”, filosofó, cigarro en mano…
En aquella multitudinaria y a la vez íntima conferencia de prensa, Fito contó que El amor después del Amor surgió cuando la actriz Cecilia Roth apareció en su vida. “Fue una experiencia muy inspiradora, muy hermosa, conocer a una mujer divina en un momento de la vida en que no la estaba pasando muy bien. La vida es un rato. No creo en las etapas, períodos oscuros o claros o azul o rojo, son todas tonterías. La vida de todos es compleja, y en ella la melancolía es un ratico y no reniego de ella. Es un sentimiento hermoso la nostalgia, pero un ratico. Todo depende de cómo la lleves. No creo que nadie sea melancólico profesional”, comentó.
Dos décadas después de que apareciera en La Habana, melenudo y amanerado, con tenis diferentes y atrapándonos con sus cantando himnos generacionales, Fito ha vuelto para explicar qué hay después del amor: varios secretos a voces, la vida después de la muerte, la esperanza después de un momento duro, la posibilidad de revivir, del ave fénix…
“Quizás esa fue la fuerzas de aquel álbum, ese título y esa idea que todos llevamos en el corazón, la idea de volver a sentirnos bien”, contó Fito, que en Cuba se siente como en casa porque como dijo: “los lugares son las gentes”.