Las posibilidades del demócrata Julián Castro de llegar a la Casa Blanca son tenues. Pero el ex alcalde de San Antonio, Texas, ha lanzado su campaña con la apertura de un comité de exploración que pretende, ante todo, movilizar a los hispanos a salir en masa a votar en 2020, sea para acabar con Donald Trump o impedir que cualquier republicano llegue a la presidencia.
La postulación de Castro, de origen mexicano, tiene la importancia de ser el primer hispano en hacerlo –desde que el ex gobernador Bill Richardson se presentó hace 10 años– y todas las condiciones para dibujar el futuro político electoral de Estados Unidos, donde viven 57.5 millones de latinos, el 17% de la población general.
Hace años que los hispanos son claves en las elecciones, con un electorado que abarca a 29 millones: el 12,8% del total de votantes.
El Pew Research Center estima que en las elecciones intermedias de noviembre pasado, el 69% de los electores hispanos votaron por candidatos demócratas, mientras que sólo el 29% lo hizo por los republicanos.
Pero esto, apuntan analistas, no es suficiente para que Castro logre la Casa Blanca. Hay varias razones que pesan, desde su falta de preparación hasta el hecho de que el electorado estadounidense no esté preparado para elegir a un hispano, que sustituiría a un presidente que hizo de su campaña y de su mandato presidencial una tribuna contra los inmigrantes.
Si bien la intención de Castro es ser una especie de “antídoto” al efecto Trump, la cuestión estriba en “si él es el candidato latino ideal en los tiempos de Trump”, apunta el analista Julio Ricardo Varela, fundador de LatinRebels.com, que sigue de cerca la evolución de la candidatura del ex alcalde de San Antonio y quien fuera también secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano con la administración de Barack Obama.
Discurso moderado
Cuando el 12 de enero Julián Castro, de 44 años, lanzó su campaña en San Antonio no se tiró de pecho contra Trump. Sino que adoptó un discurso suave, aunque crítico del mandatario.
“Hace unos días el presidente Trump estuvo en McAllen, Texas (en la frontera con México), precisamente el sur de aquí, con el argumento de que enfrentamos una invasión en la frontera. Bueno, hoy estamos en crisis, pero es una crisis de liderazgo. Donald Trump ha fracasado al momento de mantener los valores de nuestro gran país”, afirmó Castro ante unos 2.000 seguidores.
Este lunes, en una conversación con The New York Times, Castro reafirmó lo dicho y amplió: “Este presidente nos prometió a todos que si los estadounidenses podíamos ser lo suficientemente crueles para separar a los bebés de sus padres en la frontera, entonces se detendría el flujo de más familias. Pero la realidad es que estamos viendo que cada día más familias están viniendo. O sea, su política ha fracasado y ahora también está fracasando en sus intentos de convencernos de que él no es responsable por el cierre del Gobierno”.
Según cifras divulgadas por el Departamento de Seguridad Territorial (DHS, por sus siglas en inglés) este martes, el único trasiego de personas que ha aumentado en la frontera es la llegada cada día de más familias organizadas, no individuos solos.
El año pasado se presentaron en la frontera 25.175 personas integradas en familias, mientras que en 2017 la cifra apenas alcanzó las 20.000. Y en estos dos años de administración Trump el número de inmigrantes ilegales que intentaron saltar la frontera o lograron ingresar al país volvió a las cifras de inicio de los años 70 del siglo pasado: unas 200.000 personas.
Al contrario de su hermano gemelo, el congresista federal demócrata Joaquín Castro, Julián es muy intelectual en sus declaraciones, una característica poco común en el medio de los políticos hispanos siempre propensos al discurso poco profundo, algo estridente y combativo.
“Julián llamó la atención de los demócratas después de la elección de Obama en 2008, cuando apareció a su lado y el lenguaje era muy parecido, casi igual. Llega fácilmente a la gente y no se anda con rodeos”, estima Luis González Arcos, uno de los analistas principales de la filial tejana de la cadena ABC.
Tanto es así, que el mismo Obama escogió a Castro para presentar su nominación demócrata a la reelección en la convención de 2012. En San Antonio, el ahora precandidato presidencial demócrata hizo un discurso donde se alineó con mucho del pensamiento Obamista. Castro defendió que las escuelas técnicas especializadas deben ser gratuitas, abogó por el perdón de la mayoría de los préstamos estudiantiles, que las subvenciones de los servicios públicos de salud sean puestas al alcance de todos, por una defensa férrea del medio ambiente y manifestó preocupación por el calentamiento global.
En general fue un discurso con un lenguaje progresista que, pese a la influencia de Obama, se aproximó más al del senador Bernie Sanders que el de la ex candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton en la campaña de 2016.
Y para esto parece haber una razón muy clara. Julián Castro tiene la noción exacta de que el Partido Demócrata se encuentra en un proceso de reconstrucción y tiene que afinar el lenguaje. Como dice el editorialista del diario Dallas News, Gromer Jeffers, “los electores del Partido Demócrata quieren auténticos liberales y no candidatos que sencillamente se quieren agarrar a un centro imaginario”. Tal vez por eso Castro no quiso ser compañero de boleta de Hillary hace dos años.
Una tradición rebelde
Estos Castro no cruzaron el Atlántico sino la frontera: vinieron de México. Todo comenzó en 1920 cuando su abuela Victoria llegó a Texas siendo una huérfana de apenas 6 años de edad y se fue a vivir con unos primos que habían emigrado años antes. La abuela tuvo una gran influencia sobre los dos hermanos porque vivió con ellos de la infancia hasta la adolescencia y les inculcó sus raíces mexicanas. Ambos hablan un español perfecto.
Pero la influencia política vino de los padres. La madre, Rosie Castro, es una activista política que ahora trabaja en un colegio comunitario, pero fue fundadora de un partido político chicano llamado La Raza Unida. El padre, Jessie Guzmán (la pareja nunca se casó y los hijos quedaron con el apellido de la madre) también es un activista político chicano y ahora está retirado tras una carrera como profesor de matemáticas. Los padres se separaron y aunque los hermanos, Julián y Joaquín, quedaron al cuidado de la abuela en el día a día, no dejaron de influenciar el pensamiento y conducta de los hijos, en un escenario donde el enfrentamiento entre los braceros y los dueños de las granjas formaba parte del ambiente diario. Fue la época de las grandes movilizaciones sindicales campesinas de las cuales surgieron líderes como César Chávez.
“Mi madre es posiblemente la gran razón por la cual mi hermano y yo nos dedicamos al servicio público. Cuando estábamos creciendo ella nos llevaba a los mítines y las reuniones públicas donde la gente se organizaba y otras cosas que realmente eran aburridas para unos chicos como nosotros con 8, 9, 10 años de edad”, recordó Castro el año 2012 en una conversación con The New York Times.
Tras estudiar la secundaria en San Antonio, Julián Castro fue estudiar ciencias políticas y comunicación en la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California, y fue allí donde dio sus primeros pasos en la política en las elecciones estudiantiles. Tras graduarse en 1996, ingresó de inmediato en la escuela de leyes de Harvard y fue cuando conoció la Casa Blanca por dentro, al lograr una pasantía de un año durante la administración de Bill Clinton.
“Aquello fue una verdadera escuela para mí. Ver la política en acción, son momentos de tensión pero de gran enseñanza”, recuerda al Times.
En 2001 tuvo su primera experiencia política en un cargo público y entró por la puerta ancha. Derrotó a cinco adversarios con 65% de los votos para un puesto de concejal en San Antonio. Cuatro años después se postuló para alcalde pero perdió por 4.000 votos. Volvió a intentarlo en 2009 y esta vez ganó con casi el 57% de los votos.
Su mayor logro fue revolucionar el sistema educativo de la ciudad de una forma integral, desde el preescolar hasta el ingreso a la universidad. Esto le valió la reelección en 2011 con el 82.9% de los votos. Nunca antes visto. La revista Time lo incluyó en el listado de las 40 estrellas descollantes en la política nacional con menos de 40 años de edad, al mismo tiempo que el World Economic Forum hizo lo mismo en su listado de líderes jóvenes globales.
En 2014 Barack Obama lo sentó en su gabinete.
El reconocimiento no es todo
Este pedigrí no representa necesariamente una presidencia asegurada. Todavía tiene mucho que remontar y sus principales adversarios serán seguramente los republicanos y también quienes en su propio partido combatieron la candidatura de Bernie Sanders y apuntalaron a Hillary Clinton. Los demócratas también pueden ser conservadores. Y mucho. En contra de Julián Castro pueden eventualmente terminar siendo aliados de Donald Trump u otro candidato menos plural porque para el ex alcalde de San Antonio todo se trata de una cuestión de inclusión e unidad.
Throughout our nation’s history, even in its darkest days, there have always been patriots who came together to do the hard work to get us closer to our nation’s highest ideals.
They didn’t wait. They made our nation what it is today. And now it’s our turn. pic.twitter.com/ds8dbJuGAg
— Julián Castro (@JulianCastro) January 24, 2019
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Lo dijo en su discurso: “En la historia de nuestro país, incluso en sus días más negros, siempre hubo patriotas que se unieron para trabajar duro por nuestros mejores ideales, los que combatieron la esclavitud, el derecho al voto para las mujeres, la generación que luchó por los derechos civiles, gente que nos ha impulsado a perfeccionar nuestra unión”. Lo dice el nieto de Victoria.