En 2015, poco después del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, una foto de dos buzos sosteniendo banderas de ambos países se hizo viral en Internet.
La historia detrás de la instantánea, cargada con el simbolismo de aquel momento, está ligada al científico estadounidense David E. Guggenheim, quien por más de 20 años ha realizado investigaciones sobre los corales y los ecosistemas marinos cubanos.
En realidad, cuenta Guggenheim, hay dos fotografías así: una tomada en 2004 durante una expedición investigativa en la costa noroeste de Cuba y la segunda en 2015, en Jardines de la Reina.
“Tomamos estas fotos para simbolizar la profunda amistad y unidad que los cubanos y los estadounidenses tienen bajo las olas y cómo en verdad estamos conectados, no separados, por las aguas entre nuestros países”, dijo Guggenheim, quien también toma fotografías del fondo marino.
Doctor en Ciencias, Guggenheim es el fundador y actual director de Ocean Doctor, una organización sin fines de lucro con sede en Washington, DC., con la misión de promover la conservación de los océanos del mundo “a través de la investigación científica, la educación y el compromiso de la comunidad”.
Su colaboración con científicos cubanos y sus investigaciones en la isla por más de dos décadas lo convirtieron en especialista sobre la vida y los ecosistemas marinos cubanos. Sin embargo, su trabajo ha sobrepasado las fronteras de la ciencia hasta tener influencia en las más altas esferas de la diplomacia entre Cuba y Estados Unidos.
En su discurso en La Habana, durante su visita de marzo de 2016, el entonces presidente Barack Obama mencionó la colaboración entre ambos países para proteger los océanos.
El nombre de “Ocean Doctor” fue una idea de su hija Anna, durante un largo viaje por carretera a la universidad. David le comentó cómo sus padres hubieran querido que él fuera médico. En ese entonces, le contó, la biología marina no era común y les preocupaba que nunca pudiera hacer una carrera “real” a partir de su pasión por el océano. Su hija intervino: “Pero tú eres un doctor. ¡Eres un doctor del océano!”.
“Es gracioso, pero nunca lo había pensado de esa manera. Sin embargo, he pasado gran parte de mi carrera estudiando y diagnosticando lo que aqueja a los océanos y defendiendo políticas para curarlos. Así que ese fue el nacimiento de lo que originalmente era mi apodo y más tarde el nombre de la organización que ahora dirijo”, dijo Guggenheim a OnCuba.
“Nos centramos en los ecosistemas de arrecifes de coral y trabajamos para promover soluciones económicas y ambientalmente sostenibles para las comunidades. La mayor parte de nuestro trabajo se concentra en Cuba, donde muchos de sus ecosistemas de arrecifes de coral permanecen excepcionalmente saludables en un momento en que el Caribe ha perdido la mitad de sus arrecifes de coral desde 1972”, explicó.
¿Cuáles han sido los mayores obstáculos para la realización de sus proyectos?
Nunca ha sido fácil trabajar en Cuba como estadounidense, debido a las restricciones impuestas por ambos gobiernos. Sin embargo, considero que quienes trabajamos para estudiar y proteger el medio ambiente somos afortunados. En la mayoría de los casos, hemos podido evitar la reacción política y hemos logrado mucho.
Creo que es porque los cubanos, los cubano-americanos y los estadounidenses consideran que la ciencia es algo crítico que debe avanzar, y ayudar a mantener saludables los magníficos ecosistemas de Cuba es un trabajo importante.
Desafortunadamente, trabajar en Cuba se ha vuelto especialmente difícil debido, en parte, a una reacción del gobierno cubano a la retórica severa de Trump. Sin embargo, como tenemos más de 20 años de experiencia, continuamos siendo dedicados y persistentes.
Ha tenido contacto con funcionarios y diplomáticos de ambos países al más alto nivel, ¿cómo cree que la ciencia marina ha contribuido a las relaciones entre los dos países y cómo ha contribuido usted personalmente?
A veces bromeo con que así como traté de evitar la política, inevitablemente me convertí en un diplomático accidental durante los primeros 15 años de nuestro trabajo en Cuba, y organicé reuniones en los EE.UU. para transmitir la importancia de la colaboración entre ambos países en ciencias marinas y conservación. En 2015 me invitaron a asistir a la ceremonia de reapertura de la Embajada de Cuba en Washington, DC.
Fue un evento muy emotivo, pero me sorprendió la cantidad de miembros del cuerpo diplomático cubano que me estrecharon la mano para decir que este día hubiera sido imposible sin nuestro trabajo a lo largo de los años. Me sorprendieron esos gestos tan cálidos. No había considerado que la ciencia marina se convirtiera en uno de los mejores ejemplos de colaboración entre nuestros países. Nuestra estrecha gestión había creado una base de confianza entre nosotros que, de alguna manera, ayudó a preparar el escenario para la normalización de las relaciones diplomáticas entre nuestros países.
En mayo de 2014, meses antes de que se normalizaran las relaciones, Ocean Doctor organizó una reunión de alto nivel en Washington, que incluyó a miembros del Senado, el Departamento de Estado, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), el Embajador de Cuba, el jefe de relaciones de los Estados Unidos para el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (Minrex) y dos estimados científicos cubanos.
Juntos, exploramos cómo elevar la colaboración en ciencias marinas y la conservación a un nuevo nivel y desarrollamos un plan de colaboración, identificando áreas prioritarias para el trabajo conjunto.
Ese plan se convirtió en la base de nuestra colaboración de gobierno a gobierno una vez que se restablecieron las relaciones diplomáticas, y fue increíblemente gratificante escuchar al presidente Obama, en sus comentarios durante su visita a Cuba, decir: “Trabajaremos juntos para proteger las hermosas aguas que compartimos”.
¿Qué piensa acerca del estado actual de las relaciones bilaterales?
Como mencioné anteriormente, trabajar en Cuba se ha vuelto especialmente difícil ahora, tal vez más difícil que en todos los años que he trabajado allí.
Estoy profundamente preocupado porque los retrasos en los proyectos están haciendo que se vuelvan más caros y muchas organizaciones como Ocean Doctor están enfocando su atención en otros países, quizás de manera permanente.
Los problemas están ocurriendo entre los altos niveles de gobierno, por lo que hemos tratado de centrarnos en proyectos a pequeña escala donde podemos avanzar sin necesidad de tantos permisos y firmas.
Ahora tenemos uno para ayudar a un grupo de voluntarios a rehabilitar, esterilizar, castrar y encontrar hogar para gatos abandonados, un problema importante en Cuba. El proyecto se llama “De La Calle”.
En tiempos normales, es algo en lo que no estaríamos involucrados, pero en la actualidad es un proyecto pequeño en el que sentimos que podemos hacer una diferencia.
Muchos proyectos con ONG de los Estados Unidos, incluyendo algunos de los nuestros, han sido frenados por el lado cubano. Para algunas ONG, los proyectos no avanzan en absoluto. Los cambios en la política de Trump tuvieron un impacto mínimo en nuestros esfuerzos de investigación científica, pero su fuerte retórica anticubana, junto con su enfoque imprudente e ignorante de la política exterior en general, ha hecho que el resto del mundo, incluida Cuba, esté comprensiblemente cauteloso.
Algunos de nuestros colegas cubanos han indicado que Cuba ha puesto freno a los esfuerzos de colaboración con los EE.UU. debido a Trump. En esta situación llevamos al menos 18 meses. Cualquiera que sea la verdadera causa, el resultado neto está afectando a las ONG estadounidenses y sus socios cubanos. Es más difícil para nosotros recaudar fondos si no podemos demostrar resultados sólidos a nuestros patrocinadores.
Cuba no solo corre el riesgo de perder a algunos de sus mejores socios estadounidenses, sino también millones de dólares de apoyo para un trabajo de importancia crítica.
Aun así, la ciencia marina y la conservación se consideran entre las áreas más exitosas de la colaboración entre los Estados Unidos y Cuba.
Usted tiene varios proyectos en La Isla de La Juventud, a la cual ha llamado “una isla invisible”. ¿Por qué estimula los viajes de estadounidenses allí? ¿Qué la hace especial, en su opinión?
La Isla de la Juventud es especial de muchas maneras. Tiene una historia notable, que incluye una visita de Cristóbal Colón, ser un lugar favorito de los piratas del Caribe, los muchos años de control de los Estados Unidos, el Presidio Modelo donde fueron encarcelados Fidel y Raúl, y la red de escuelas internacionales que se creó en los años 70.
También es un lugar que permanece tranquilo, auténtico y natural. La mitad sur de la isla está protegida y es absolutamente hermosa, incluida la reserva marina de Punta Francés.
Desafortunadamente, la isla es pobre; varios funcionarios cubanos me han dicho que mejorar las condiciones es una prioridad para el gobierno cubano.
Creo que los estadounidenses disfrutan de la singularidad y la belleza de la isla, y del hecho de que la mayor parte del trabajo de Ocean Doctor se centre ahora ahí y en la pequeña comunidad en su punto más al sur, Cocodrilo, donde hay un alto desempleo y pocas oportunidades.
Trabajando en el Centro Nacional de Áreas Protegidas de Cuba, estamos llevando a cabo un proyecto de economía ambiental, es decir, evaluando el valor económico de los recursos naturales de la isla, para ayudar a desarrollar alternativas que sean sostenibles tanto económica como ambientalmente. Tales alternativas son especialmente importantes para las comunidades costeras como Cocodrilo y comunidades similares en todo el país.
En cuanto a los viajes turísticos, usted ha enfatizado mucho el tema de la conservación y las políticas responsables para evitar daños ecológicos por la masividad de este sector ¿Cómo describiría esa situación en Cuba hoy?
Hasta el momento, Cuba ha logrado evitar la destrucción ambiental y social del turismo masivo que ha experimentado gran parte del resto del Caribe. El turismo a pequeña escala (casas particulares, etcétera) ha proporcionado una manera de minimizar los aspectos negativos del turismo masivo, ha ayudado a mantener más ingresos dentro de las comunidades visitadas y ha ofrecido a los turistas una experiencia más auténtica, algo que los viajeros están dispuestos a pagar.
Hoy la situación es precaria. Para ayudar a la economía cubana, existe una gran presión para aumentar el turismo en Cuba, y un estudio reciente muestra que la gran mayoría de los alojamientos turísticos que se construirán en la próxima década se encuentran en complejos turísticos todo incluido, el ícono del turismo de masas y una dirección peligrosa para Cuba que podría terminar en muchos de los problemas que enfrenta el resto del Caribe.
Ocean Doctor y el Centro para la Política Internacional celebraron un evento en Washington, DC, en junio de 2018, con la participación del Embajador de Cuba, donde publicamos el informe “Un siglo de turismo insostenible en el Caribe: lecciones aprendidas y oportunidades para Cuba”. Ahora estamos trabajando con colegas cubanos para explorar las conclusiones y cómo pueden ser útiles para guiar la política de turismo.
¿Qué acciones debería tomar Cuba para evitar males mayores para la flora y la fauna, los corales y la vida marina?
Cuba tiene leyes medioambientales muy impresionantes y es fundamental continuar usándolas para proteger el medio ambiente. Evitar las lecciones amargas de otras naciones caribeñas, como el turismo masivo, el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas en la agricultura y continuar educando a los ciudadanos y construyendo una ética ambiental son elementos fundamentales para proteger el patrimonio natural. La ley ambiental cubana requiere el uso de la economía ambiental como parte de la toma de decisiones. Esta es la pieza central de nuestro trabajo en Cuba.
Durante demasiado tiempo, especialmente en los EE.UU., el medio ambiente fue “libre”. En otras palabras, no se consideró ningún costo por verter la contaminación en el aire, los ríos y los océanos, ni se consideró el costo de sacar recursos de los ecosistemas naturales, como con la pesca.
La economía ambiental proporciona herramientas para evaluar esos costos y aplicarlos a la toma de decisiones. Por ejemplo, se ha estimado que, en promedio, los arrecifes de coral absorben el 97 por ciento de la energía de las olas, algo que tiene un enorme valor para la protección costera, especialmente debido a los crecientes impactos del cambio climático.
La buena noticia es que Cuba ha hecho más bien de lo que ha hecho mal y sus ecosistemas naturales son una prueba de ello. Cuba podría convertirse en un modelo de sostenibilidad, una joya verde en el Caribe donde las personas de todo el mundo vayan a ver un ejemplo de cómo se puede lograr la sostenibilidad y crear una vida mejor para sus habitantes.
Luego de más de 100 viajes a Cuba y tantos años de trabajo allí, ¿qué se lleva en lo personal?
Hay tantas historias divertidas que he acumulado a lo largo de los años. No soy un hablante nativo de español ni tengo sangre latina, así que he cometido innumerables errores y he sido humilde muchas veces a lo largo de los años, especialmente porque, a diferencia de muchos colegas estadounidenses que se alojan en hoteles y no se aventuran demasiado solos, he vivido más como un cubano, viajando en almendrones, parando en una cola para comprar pollo, vivido en una casa particular y tropezado muchas veces en el camino.
Aprender a hacer cola y usar la pregunta mágica “¿último?” fue un gran paso para mí. He aprendido la mayor parte de mi español de mis colegas cubanos y en las calles de Cuba.
Siempre he sentido que hay una necesidad de imágenes y mensajes más inspiradores para brindar una apreciación y una visión de cómo los cubanos y los estadounidenses pueden y deben trabajar juntos para proteger las aguas que compartimos.