Raúl Gómez Arteaga es un chapista con más de veinticinco años de experiencia. Conocido por el apodo de Pepi, el cual ha asume como su nombre artístico, tiene otros dos viejos amores: la escultura y el boxeo.
Así lo quiere demostrar mediante la imagen de su principal ídolo, Teófilo Stevenson, cuya figura plasmó en una miniatura de metal. La estatuilla serviría de trofeo a los ganadores del torneo memorial que lleva el nombre del legendario pugilista desde hace casi una década.
No obstante, las humildes iniciativas de Pepi naufragan en el vasto mar de burocracia y apatía en que nadan diariamente los cubanos.
– ¿Por qué la pasión por el boxeo y el vínculo con Stevenson?
– Aunque viva en La Habana, Teófilo y yo somos prácticamente del mismo pueblo, Galicia, que pertenece a Puerto Padre (Las Tunas). Él nació en una colonia que era propiedad de mis abuelos. Por tanto, nuestras familias se conocen de siempre y hemos mantenido buenas relaciones hasta hoy.
Yo empecé a practicar boxeo desde pequeño y, obvio, Teófilo se convirtió en mi principal referente. Llegué a competir hasta las categorías juveniles. Lo dejé porque necesitaba empezar a trabajar.
Mientras esto ocurría, ya Teófilo era campeón mundial y cada vez que ganaba algo importante lo paseaban por la ciudad de Las Tunas en un automóvil y a nosotros nos sacaban de la escuela para que fuéramos a saludarlo. Significaba mucho para mí por la cercanía que teníamos, y cada vez que él peleaba nos reuníamos todos para verlo en familia, con la certeza de que iba a ganar.
– ¿Cuándo decide hacer la estatuilla?
– Eso fue en el año 2013. A mí me dolió mucho la muerte de Teófilo en el 2012 y poco después tuve un sueño. En el sueño yo hacía una estatua de tamaño natural y la paseábamos por la ciudad de Las Tunas en un automóvil, igual que se le hacía en vida.
Cuando me levanté en medio de la madrugada empecé a darle vueltas a esa idea, al principio pensé hacer una escultura con la altura exacta de Teófilo. Pero al poco tiempo me encontré con Alcides Sagarra y me dijo que, si lo hacía más chiquito, podía servir de trofeo en la primera Copa memorial que se iba a dedicar a Teófilo en junio de ese mismo año.
– ¿Cuánto tiempo invirtió para producir el trofeo? ¿Qué técnica aplicó para el mismo?
– Me encontré con Sagarra en enero y el torneo sería a mediados de junio, fueron como cinco meses que dediqué a la estatuilla.
La técnica que uso se llama repujado al vacío y es muy compleja. Tuve que armar el trofeo pieza por pieza, o sea, los brazos, las piernas, etcétera. La cabeza fue lo más difícil, deseché catorce versiones antes de la que se quedó. Cada vez que terminaba una, iba a casa de la viuda de Teófilo para que me diera su opinión. En resumen, la terminé casi el mismo día en que arrancaba el torneo.
– ¿Qué pasó allí?
– Una vez que llegamos, le entregué personalmente el trofeo al presidente del INDER de la provincia, un señor de apellido Robinson. Esa primera edición del evento pasó bastante inadvertida por los medios, solo se publicó una pequeña nota en el periódico local, que mencionó el trofeo. Mi familia ni se enteró, lo más que obtuve fue el agradecimiento verbal de las autoridades deportivas del territorio.
Todo continuó funcionando así mientras Alcides Sagarra estuvo al frente del comité organizador, o sea entre 2013 y 2015, pero tuvo que entregar el mando del evento por problemas de salud. Ya en la edición de 2016 no me invitaron, a pesar de que yo había hecho un segundo trofeo, uno iba a recibirlo el equipo campeón de la justa y el otro iba dirigido al mejor peso completo.
– ¿Y qué ocurrió con la intención de una estatua a gran escala?
– Yo había entregado el proyecto con todos los detalles de la estatua de tamaño natural en las oficinas de la Ciudad Deportiva a Tomás Herrera, directivo de la Comisión de Atención al Atleta. Antes de eso, se lo ofrecí a las autoridades de Las Tunas, porque la idea original era poner la estatua ahí, pero no me hicieron caso.
En primera instancia, Herrera me ayudó, incluso me dio algunos consejos antes de que fuéramos a entregar el proyecto al presidente del INDER, Cristian Jiménez. Cuando llegamos a la oficina de Jiménez, nos recibió su secretaria y nos dijo que él había salido. Entonces le entregué todo a ella y además le di todos mis contactos. Nada.
Poco después fue el cambio en la presidencia del INDER y Sagarra me invitó a presenciar un cartel de los Domadores, y así poder hablar con Antonio Becali, pero ese día no vino porque estaba fuera de la provincia. Luego me encontré con Tomás Herrera y enseguida le pregunté por el proyecto. Él dijo que estaba guardado en su oficina y que pasara a recogerlo cuando yo quisiera.
Al otro día fui allá acompañado por mi esposa. Cuando llegamos resulta que ellos se habían mudado de oficina y tenían mucho reguero en la nueva. Uno de los trabajadores y yo pasamos horas revisando caja por caja, buscando el proyecto. Nunca lo encontramos.
– ¿Cómo fueron las cosas después de esa pérdida?
Les dije a los del INDER que el proyecto tenía un valor incalculable para mí, por tanto, tenían que ayudarme con uno nuevo. Para empezar, había que pedirle la estatuilla que serviría de modelo al equipo de Guantánamo, que en 2015 había ganado el torneo memorial.
Tres días después, Tomás Herrera me llamó informándome que ya el trofeo estaba en La Habana y yo fui a recogerlo. Dejé claro que lo devolvería en cuanto terminara con él, para que pudieran seguir dándolo en los torneos próximos. Al menos podría recuperar mi trofeo, siento que no lo valoraron como se debía.
– También tuvo una experiencia similar con las autoridades de la provincia de Las Tunas, ¿Cuál fue?
– A raíz de la excelente campaña que cumplió el equipo de béisbol de esa provincia, quise hacer una figura alegórica al sobrenombre del equipo, “Los Leñadores”, un hacha, la cual también homenajearía, desde lo personal, a mi ciudad natal.
Mientras los Leñadores jugaban contra los Industriales en semifinales, yo me comuniqué con Pablo Civil, director del equipo, y este me invitó a que entregara la escultura al estadio. Allí me recibió una comisión de las principales autoridades del territorio, encabezada por la presidenta del gobierno, Lilian González Rodríguez, a quien le conté todas mis desgracias con el proyecto y el trofeo de Teófilo.
Vi que ella se asombraba con lo que yo le estaba contando y dijo que no entendía el trato que me habían dado, que, si yo era fundador de la Copa, tenía que ser parte todos los años de ella. También me dijo que, en la siguiente edición, seguro me reincorporaba y las provincias seguirían siendo premiadas con mi trofeo. Todo quedaría ahí, en puras palabras.
Mientras tanto me había puesto a mejorar el trofeo, pero nadie me invitó a la Copa y no me han dado explicaciones de nada, pese a que yo les envié un par de correos con fotos de la estatuilla y demás. En otras palabras, me tiraron a mierda ellos también.
Yo me siento muy dolido y totalmente ignorado. Todo lo que he hecho ha sido por mi provincia y por la figura de Teófilo que tanta gloria le dio a nuestro país, un ejemplo de humildad y entrega total.
Hay veces en que me pregunto qué pasó de verdad con el trofeo y el proyecto de la estatua. No me explico cómo puede haber tantos problemas con un ciudadano común que tiene la iniciativa de homenajear a un ícono del deporte nacional, sin que a ellos les cueste nada. Nunca me pasó por la cabeza buscarme un solo peso por ese trabajo. Con que reconocieran un poco mi labor, me bastaba.