Habana Abierta fue una explosión en la escena underground cubana. Los integrantes de este colectivo creativo publicaron, tras establecerse en España en los años 90, el disco 24 Horas (1999), que causó furor en el circuito alternativo de Cuba en copias piratas que iban pasando de mano en mano como si atesorara la memoria personal y compartida de muchos jóvenes cubanos.
El álbum trascendió su destino meramente musical para convertirse en un documento generacional. Resignificaba la realidad insular, la dotaba de nuevos símbolos y mostraba el envés de sus dinámicas sociales para sacar a la superficie la multiplicidad de inquietudes, querencias y necesidades espirituales de miles de jóvenes, que se identificaron a la primera con canciones que hablaban desde la poesía del asfalto de ese país que generalmente no poseía asidero en los discursos establecidos.
El fenómeno Habana Abierta fue creciendo a velocidad de crucero en la isla. Lo hizo hasta convertirse, finalmente, en la banda sonora y en la pujante voz de una generación, como antes había sucedido con discos como Como los peces, de Carlos Varela o Futuro inmediato de Santiago Feliú, por solo mencionar dos fonogramas medianamente cercanos en el tiempo a la expansión de esta banda de irreverentes trotamundos que fue Habana Abierta.
La banda estuvo formada por un selecto grupo de cantautores nacidos la mayoría en la peña habanera de 13 y 8 con una formación sobre todo en la bohemia trovadoresca habanera y en el rock and roll.
24 horas, antecedido por los fonogramas Habana oculta (1994) —grabado con la colaboración de los cantautores Gema y Pavel– y Habana abierta (1997), fue solo la punta del iceberg de la discografía de este laboratorio creativo que compuso canciones llenas del espíritu de la calle, de nostalgias por lo que dejaron atrás, y de laberintos existenciales cuya puerta de salida nunca pareció estar demasiado cerca.
Cualquiera que haya vivido los años 2000 en Cuba, sabe que no había una fiesta o descarga donde no sonaran himnos como “La natilla”, “La vida es un divino guion”, “Hace calor en La Habana”.
La distancia no era una camisa de fuerza para que Habana Abierta ejerciera una gran influencia en sus seguidores cubanos, más que cualquier otro grupo durante la época.
La propuesta de sus integrantes era una vigorosa actualización de la música cubana y venía a abrir un nuevo ciclo en el ámbito sonoro insular que ha perdurado hasta hoy a través de decenas de formaciones y artistas que quizá, sin tenerlo muy presente, han bebido de la influencia de la tropa de 13 y 8.
En 2003 ocurrió el suceso que muchos habían estado esperando por años: se cumplió el milagro (no hay otra forma de decirlo por motivos que no es preciso enumerar ahora) de que Habana Abierta subiera a un escenario cubano gracias a la arriesgada y oportuna intervención de intelectuales y funcionarios culturales de la época. El Salón Rosado de la Tropical se vino abajo.
No cabía un alfiler en esa instalación capitalina que fue testigo no solo de la cristalización en su tierra de la enorme popularidad de este fenómeno musical, sino sobre todo de un hecho social sin precedentes hasta ese momento en la cultura cubana. Más de 5000 almas repitiendo canciones tan enérgicas como rebeldes, que desde España le habían dado voz a una generación que veía en estos temas un espejo de su realidad y a la vez una forma de escapar al creciente aumento del vértigo social.
Allí, encima del escenario, estaban Kelvis Ochoa, Boris Larramendi, Vanito Brown, José Luis Medina, Alejandro Gutiérrez, entre muchos más que reinaron en una noche sobre la que muchos pueden decir, como si tratara del simbolismo de una medalla, “yo estuve ahí”. Nueve años más tarde volvieron a La Tropical con la mayoría de los músicos que participaron en aquella primera experiencia pero el impacto en la geografía espiritual de los asistentes, por cuestiones obvias, no fue el mismo.
La banda ha pasado por diversos momentos después de aquel primer concierto. Publicaron en 2005 con EMI su cuarto disco, Boomerang, un material con algunas canciones de factura notoria.
Cada uno de sus integrantes ha mantenido proyectos en solitario y elegido caminos personales que de alguna forma provocaron que el grupo entrara en una larga etapa de silencio y recesión.
El auge de sus canciones en Cuba decayó con el cambio de generación, con la emigración de muchos jóvenes y la radical trasformación de paradigmas en el consumo musical de las nuevas generaciones.
El grupo quizá parece decidido a inyectarle una buena dosis de adrenalina al corazón de su leyenda para volver sobre los pasos que lo hicieron grande en el panorama doméstico y en otros escenarios internacionales.
La banda correrá el riesgo de volverse a unir en Cuba con varios de sus integrantes fundacionales. El programa de la “reunificación” comprende inicialmente conciertos en julio en el Festival de Cine de Gibara y en El Centro Cultural El Sauce, donde Vanito, Alejandro Gutiérrez, José Luis Medina, Kelvis Ochoa y Luis Barbería repasarán la discografía del grupo y echarán mano a temas nuevos que podrían grabar en un próximo disco de la alineación.
Durante su retorno han programado además conciertos en Colombia y esperan presentarse en otras regiones de América Latina donde nunca antes han actuado.
https://www.youtube.com/watch?v=nCJyoT9rmxg
Si hay algo claro es que el regreso de Habana Abierta despertará expectativas entre los cubanos, tanto entre los que fueron espectadores directos del nacimiento y la expansión del fenómeno, hasta aquellos, más jóvenes, que han escuchado quizá por casualidad esas crónicas de una época que marcó a fuego a los cubanos y que nos sigue sobrevolando como un recordatorio posible del destino.
A estas alturas muchos siguen agradeciendo haber sido parte de la legión de cubanos que cantó esos himnos que ponderaban con total desparpajo lo rico que suena un rocanrol con timba.
Y no les faltaba razón.