Tras la debacle sufrida por el fútbol cubano en la reciente Copa Oro, cualquiera con conocimientos elementales sobre este deporte pudo advertir las diferencias cualitativas entre un jugador profesional y uno amateur.
Para cambiar este panorama, la mayoría de la prensa especializada coincide en que el balompié de la Isla puede salir del abismo solo bajo la implementación de tres acciones básicas: cambios en la dirección técnica del plantel, convocatoria de jugadores con contratos sin el amparo del INDER –los denominados “legionarios”–, así como la inserción masiva de los miembros de la selección nacional en clubes foráneos.
El primer paso ya se dio con el nombramiento de Pablo Elier Sánchez como nuevo director de la selección, en lugar de Raúl Mederos, pero para hacer realidad las otras dos acciones se necesita, inexorablemente, de la voluntad de los federativos del deporte de las multitudes en Cuba. Y justo eso, voluntad, parece faltarle a los directivos cubanos, quienes mantienen un excesivo recelo a la hora de negociar contratos para los jugadores que todavía permanecen en la Isla.
La enésima prueba llegó a principios de julio, cuando el club Asociación Deportiva Chalatenango de la Liga Mayor de El Salvador, envió jugosas ofertas por los futbolistas Andy Baquero y Jean Carlos Rodríguez, respecto a las cuales todavía no tienen respuestas concretas de las autoridades cubanas.
Según pudo conocer OnCuba, a través de una fuente cercana al proceso que pidió conservar el anonimato, las ofertas en cuestión eran por un plazo de diez meses, en los que ambos jugadores recibirían un pago mensual de 1.500 dólares (150 mil por toda la temporada).
La carta de intención con las propuestas llegó a las oficinas del Pedro Marrero a través del promotor Simone Ghirlanda el día 3 de julio; sin embargo, no fue hasta el sábado 6 –tres días después– que se le dio respuesta al intermediario de nacionalidad italiana.
En ella, el Consejo Ejecutivo de la Asociación de Fútbol de Cuba mostraba su preocupación por conocer la identidad del promotor y solicitaba la presentación de documentos que lo acreditara como “agente FIFA”.
Sorprende que funcionarios con tan altos cargos desconozcan que el concepto “agente FIFA” desapareció en reformas aprobadas desde 2015, y que para realizar labores de promoción de futbolistas basta con estar registrado como “Intermediario” en la federación del país en que se reside.
En el caso de Ghirlanda, efectivamente registrado en la federación de Estados Unidos, desconcierta que las autoridades cubanas se preocupen por conocer sobre su identidad, teniendo en cuenta que, desde hace seis meses, trabaja bajo la aprobación de la AFC, la Comisión Nacional y el INDER.
Ghirlanda logró insertar en el fútbol profesional de Guatemala a los futbolistas Yosel Piedra y Luis Paradela, quienes mostraron un notable crecimiento deportivo.
Pero dejemos el asunto de Ghirlanda a un lado. Pensemos por un momento que los federativos cubanos, quizás, advirtieron los problemas salariales que enfrentó el AD Chalatenango durante la recta final de la campaña anterior y ahora archivan dudas sobre la suerte que pueden correr sus jugadores.
Ciertamente, esto podría ser un hándicap, pero el fútbol salvadoreño no permite la reinscripción de clubes que no hayan saldado sus deudas, algo normal en el fútbol del área. En el caso específico de Chalatenango, ya obtuvieron su Licencia de Clubes Domésticas tras llegar a un acuerdo con la agencia Sportnomics, la cual cubre los salarios de entrenadores y jugadores extranjeros.
Incluso, si existieran otras ofertas para ambos jugadores, la ausencia de una respuesta –al menos explicativa– por la parte cubana, podrían convertir al AD Chalatenango y a Ghirlanda en los enésimos que cierran las puertas a una posible negociación con las autoridades futboleras de la Isla.
De momento, el equipo salvadoreño ha girado su mirada hacia otros países del área en busca de jugadores con similares características a los cubanos. Por ejemplo, ya han firmado al jamaicano Craig Foster y al colombiano Luis Arboleda Murillo, por lo que es posible que ya tenga cubiertos los puestos que buscaban reforzar.
De esta forma, se desperdicia otra chance de tener mayor visibilidad para los jugadores cubanos, que no son precisamente los más cotizados. Para unos, habría sido la oportunidad perfecta de evitar el estancamiento en el desarrollo deportivo inherente al amateurismo. Para otros, una posibilidad de mostrarse y rendir en aras de escalar hacia entidades con superior performance deportivo y económico.