Paolo Brandolisio, uno de los cuatro fabricantes de remos para góndolas que quedan en Venecia, avanza entre el agua en su taller por tercera vez en una semana de grandes inundaciones, desesperado por la falta de ayuda a nivel local y nacional.
“Si este fenómeno se sigue repitiendo, hay que pensar cómo vamos a contrarrestarlo”, expresó. “Las defensas que planean los políticos no bastan”.
“Tenemos que hacer algo nosotros mismos”, agregó.
Los venecianos están cansados de lo que consideran las respuestas inadecuadas a los crecientes problemas de la ciudad: inundaciones sin precedentes, amenazas al medio ambiente, los problemas de seguridad asociados con los cruceros turísticos y el impacto que tiene un turismo desbordado.
Se sienten abandonados a su suerte y cada vez menos venecianos viven en la parte histórica y defienden sus intereses, tratando de evitar que el sector se convierta en un parque temático.
Las históricas inundaciones de la última semana –tres veces hubo 1,5 metros de agua y se alcanzó un récord histórico de 1,87 metros– hicieron que aumenten los llamados para que se reconozca el status especial de Venecia como un sitio único y al mismo tiempo muy vulnerable.
Se calcula que las inundaciones causaron daños por valor de cientos de millones de euros, aunque todavía no hay un estimado final. Obras maestras de la arquitectura como la Catedral de San Marcos aún no han sido inspeccionadas y los manuscritos de la biblioteca del conservatorio de música no hay sido examinados por expertos. Sin mencionar las pérdidas personales de miles de residentes y comerciantes.
“Me siento avergonzado”, declaró Fabio Moretti, presidente de la histórica Academia de Bellas Artes de Venecia, que alguna vez fuese presidida por Tiepolo y Canova. “Estos sitios están bajo nuestra custodia. No nos pertenecen. Son patrimonio de la humanidad. Es una herencia que hay que preservar”.
La frustración va mucho más allá del hecho de que no se completaron y activaron 78 barreras submarinas que deberían prevenir el tipo de daños sufridos por la ciudad esta semana. El sistema no ha sido terminado ni ensayado al menos parcialmente a pesar de que llevan trabajando 16 años en el proyecto y se han invertido más de 5.000 millones de euros. Mucha gente duda de que las defensas funcionen.
Brandolisio, el fabricante de remos, nota fallas sistemáticas en la respuesta oficial, incluida la falta de ayuda inmediata para los necesitados. Esos servicios los terminan ofreciendo voluntarios, incluida una red de estudiantes que asisten en la remoción de objetos que han quedado bajo el agua y conductores de taxis acuáticos que transportan gente durante las emergencias.
Brandolisio contempla por primera vez la posibilidad de levantar al menos 20 centímetros el piso de su “bottega” (taller) y de comprar una bomba, precauciones que hasta ahora jamás había considerado necesarias.
“Creo que voy a perder dos o tres semanas de trabajo”, expresó. “Tendré que secar todo. Muchas cosas cayeron al agua. Habrá que limpiar las herramientas que se oxidaron. Hacer algo con la madera que se mojó, que no puedo usar porque no se puede pegar”.
Se ha propuesto que se conceda a Venecia cierto grado de autonomía, como la que gozan regiones como Trentino-Alto Adige, con su minoría de habla alemana, e incentivos impositivos para alentar la llegada de más residentes a Venecia.
Actualmente viven solo 53.000 personas en la parte antigua, un tercio menos que hace una generación. Cada año parten 1.000 residentes. También baja la población de localidades vecinas como Murano –famosa por su trabajo en vidrio– y el balneario de Lido, que es de 30.000 habitantes.
Esto quiere decir que hay cada vez menos gente pendiente del estado de cosas, del mantenimiento y de ayudar a los vecinos. Muchos se van porque Venecia es cada día más cara o por las dificultades de vivir en una ciudad de canales, donde a veces las tareas más sencillas pueden resultar una aventura.
Activistas dicen que los políticos locales están más pendientes de los residentes en tierra firme –unos 180.000–, que no se ven afectados directamente por las inundaciones y el turismo.
Promueven un referendo del 1ro de diciembre que daría a la parte histórica y a las islas vecinas un gobierno propio, separado del de Mestre y el puerto industrial de Marghera. Esas zonas fueron anexadas a Venecia bajo el gobierno fascista de Benito Mussolini y no encajan realmente en Venecia.
Da Mosto dijo que hay que prepararse para el impacto del cambio climático. “Hacen falta políticas e inversiones adecuadas, lo mismo que emprendimientos de ingeniería”.
“Y dado que el contexto político no es bueno”, acotó, “Venecia no tiene posibilidad alguna en estos momentos”.