Iván Alejandro Batista ha sido profesor en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio y hoy diseña la revista Palabra Nueva, publicación del Arzobispado de La Habana. “Tuve una vaga idea del diseño en edad temprana”, cuenta este hombre de 45 años: “Mi padre trabajaba como químico especialista en papel en una empresa dedicada a la producción de marquillas y habilitaciones del tabaco, además del diseño e impresión offset de envases y embalajes para distintos productos. Lo acompañaba en mis vacaciones y ver a aquellos diseñadores de entonces con los rotuladores, plumas de dibujo, reglas, temperas, papel alba –no habían ordenadores en aquella época para el diseño- me cautivó”.
Recuerda Iván que se detenía a contemplar las gigantes cámaras fotográficas, la amalgama de tintas de colores brillantes que formaban la cuatricromía offset y lo que entendía él una magia manada de las máquinas, que absorbían un pliego de papel en blanco y lo devolvían en segundos con una imagen, lo cautivaron para siempre. “Aquello resultaba maravilloso. Un mundo mágico para un niño de siete años”.
Terminado el preuniversitario se presentó a las pruebas de aptitud del Instituto Superior de Diseño (ISDI) y, de ese modo, comenzó su camino profesional. “No fueron fáciles aquellos cinco años, muchos de los contenidos iniciales eran inéditos para mí. Me convertí en una esponja, absorbiendo todo conocimiento, airoso a veces, cabizbajo otras”.
De entre las disciplinas del diseño gráfico ha desarrollado fundamentalmente la señalética. “En ella he concentrado una buena parte de mi vida profesional, aunque he incursionado en las demás especialidades. El diseño adquiere valor en la medida en que trabaja en función de la sociedad y el desarrollo de un país, su objetivo es mejorar no solo la estética de lo que nos rodea y lo que utilizamos en nuestra vida diaria, es además incluir variables como la sustentabilidad, la economía de recursos, la funcionalidad, entre otras. Creo y apuesto por el diseño donde importe más la obra y su aporte que el diseñador que la hace. La realidad cubana reclama eso como nación subdesarrollada que necesita levantarse entre tantas adversidades”.
¿Cuál ha sido el punto de partida? ¿Trabajas solo con carteles relacionados con el cine? ¿Además de recrear una determinada obra existe una intención de reinventarla sumándole aportes de actualidad o personales?
El punto de partida ha sido la voluntad de cooperar, de ayudar, como lo está haciendo la mayoría. El diseño también tiene cosas que aportar en este acontecimiento inédito para todos. Desde el principio creí que el cartel era el medio ideal a través de las redes sociales y otros medios informativos al que no le han dado la divulgación necesaria. Un grupo de diseñadores hemos proyectado nuestra obra en diversas líneas de trabajo y conceptos para trasmitir de manera eficaz un mensaje persuasivo, educativo, que incite a la responsabilidad social con un fuerte componente creativo –al menos hemos intentado que así sea-, por momentos humorístico pensando en esa característica inherente al cubano y también épico. Esto es una batalla.
Dentro de ese torrente de trabajo han surgido proyectos como el de los carteles de cine en tiempos de Covid-19, agrupados en el sitio “Diseñadores cubanos por el mundo” bajo el manto de Annick Woungly, diseñadora cubana radicada en Suiza, en el que he trabajado muy fuerte porque me pareció desde el principio un homenaje a los grandes maestros de la cartelística cubana: Muñoz Bachs, Rostgaard, Morante, Ñiko, Azcuy, entre otros, y además planteaba un reto en cuanto a la realización, porque teníamos que apropiarnos de la gráfica característica de cada uno de ellos para adaptarlos lo más fiel posible, y eso es complejo. Otro reto resultaba generar una idea sugerente, atractiva, de impacto visual, relacionada con la lucha contra la Covid-19 a partir de las figuraciones de un cartel determinado del que teníamos que conservar elementos generales, para no desvirtuarlo completamente, y que se apreciara el trabajo. La incorporación de elementos de actualidad, gráficamente similares a los existentes en el cartel original y la incorporación de un mensaje actualizado, le brindan al resultado final un fuerte componente nuestro. La mayoría de los originales son carteles políticos, cinematográficos o de documentales. Interesante experiencia.
Quiero agregar que además de este proyecto, muchos diseñadores hemos generado otros carteles de bien público con la misma idea: persuadir, convencer, disciplinar y denunciar conductas irresponsables. Nuestra batalla ha sido gráfica, es en la que podemos ayudar y contribuir como profesionales del diseño. En lo particular me alegra mucho ver en la televisión el uso de la marca país en la bata y el nasobuco del doctor Durán, el galeno que nos pone al día, de la situación epidemiológica cubana. Ahí también ha estado presente el diseño y eso me satisface mucho.
Las redes sociales han sido nuestra aliada, un excelente uso de ellas ha permitido que esas acciones de comunicación lleguen a nuestra gente, hayan tenido una buena acogida y receptividad, incluso han traspasado las fronteras de Cuba. Como anteriormente mencioné, no ha sido suficiente la divulgación en los sitios oficiales ni en los medios televisivos y radiales.
¿Qué importancia le confieres a la serie, cómo surge y que impacto crees que va teniendo en las redes?
La adaptación de los carteles de cine ha resultado una excelente idea. Ha rescatado maravillosas obras para el disfrute y apreciación de las jóvenes generaciones y ha refrescado la memoria visual de quienes tienen más años. En el proyecto generalmente se presentan los dos carteles, el original y el adaptado, para que el receptor pueda apreciar la obra original y el trabajo de reinvención hecho por nosotros. Homenajear a los autores de aquellas maravillosas piezas fue otra de las intenciones; que estuvieran presentes, como lo hicieron décadas atrás engalanando el ámbito político, cultural y social de nuestro país. Es un acto de justicia, de recordación. Yo, que ya no soy tan joven, guardo recuerdos memorables de algunos de ellos y de la experiencia trasmitida.
En mi caso esta idea surge al ver un reportaje televisivo sobre las pruebas de detección del Covid-19, una especie de leucograma según percibí, y me vino a la mente aquella espina sangrante y necesaria en su época de aquella rosa protestona de la Nueva Trova.
Inmediatamente concebí adaptar aquel cartel en un mensaje que estimulara en la gente la realización de la prueba o test. Revisé mi archivo de carteles clásicos, como les llamo, y escogí también el de Rafael Morante, Cinemateca de Cuba del año 61. Un clásico de veras. Y lo readapté. Publiqué esos dos en mi página de Facebook y a los dos o tres días, revisando la página de Diseñadores cubanos por el mundo, vi un trabajo similar, excelente, realizado por Annick, en forma de proyecto; me monté en ese carro con otros diseñadores y empezamos a trabajar por separado pero en el mismo camino. El resultado ha sido profuso, de maravillosa acogida, divulgado en sitios independientes y extranjeros, lamentablemente muy poco en medios de Cuba. De cualquier manera, estamos satisfechos, los ha visto una gran cantidad de personas, esto de las redes tiene un poder multiplicador impresionante y con nuestros megas de conexión y la ayuda de diversos medios, el proyecto ha avanzado. Lo más importante es que la obra tenga el poder educativo, persuasivo. Si con los carteles contribuimos a que la gente cambie o mejore su conducta y asuma una percepción real del riesgo que corremos, hemos cumplido. Los diseños contienen mensajes en un lenguaje popular, uso de refranes, imágenes sugerentes, nada de consignas ni lenguaje oficialista, alto ni rebuscado. Buscan crear simpatía y afinidad e inoculan el mensaje responsable. Ahí está el meollo de la cuestión.
¿Qué otros diseñadores están involucrados y cuál ha sido la conexión entre ustedes?
Además de Annick Woungly que con justeza la llamo la madre de este proyecto, han participado Javier González Borbolla, diseñador del ICAIC, Kendrick Martínez, Alejo Romero, entre otros. Todos han ido compartiendo sus obras en el sitio “Diseñadores cubanos por el mundo”, Graduados del ISDI, y en sus páginas personales, así se ha difundido.
¿Cuántos trabajos conforman este conjunto y hasta cuándo podría extenderse?
No llevo la cuenta de los proyectos de otros colegas. Yo tengo 15 elaborados y publicados. El resultado total debe rondar los 40 carteles. Tampoco atiborrar o abusar son buenas palabras. Llevamos algún tiempo ya y la simpatía no se puede transformar en monotonía y rechazo. Mientras quede alguna solución interesante es válido trabajarla, pero sin abusar. Concluí con unos cinco a partir de la obra de Muñoz Bachs, acompañado de un artículo en el que abordo, desde mi experiencia al trabajar sobre sus carteles, la peculiar interpretación de aquellos filmes y documentales, resultantes de creativas asociaciones visuales de magistral factura.
¿Existe la posibilidad de que esos carteles puedan ser impresos en algún momento?
Muchos creadores hemos coincidido en que sí: hacer una gran exposición donde esté el aporte de muchos en el combate a la pandemia, para que todos los que no tienen la posibilidad de conectarse a internet, que no son pocos, puedan disfrutarla y apreciarla; pero vienen tiempos terribles postcovid y cualquier idea de este tipo requiere recursos para materializarla. Veremos cómo poder lograrlo. Voluntad y disposición sobran.
El diseñador es un pensador visual
https://oncubanews.com/cultura/carlos-zamora-el-disenador-es-un-pensador-visual/