Por más que intente cambiar de tema, el presidente Donald Trump no puede evitar el coronavirus. En abril, el presidente trató de centrar la atención del público en la economía. En julio, en la defensa del “patrimonio”. En septiembre, en imponer la “ley y el orden”, pero en todo ese tiempo, las cifras de muertes del coronavirus no dejaban de aumentar.
Ahora las propias palabras de Trump vuelven a enfocar la atención en su manejo de la pandemia justamente en el peor momento para él: cuando faltan menos de dos meses para las elecciones.
“Yo siempre quise minimizar la importancia” de la amenaza del virus, admitió Trump en marzo durante una conversación íntima con el periodista Bob Woodward, que tomó estado público el miércoles con la publicación de pasajes de su nuevo libro Rage (furia), de próxima aparición.
En grabaciones difundidas junto con los pasajes, Trump insistió en que no quería generar “pánico”, pero sus declaraciones dan lugar a nuevas interrogantes acerca de cómo manejó la crisis que define su presidencia, la que ha provocado hasta ahora la muerte de unos 190.000 estadounidenses, sin que se vislumbre un final.
El equipo de Trump prefiere centrar la atención de cara a las elecciones en la economía, la represión de las protestas generadas por el racismo y la promesa del presidente de que designará más jueces conservadores a la Corte Suprema.
El miércoles, Trump dio a conocer una lista de veinte posibles nombramientos al tribunal supremo, parte de un esfuerzo para alentar a la derecha y los evangélicos, pero el anuncio fue eclipsado por una cascada de sucesos molestos como las revelaciones de Woodward, la decisión de las autoridades de Nevada de cancelar actos de Trump en el estado debido al virus y la denuncia de un exfuncionario de que los colaboradores de Trump lo presionaron para que ocultara los informes de inteligencia sobre la injerencia rusa en la elección a favor del mandatario.
Las revelaciones del libro de Woodward salieron a la luz cuando la campaña de Trump tenía la sensación de que el virus dejaba de interesar a la opinión pública. El presidente mismo se mofaba de las advertencias de los expertos sobre los peligros de los grandes actos de campaña —en los que poca gente usa mascarillas— que está realizando en todo el país.
A pesar de todo, no sería la primera vez que Trump sobreviviría a revelaciones escandalosas hechas por él mismo. Se remontan a sus declaraciones de 2015 en las que puso en duda el heroísmo del senador John McCain, un veterano condecorado y prisionero de guerra en Vietnam, o la grabación del programa “Access Hollywood” en la que se jacta de agredir sexualmente a mujeres.
El miércoles, lejos de negar sus declaraciones de que minimizó el virus, Trump trató de justificarse.
“Soy como un animador deportivo de este país. Amo a nuestro país y no quiero que la gente tenga miedo. No quiero generar pánico”, dijo Trump a la prensa. “Por cierto que no quiero provocar el frenesí en el país o el mundo. Queremos demostrar confianza. Queremos demostrar fortaleza”.
Pero la explicación de Trump indica que trataba de desviar a la gente de la realidad de la tormenta en ciernes. El libro de Woodward detalla las graves advertencias de los funcionarios de seguridad, de que el virus que causa la COVID-19 podría ser tan grave como la devastadora epidemia de influenza de 1918.
El 25 de febrero, semanas antes de que buena parte del país se viera forzado al confinamiento, Trump declaró que el virus estaba “bajo control total en nuestro país”.
El candidato presidencial demócrata no tardó en destacar las revelaciones de Woodard. Joe Biden declaró que el presidente “mintió al pueblo estadounidense. Mintió conscientemente y de buena gana sobre la amenaza de meses que pendía sobre el país”.
“Mientras una enfermedad mortífera arrasaba nuestra nación, él no cumplió con su deber, adrede. Fue una traición de vida o muerte al pueblo estadounidense”, dijo Biden.
Para la noche, las palabras de Trump, grabadas en las cintas de Woodward, aparecían en una publicidad de campaña de Biden. Se escucha la voz de Trump que reconoce la gravedad de la COVID-19 y finaliza con un narrador que dice, “Trump lo sabía desde el comienzo”.
En una llamada con Woodward el 7 de febrero, que está grabada, Trump dice acerca del virus: “Uno respira el aire y así es como se transmite. Es muy astuto. Es algo muy delicado. Es más mortífero que las gripes agotadoras”, dijo Trump. “Es una cosa letal”, repite el presidente.
Tres días después, Trump habló en un tono mucho más optimista en público, durante una entrevista con el canal Fox Business: “Creo que el virus será… creo que todo saldrá bien”.
El diario The Washington Post, donde Woodward es uno de los directores de redacción, publicó pasajes del libro el miércoles, lo mismo que el canal de cable CNN. El libro abarca las relaciones raciales, la diplomacia con Corea del Norte y una gama de asuntos de los últimos dos años.
Se basa en parte en 18 entrevistas que Woodward mantuvo con Trump entre diciembre y julio.
“Trump nunca parecía estar dispuesto a movilizar al gobierno federal y constantemente parecía delegar los problemas (de la pandemia) a los estados”, escribe Woodward. “No se había elaborado un plan para manejar la situación u organizar un enorme emprendimiento para enfrentar una de las emergencias más complejas que haya padecido Estados Unidos”.