Aguacate parece en toque de queda a media mañana. Calles desiertas por las que surca zigzagueante una joven en bicicleta, buscando —si fuera posible— la sombra. Solo dos autos: uno moderno, que se exhibe anacrónico; otro viejo, más a tono con el entorno, para demostrar el ingenio de su dueño que hace que sobreviva como si el tiempo se hubiera detenido, como si pudiera detenerse.
Algo del esplendor del antiguo pueblo azucarero se conserva en las casas derruidas de su calle principal. Pero no hay transeúntes a los que preguntarles por la historia, el presente y el futuro. Las personas que habitan este pueblito a 80 kilómetros de La Habana, han sido sometidas por el sol, el domingo y la desidia. Tras los muros sueñan con el porvenir, quizás lejos de los límites de su localidad.
Camino en busca de gente con quien conversar. Descubro la antigua terminal de ferrocarriles. Está destruida. Puedo abstraerme e imaginar cómo fue a inicios de los años 30 del siglo pasado, cuando se inauguró. Hago fotos.
Encuentro a los primeros habitantes. Dicen que el tren se ha roto cerca. Esperan impacientes. Es la única manera de salir de los muros imaginarios impuestos por la falta de transporte y de dineros para los que no pueden costear los viajes en los escasos autos privados que brindan servicios.
“Los domingos no hay ni guaguas”, comenta un antiguo técnico del clausurado Central Rubén Martínez Villena.
Y yo, cada vez más entiendo más a Jazz Vilá y esa loca intención de construir un rascacielos en Aguacate, y menos, cuánto se ha demorado la revolución en llegar a estos espacios. (Saben que aplaudo las expresiones de la cultura popular que se gestan localmente, tanto como el derecho a acceder a otras manifestaciones artísticas de los circuitos que, desde el poder, legitiman el arte que se hace en la isla).
El antiguo Liceo del pueblo, hoy Casa de Cultura José María Heredia, sirve de cimiento. Actrices, actores, junto a Tony, Claudia y Jose, con el auxilio de algunos habitantes y artistas locales que comienzan a llegar, se disponen a armar la escenografía, una parte importante de esta torre por levantar antes que anochezca. Hay que improvisar, e improvisan, con tablas, telones, sillas prestadas, martillos, pinzas…
Los más jóvenes comienzan a acercarse ante el movimiento. Algunos no cumplen el requisito impuesto de tener 16 años para ver la obra. “Si vienen con algún adulto, podrán entrar”, negociamos con los organizadores que temen a la protesta de los padres por la invitación al voyerismo, que propone Vilá.
Rascacielos cuenta 5 historias que giran en torno al amor, las sexualidades diversas, el respeto, la amistad, la violencia contra las mujeres, las masculinidades hegemónicas y no, las feminidades, el matrimonio, la adultez y la juventud, a partir de la confesión que Lorenzo, un joven artista de la plástica, hace a su grupo de amigos cercanos.
La obra, exhibida por 3 meses de funciones dobles en la capitalina Sala Llauradó, carga con el sambenito de no pocas protestas de personas homofóbicas, que lograron que el cartel promocional, situado en la calle Línea y G, fuera censurado, por órdenes de los gobiernos municipal y provincial de Plaza de la Revolución y La Habana, respectivamente.
Sin embargo, en Aguacate estuvo por más de una semana en la ventana de la Casa de Cultura.
Dice Julio Enrique, un hombre gay que encuentro, que “las cosas han cambiado mucho en el pueblo desde hace 5 años para acá. Antes los gay no podíamos ni salir a la calle. Hoy la población está sensibilizada”, acota.
Él cree que se debe a la influencia de los medios de comunicación nacionales, sumados al efecto del conocido Paquete Semanal, en el que se incluyen series y películas en las que, con más frecuencia, se normaliza a las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero e Intersexuales (LGBTI) y sus derechos.
Show time
Cae la noche, un centenar de personas rompe la inercia. No todos alcanzan los asientos dispuestos. Se reúnen en los pasillos y el fondo, de pie. Son de la tercera edad, adolescentes (acompañados por sus familiares), jóvenes y adultos, mujeres, hombres, blancos, negros, transgénero y homosexuales, diversos como el rascacielos.
La mayoría nunca ha visto una obra de teatro. No tengo que preguntarlo. Lo sé. Aplauden tras cada escena, cada vez que se cerró el telón, usado como recurso emergente ante la imposibilidad de llevar los paneles que diseñó Robertiko Ramos para diferenciarlas; y dialogan con cada texto en voz alta, como si estuvieran frente a su televisor, en la sala de su casa.
Amaury Miliam (Lorenzo), Dania Splinter (Ana) y Omar Rolando (David), Camila Arteche (Mónica) y Lulú Piñera (Claudia), Katerine Richard (María Carla) y Gabriel Ricard (Omar), y Yaniel Castillo (Leo) y Carlos Busto (Julián) lo dieron todo en el escenario, como si el rumor y la agitación, el calor agobiante, no importaran, no estuvieran.
Busto (Julián) no se dejó perturbar cuando desde el público una voz masculina le gritó: ¡Vaya, maricón!, en franca demostración de la homofobia que subsiste en Cuba hoy, ante la falta de leyes de discriminación positiva. Confieso que me puse alerta porque desgraciadamente conozco los efectos de la violencia homofóbica. No pasó de la exclamación.
Los aplausos finales fueron largos, fuertes, cálidos. La mayoría de las personas no se fue, al menos, no sin antes agradecerles a los actores y al equipo, hacerse fotos y contarles sus impresiones.
“Mis hijas han visto la vida”, me dijo Yoandra, la madre de dos muchachas adolescentes que insistieron en asistir.
Eros Samuel, que sueña con ser actor, me citó al dramaturgo estadounidense Arthur Miller: “el teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma”, justo antes de desearnos buen viaje.
Jazz, cumpliste. Aguacate ya tiene un rascacielos y las construcciones, allí, son ahora imparables. ¡Ojalá!
Que buena descripción y objetivo de la presentación en Aguacate. Lo conozco a este pueblito y me parece muy especial. Es bueno saber que construyeron un rascacielo. No dejen de seguir intentando en otros lugares. 🙂
Gracias, Yilo, por la parte que me toca. Me encantó Aguacate y lxs aguaquetensxs que conocí más. Le paso tu mensaje a este equipazo que lidera Jazz Vilá, que sé pronto hará nuevos anuncios de gira para construir nuevas torres en Cuba.
Me atrevo, ante la imposibilidad de acceso a Internet de Eros Samuel a postear su comentario sobre este texto. Desde Aguacate hoy a las 9:54 p.m., justo después de recibir la noticia de que una amiga trans, Yeni Puentes fue vilmente asesinada por su pareja: “Hola, Marta! Qué gusto leer tus líneas; cargadas de suma franqueza, muestra una infinita realidad que nos ha tocado vivir a nosotros, los moradores de este remoto lugar, olvidado por los dioses en un lejano confín del mundo, en el cual el tiempo parece no ser. Acá, en espera de la osadía de algún “arquitecto”, que para bien se atreva a forjar las más osadas siluetas y, desafiando la gravedad, se empine hacia el firmamento con la firmeza de un rascacielos.
La vida es como un rascacielos, en ocasiones nos conformamos con solo llegar a su base cuando podemos escalar a la cima, alejados del suelo y más cerca de las nubes. Aunque en ocasiones es necesario descender para no olvidar que existe suelo. Cuídate un montón. Los muchachos de la casa de cultura te envían saludos”.
Hacen falta tantos rascacielos!!!, pienso mientras lo leo y lloro.
WOW, bravo Martuki, espero que uno de los principales objetivos que tuvo Jazz con esta obra se siga cumpliendo en otros pueblos de nuestro país. Aguacate ya tiene su Rascacielos, faltan muchos más en toda Cuba. Bravo Martuki, Bravo Jazz, Bravo Rascacielos…. Bravísimo a todos los actores!!!
Dayron, gracias a ti. Solo se realiza un rascacielos de esta magnitud con personas como tú, leyendo, viendo, opinando y haciendo periodismo ciudadano con amor. Le digo a Jazz y a su equipo, hoy mismo, en un ratico.