Delfín Prats tiene un libro que, además de partir de un “código especial” para comunicar lo que necesitaba decir en su momento, alguna vez fue pulpa. Lo publicaron, ya que había merecido un premio, pero a poco de editarse lo metieron en una trizadora y solo dejaron de él unos pocos ejemplares.
El libro, sin embargo, ha vuelto a las librerías una y otra vez. Sucede en la medida en que las nuevas generaciones entienden la injusticia a la que el poeta fue sometido en plena juventud. Pertenecía a una generación perseguida por la burocracia, que apenas cree en premios o talento alguno.
El libro del que hablo, Lenguaje de Mudos, mereció un premio: el “David”, en 1968. Por eso, cincuenta años después una editorial como La Luz (de la Asociación Hermanos Saíz, de Holguín) juntó en 2017 los poemas publicados en aquel título, y todos los que el poeta había escrito en sus, hasta ese momento, 72 años. La editorial los presentó entonces como justicia poética y generacional en un material al que dio por título El brillo de la superficie.
En la generación de Prats, y especialmente en el grupo con el cual interactuaba, no solo había jóvenes a los que poco les interesaba aquello del “arte comprometido”; la mayoría se abocaba a experiencias más sensoriales, y buena parte “pecaba” ya por su “disidencia” sexual.
Había personas LGBTQs en el grupo y entre todos, uno muy amigo de Prats durante un tiempo, Reinaldo Arenas, para colmo abandonó el país años después y rompió con todo. Ese todo cayó como un camión de tierra sobre Prats y su poesía hasta que pasaron los años y, como eran buenos los versos, sin ayuda de nadie salieron del barro, sacando del mismo sitio al autor, que se había dado a una vida de asceta bebedor en los campos de la ciudad de la que apenas se ha movido.
Pero, volviendo al libro El brillo de la superficie: el proyecto parece haber nacido de un disco en el cual los editores lograron que el poeta recitara durante una hora y algo, comenzando por el clásico “Humanidad”, verdadero himno en la obra poética de Prats. Alguna vez, por incitativa de un funcionario de cultura en la ciudad de Holguín, planearon inscribir el poema en azulejos del edificio más alto, sin que el hecho se concretara.
***
“Humanidad”
Hay un lugar llamado humanidad
un bosque húmedo después de la tormenta
donde abandona el sol los ruidosos colores del combate
una fuente un arroyo una mañana abierta desde el pueblo
que va al campo montada en un borrico
hay un amor distinto un rostro que nos mira de cerca
pregunta por la época nueva de la siembra
e inventa una estación distinta para el canto
una necesidad de hacer todas las cosas nuevamente
hasta las más sencillas
lavarse en las mañanas mecer al niño cuando llora
o clavetear la caja del abuelo
sonreír cuando alguien nos pregunta
el porqué de la pobreza del verano y sin hablar
marchar al bosque por leña para avivar el fuego
hay un lugar sereno un recobrado y dulce lugar llamado humanidad
También tiene Delfín Prats otros versos de potencia infinita, incluidos tanto en el disco grabado en los estudios de Radio Holguín como en el libro de igual nombre que cuenta con prólogo del escritor y decimista holguinero Ronel González.
Muchas veces he entrevistado a Delfín, y algunas hemos hablado de su poesía y del tiempo en el cual le tocó escribirlas. Una vez me dijo que no se sentía un intelectual: “Yo nunca me he considerado un intelectual, porque no lo soy”; y dijo: “No manejo ideas que estén insertadas en algo doctrinario. Lo único que hice fue escribir unos poemas, conservarlos tal y como los logré crear, trabajándolos, porque mi poesía es trabajada”.
A ustedes les regalo otro poema de este hombre que dice no ser intelectual, sino eso: poeta, y que apenas asoma por la ciudad o por las redes sociales, pues prefiere la fuga, la evasión, el otro lado del circo:
“Abrirse las constelaciones”
No los reduzcas al espacio
demasiado estrecho de tu verso
(tu árbol es un árbol
alzado en mitad de la sabana
contra la que se cierne
la apretada soledad de la noche)
No los encierres en tu casa
(tu casa es un refugio
y sólido
pero en su hondura
persistentes resuenan
ecos de pasos y voces ancestrales)
No los reduzcas tampoco a la ciudad
(el verso, la casa, la ciudad, son límites
muros que será preciso violentar
para escapar al aire más vasto de la Isla)
La Isla es el compendio en fin
de tu verso tu casa y tu ciudad
pero no los restrinjas a la Isla
ellos se asomaron mucho más allá
ellos vieron del otro lado del horizonte…
abrirse las constelaciones.