Dos mujeres víctimas de la violencia de género pueden, al fin, hablar de libertad. Ellas tendrán aún que desaprender añejos hábitos patriarcales para emprender sus caminos. Pero están en marcha, cada una en busca de un espacio que no se parezca al sitio de donde vienen.
Este es el final que la dramaturga estadounidense Caridad Svich, hija de padres cubano, argentinos, españoles y croatas, y una de las discípulas de María Irene Fornés, creó para las protagonistas de Cualquier otro lugar menos este, que ha aparecido en la escena teatral habanera y miamimense con muy poco tiempo de diferencia.
El happy end no suele ser habitual en este tipo de historias sobre mujeres, mucho menos en la vida real. Solo contamos con subregistros de cómo la violencia machista impacta en mujeres y niñas, desamparadas incluso para reconocer las agresiones. Las estadísticas mundiales aseguran que entre 7 y 10 mujeres han sido violentadas física y/o sexualmente en algún momento de sus vidas, y que cada 10 minutos una mujer es asesinada por su género.
Aunque desconozco las motivaciones y el resultado de la versión del cubano Jorge Lugo para Akuara Teatro, en colaboración con La Má Teodora, me llama atención la coincidencia en el tiempo de este texto en las dos ciudades y quiero destacarla. (Akauara la estrenó durante el pasado Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami y la presentó hasta el 2 de agosto último).
La puesta del Brecht
Publicado en el libro Teatro cubano actual. Dramaturgia escrita en Estados Unidos, de la cubana Ediciones Alarcos, el texto de Svich le sirve a la teatrista cubana Anaysy Gregory, para introducir casi todas las modalidades de la arraigada violencia contra las mujeres y también la que sobre las masculinidades hegemónicas victimarias ejerce el orden patriarcal de las cosas, aunque no sean el centro del debate.
Gregory convierte Cualquier otro lugar menos este en una guía fácil para descubrir la violencia de género donde se esconda y entender cómo funciona en un ciclo del que para salirse se necesitan redes de apoyo y leyes específicas que garanticen protección y atención a las víctimas, por solo mencionar dos factores importantes en su erradicación.
Como Thelma y Louis (Ridley Scott, 1991), las vidas de Lidia y Verónica son una clase sobre el ciclo de la violencia de género en la pareja, en el hogar. Gregory se ocupa de exponer al vuelo, además, dos temas de la violencia machista postergados en la agenda cubana, como es el embarazo medicalizado y el aborto en la precariedad actual del sistema de salud nacional.
Y es que la también actriz no puede evitar las referencias isleñas, que llegan en discretas adaptaciones al texto y en las imágenes de video con las que intenta también resolver su escenografía y pasar mensajes puntuales sobre el fenómeno que apoyan su discurso teatral.
Para lograr su puesta en escena cuenta con el apoyo de Teatro de la Luna, su director Raúl Martín y de la beca El Reino de este mundo de la Asociación Hermanos Saíz, que incentiva el arte joven en la Isla.
Mientras, se ha agenciado la asesoría en los temas de violencia de género de los no gubernamentales Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR) y Centro Félix Varela, así como a las expertas Marelen Díaz, Dalia Acosta y Danae Diéguez.
Con este aval Gregory integra a Berenjena Teatro a la Campaña Únete para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, a la que Cuba se unió en 2012.
Únete cuenta en la Isla con la campaña Yo digo no a la violencia contra las mujeres, a la que se han sumado deportistas, intelectuales, mujeres y hombres que, los días 25 de cada mes, se acogen al conocido Día Naranja para hacer un llamado sobre este flagelo mundial.
Además, Únete ha permitido se constituya una Red de artistas cubanos de diversas manifestaciones, entre las que figura Gregory.