La vivienda se ha vuelto tan cara en EE.UU., que los trabajadores que cobran el salario mínimo prácticamente no pueden alquilar un apartamento de dos habitaciones, mucho menos un casa multifamiliar, según un estudio divulgado recientemente.
Esta situación afecta a aquellos que trabajan 40 horas por semana, con un salario mínimo federal de 7,25 dólares la hora, indicó el estudio preparado por la Coalición Nacional de Vivienda para Personas de Bajos Ingresos. La excepción ocurre apenas en el 7% de los condados del país, o sea, 218 de más de 3.000.
De acuerdo con la investigación, un trabajador necesitaría ganar 24,90 dólares por hora para poder pagar una casa de dos habitaciones, o 20,40 por un apartamento de una habitación. Estas cifras de alquileres justos del mercado son estimaciones del gobierno de lo que una persona debe esperar pagar por una vivienda modesta en su área, lo cual equivale a lo que un trabajador necesitaría ganar para pagar una casa sin gastar más del 30% de sus ingresos en alquiler y servicios públicos, como agua, gas, y electricidad
“Estas cantidades son mucho más altas de lo que muchos estadounidenses, incluidas personas mayores, personas con discapacidades y familias trabajadoras, pueden gastar en vivienda”, comentó Marcia L. Fudge, secretaria del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, en la introducción del informe.
En julio a nivel nacional el alquiler medio en el mercado es de 1,061 dólares al mes por un apartamento de una habitación y de 1,295 al mes por una vivienda de dos dormitorios, indica el estudio.
Mientras tanto, el salario medio por hora del inquilino es de 18,78 dólares, un ingreso que puede absorber 977 dólares al mes en alquiler sin tener que cargar con una hipoteca de la vivienda. Un hogar que vive con un salario mínimo sólo puede pagar 377 dólares al mes, concluye el estudio.
Pero sucede que el inquilino promedio en 17 estados, incluidos California, Florida y Nueva York, gana al mes 5.00 dólares menos del promedio de vivienda de dos habitaciones del estado. O sea, se encuentra en una situación a la que se llama popularmente “debajo de agua”. La misma expresión se aplica también a aquellos precios de vivienda que se encuentran debajo de su valor patrimonial, lo cual hace difícil la venta.
Los valores patrimoniales son determinados anualmente por los condados a los efectos de calcular los impuestos a la propiedad. Algunos condados, como Miami-Dade, en el sur de Florida, otorgan exenciones de pago de impuestos de una parte del valor de la propiedad, pero que no se aplican a los efectos de un valor para la venta. O sea, el cálculo de la exención no afecta el valor real.
La mayor brecha se encuentra en Hawai, donde la diferencia entre lo que gana un inquilino promedio y el salario de vivienda de dos habitaciones del estado es de 20,13 dólares.
El impacto de la pandemia
Por otro lado, la pandemia de la COVID-19 ha exacerbado la inestable situación de la vivienda para muchas personas, y los gobiernos locales, estatales y federales han implementado protecciones para evitar una oleada de desalojos. Se reservó una cantidad sin precedentes de ayuda federal para el alquiler de emergencia, unos 46 mil millones, para brindar alivio a los inquilinos afectados y los propietarios que vieron sus ganancias reducidas.
Aun así, muchas personas seguirán teniendo dificultades para pagar el alquiler en el futuro, entre varias razones, como es el caso de Florida, porque esas ayudas finalizan en julio. Con ello, al menos en teoría, se vuelve a reanudar el desalojo de los inquilinos que no puedan pagar sus viviendas.
En estos momentos existen 7,5 millones de inquilinos de bajos ingresos que gastan más de la mitad de sus ingresos en vivienda, según el informe. Ello puede poner a los inquilinos en riesgo de quedarse sin hogar. Más de 580.000 personas quedaron sin hogar durante el pico de la crisis del coronavirus el año pasado, según el Departamento de Vivienda.
La asequibilidad de la vivienda es un desafío mayor para los hogares negros e hispanos, según el estudio, y es más que probable que esos grupos constituyan el núcleo de los futuros desalojos.
Durante la pandemia, los trabajadores negros y latinos experimentaron tasas de desempleo más altas, lo que llevó a que estos grupos fueran más propensos a atrasarse en el alquiler, según el análisis de datos de la Oficina del Censo realizado por el Centro de Prioridades de Presupuesto y Política.