Dos mujeres, madre e hija, viven una conflictiva travesía a bordo de un veterano y claustrofóbico “polaquito”, en la que se revelan recuerdos y contradicciones que van, incluso, más allá de su propia familia.
Esta es, grosso modo, la trama de Las Polacas, filme de 24 minutos con el que regresa a la ficción el realizador Carlos Barba Salva luego de su debut en este género con 25 horas. En el mismo, este guantanamero radicado en EE.UU. y con una reconocida carrera en el documental, vuelve a apostar por una historia bien cubana ―no por apelar al folclor y al estereotipo, sino por ahondar en los dramas humanos que componen, en definitiva, la sustancia de un país―, en la que brillan por derecho propio sus dos protagonistas, por demás, madre e hija en la vida real: Coralia Veloz y Tahimí Alvariño.
Producido por Mareafilmes con el apoyo del ICAIC, la película cuenta con el guion del propio Carlos, la dirección de fotografía de Carlos Rafael Solís, el sonido de Javier Figueroa y la edición de Jorge Abello, entre otros miembros del staff creativo. Tras presentarse en diferentes citas fílmicas del mundo, fue incluida en el concurso de cortometrajes del 42 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y justo este lunes tenía programado su estreno ante los espectadores de la Isla.
A propósito de su presentación en La Habana, OnCuba dialogó (vía online) con su director, para conocer claves sobre la creación, trayectoria y otras interioridades de Las Polacas. Sirva este intercambio ―y el posterior, en un segundo momento del texto, con una de sus actrices― como una invitación desde nuestro medio a la búsqueda y el disfrute de la película.
¿Cuál es la génesis de Las Polacas? ¿Por qué emprender justo este proyecto en este momento de tu carrera como realizador?
Los temas te asaltan. Además, en tiempos como estos, manejar solo un proyecto no me parece lo adecuado, siempre estoy barajando varios. En este caso, surgió de un deseo genuino de querer contar una historia como esta. Yo me nutro de la realidad, de las vivencias. Suele decirse que “todo está inventado”; entonces, si te consideras un autor solo queda tu mirada, cómo plasmas el tema, qué ideas quieres que prevalezcan.
Es un misterio descifrar dónde está la génesis de una película, aunque quizás un hecho concreto contenga esa chispa que te obliga a escribirla. Y una vez ahí, los personajes van ayudándote a conformarla. Me parece que no hay fórmula para la sinceridad: si estás seguro de lo qué quieres decir, qué sientes, va apareciendo la maravilla. Tenemos un país que grita y se debate, y hay que escucharlo. Hay que escuchar a las familias, a esas generaciones confrontadas, un debate que no es por gusto. De eso intenta hablar Las Polacas, porque el pasado no se puede ocultar, y el presente menos.
Las dos actrices que asumen los protagónicos cargan con un gran peso en la película ¿Qué te hizo decidirte por ellas?
Con Coralia había trabajado cuando fui asistente de dirección en Barrio Cuba (2005), de Humberto Solás, y con su hija Tahimí tengo una relación de amistad en la que de vez en cuando afloraba el deseo de trabajar en un proyecto compartido, pero no era algo impuesto. Pasábamos tiempo juntos, compartíamos como amigos, y simplemente vivíamos. En un momento de su estancia en Bogotá nos acercamos más, a tal punto de no definirnos como “confidentes”, que es una categoría muy común entre amigos entrañables, sino que nos convertimos en “coincidentes”, rebautizando esa compenetración que surgió de una manera muy espontánea. Ese fue el camino.
Para Las Polacas, sabiendo de sus calidades y registros como actrices, me pareció muy bien que se arriesgaran en esta especie de tour de force que la película supone para sus protagonistas y poder ver el resultado de cómo se encontrarían en pantalla llevando su vínculo real a la ficción. Y ahí está el resultado. No solo son muy parecidas físicamente; también lo son sus gestos o frases a coro… Pareciera que cuando están juntas (en la vida o la escena) estuvieran calculando milimétricamente una reacción al unísono. Tengo que decir que, para un director con una historia como esta, era un regalo tenerlas.
¿Cómo se desarrolló el rodaje ¿Cuán arduo fue, teniendo en cuenta que la acción transcurre principalmente en un pequeño auto?
Esta es una película a ras de suelo, y desde el punto de vista formal también. No hay tomas aéreas ni composiciones estrictas. Quería ponerlas a ellas en el centro de los acontecimientos, mostrar esa conversación que pudieran tener cualquier madre e hija y que, como familia al fin, cuando se pone airado el ambiente, termina por aflorar el deseo de que esas palabras se las lleve el viento, porque a la familia siempre se vuelve. Nada mejor entonces que se escapen por las ventanillas de un icónico “polaquito”, un vehículo que no por pequeño deja de ser fotogénico y que con su sola presencia brinda señales al espectador del universo, del entorno de estas mujeres.
Quiero pensar en la circularidad de las historias. En el caso de Las Polacas, hacemos el viaje junto a ellas y por acumulación nos vamos enterando del drama de estas mujeres. Y aunque en el presente de esos personajes exista un desenlace, estoy seguro de que Margot (Tahimi Alvariño) repetiría ese trayecto, y ella y su madre continuarían diciéndose las mismas cosas, o parecidas, en una nueva vuelta.
Una vez terminado el filme, ¿cómo valoras el resultado? ¿Cuán satisfecho te sientes con la obra y con la acogida que ha tenido hasta el momento?
Lo rodamos en el verano de 2019 y hacerlo fue también admirar a estas actrices desde el lado profesional, aún más. Comprometidas con el proyecto y con el poco tiempo de rodaje, estuvieron horas dentro del pequeño auto Fiat “polaco” nunca diciendo textos, sino viviendo ese presente con una verdad aplastante. Esa es justamente una de las cosas más lindas que nos dicen los espectadores cuando ven el filme.
El trabajo de mesa fue corto, de tres o cuatro días, también para definir imagen, y luego la filmación, dos largas jornadas. Te imaginarás el reto. Y si voy a hablar de mi satisfacción con el resultado, tengo que referir necesariamente al increíble staff con el que trabajé: Javier Figueroa, en el sonido directo; Carlos Rafael Solís ―un aliado y familia del que siempre recibo apoyo―, como director de fotografía y operador de cámara junto a Víctor Dennis González; Oscar Pérez en la iluminación y su auxiliar Ariel Leyva; Ronny Herrera como asistente de producción; el apoyo del ICAIC y de la oficina de Panchito Álvarez y su esposa Mayte; Abel Álvarez como script, diseño de producción y créditos; Juan Manuel Gómez, productor, echando rodilla en tierra; el editor “Tutti” Abello, el clásico montajista de películas como Clandestinos o Adorables mentiras en su regreso al cine cubano; la música original de Yuri Hernández, que compuso y ejecutó su primera partitura para el cine; Benito Amaro y Valeria Mancheva en el diseño sonoro y esta última también encargada de la mezcla final; Abel Rodríguez en la corrección de color y Luis Tejera al frente de Aracné Digital, en los detalles para el disfrute de la pantalla grande. Además, no quiero dejar de mencionar a los diseñadores encargados del póster Ernesto Rancaño y N&B (Selección Oficial Cartel en Festival de La Habana) y Eduardo Corría en el cartel serigráfico. Y también a los colaboradores, amigos, familia, choferes… todos sin excepción, tan esforzados e involucrados en este proyecto que no puedo estar más que agradecido porque me siguieran en esta aventura que se llama Las Polacas. Desde su inicio y hasta hoy.
¿Qué expectativas tienes con la presentación de la película en Cuba y su contacto con el público cubano?
Después de varias selecciones oficiales y el merecido reconocimiento especial del jurado a Coralia Veloz en Seattle Latino Film Festival, estuve recientemente en el Havana Film Festival de New York (HFFNY) y la identificación que se produjo con esta película fue impactante. Primero dentro, durante la proyección y el “Preguntas y Respuestas” con el público, y ya después fuera de sala. Por suerte, ahora en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana se podrá sentir el pulso con el público ideal o natural de la película, que es el cubano. Con esa ilusión asumo el estreno habanero, previsto para este lunes a las 12:30 pm en el cine Riviera.
¿Serán Las Polacas la génesis de otros proyectos, quizá con las mismas actrices, o un posible impulso a seguir por el camino de la ficción y emprender proyectos de mayor metraje?
Cuando me dijeron, al final de la proyección en New York, que ese espacio pequeño, en el “polaquito”, fue llenado por los personajes a fuerza de emoción y coraje, se me ocurrió que bien podríamos, a futuro, pensar adaptar su historia al teatro. Deseé que las actrices sintieran ese diálogo que aquellos espectadores entablaron con Las Polacas. Después de certámenes en Grecia, Estados Unidos, España, Polonia, el interés inmediato y permanente será continuar acompañando la película, y que las polacas conduzcan bien y de forma segura hasta llegar a muchos públicos. Como dijo un miembro del equipo, en definitiva, ellas son “Rápidas y veloces”.
Una “polaca” llamada Tahimí
Para Tahimí Alvariño, trabajar con Carlos Barba fue “un gozo tremendo”. Dueña de una prolífera trayectoria dentro y fuera de Cuba, asegura que llevaba tiempo deseando ponerse bajo sus órdenes y que espera que este proyecto le abra la puerta a otros por venir. Aunque bien sabe que Las Polacas tendrá siempre para ella un significado especial, pues al hecho de ser dirigida por un gran amigo se unió el compartir los roles protagónicos con su madre. Por todo ello, y por la emoción que le despierta la obra ya terminada, no duda en considerar este filme como algo “maravilloso” y “mágico” en su carrera.
¿Cómo llegan Tahimí y Coralia a Las Polacas?
Carlos Barba, no solo es un gran amigo, es como familia. Hablamos, sin mentirte, todos los días. Y estaba cocinando esta historia sin haberme revelado nada. De repente nos dice que había escrito un guion para mí y para mi mamá y que me lo iba a mandar. Y nos dijo algo así como que en una semana estaba llegando, que nos lo leyéramos y le preguntáramos lo que quisiéramos, porque íbamos a tener poco tiempo de ensayo y dos días de rodaje. Y cuando nos dice eso, imagínate. Mi mamá y yo nos quedamos entre la alegría y el susto, pero más con la alegría y el entusiasmo, y nos pusimos rápidamente a estudiar el guion y a tener un trabajo de mesa con él a través de WhatsApp.
¿Cómo vivieron el rodaje?
Cuando Carlos llegó, tuvimos un almuerzo de trabajo y estuvimos hablando todo lo que teníamos que hablar sobre el proyecto, sobre los personajes, lo que pensábamos de la historia, sobre la filmación, fue un trabajo de mesa provechoso, y al otro día nos citamos para un ensayo y ahí hicimos prueba de vestuario, ensayamos las escenas, y casi enseguida ya estábamos rodando.
Fue un rodaje muy intenso, porque todo se hizo en dos días. Era todo muy complicado porque era en carretera, en un “polaquito”, que es un carro muy pequeño, pero se hizo con un equipo maravilloso. Todo el mundo trabajó con mucho amor, todos estábamos muy involucrados con el proyecto. Y fueron dos días muy fuertes, pero muy lindos también, poque estábamos gestando algo que a todos nos entusiasmaba mucho. Entonces, el rodaje fue complejo, con el carro en la carretera, o sobre una escatolina en varias ocasiones, con los camarógrafos filmando a los lados, pero al mismo tiempo fue todo muy fluido y con mucha magia. Desde el primer instante hubo magia en ese proyecto, desde que lo hablamos hasta que lo terminamos de rodar.
¿Cómo valoras la experiencia de trabajar a las órdenes de Carlos Barba?
Trabajar con Carlos es súper cómodo. Si por mí fuera, hiciera un contrato de exclusividad para trabajar en todos sus proyectos. Es un director que escucha mucho, que no es nada rígido, sino todo lo contrario, es muy abierto, lo que no quiere decir que no tenga claro lo que quiere. Es un director excelente, muy seguro, que va al set con todo perfectamente planificado, pero sin cerrarse a algún cambio que pueda ser necesario. Aunque en el corto casi no hubo cambios, porque todo estaba muy bien pensado desde el principio. Así que todo fue fluir y dejarnos llevar por lo que él quería, por lo que nos pedía.
Además, sin estrés, con muy buena energía. Carlos nunca pierde su ecuanimidad, que es algo que le da mucha seguridad al actor y que es vital en un set de filmación, para crear. Y es un hombre muy inteligente. Entonces, toda esa inteligencia la vuelca en su trabajo y hace que sea una maravilla trabajar con él. Dirige desde la psicología de los personajes, porque lo conoce todo muy bien, al detalle. Entonces, estar dirigidas por él fue un gozo tremendo.
¿Cuánto hay de Tahimí y Coralia en los personajes de Las Polacas?
Bueno, lo que hay de mi mamá y de mí en Las Polacas con respecto a nuestras vidas es nuestro lazo filial, porque, como ellas, somos madre e hija. Pero por lo demás, no. Las polacas son dos mujeres que tienen sus conflictos, que tienen un ajuste de cuentas de toda la vida, y en ese carro van con muchas cosas guardadas dentro que afloran en el viaje que están realizando.
Como personajes, la verdad, no tienen nada que ver con mi mamá y conmigo, están totalmente alejadas de nuestra realidad. Y eso, lejos de ser un problema para nosotras, fue algo muy enriquecedor. Esa diferencia con las actrices en la vida real hacía a nuestros personajes muy ricos a la hora de actuar, porque había que asumir sus complejidades y conflictos, había que encontrar la forma de visibilizar de manera creíble esa cantidad de diferencias y contradicciones que tienen estas mujeres, una con la otra. Y justo eso fue lo grandioso de hacer la película: poder caracterizar a una madre y a una hija que nada, pero nada, tienen que ver con nosotras.
¿Fue difícil compartir el set de filmación con tu mamá?
Trabajar con mi mamá siempre me hace mucha ilusión, igual que a ella. Nosotras hemos hecho de madre e hija en varias ocasiones, y siempre con historias distintas, que es lo bueno, y siempre con conflictos entre nosotras, justo lo que no tenemos en la vida real. Además, mi madre, y esto lo digo no porque sea mi mamá, es una cátedra, una escuela. A su lado uno siempre aprende, porque es una actriz tremenda, que no deja de dar, y dar, y dar, todo el tiempo. Es una garantía para cualquier proyecto y para cualquier director. Y para mí, como actriz y como su hija, es muy enriquecedor y placentero poder compartir escenas con ella y aprender directamente de lo que hace. Me encantaría siempre poder trabajar con ella, aunque no sea de madre e hija. Es una maravilla.
Además, en la casa, como vivimos juntas, siempre estamos hablando de nuestro trabajo, de los personajes que asumimos, y cuando trabajamos en un proyecto como Las Polacas, imagina cuánto puede representar eso, tenerla ahí conmigo, poder entrar a su cuarto, que es al lado del mío, y poder hablar de lo que estamos haciendo cuando se nos ocurre algo, cuando nos viene a la mente alguna cosa sobre la película o los personajes. Eso es un gozo y un grandísimo privilegio.
¿Cómo se sienten con el hecho de que la película sea exhibida en La Habana, durante el festival?
Las Polacas ha tenido ya un largo recorrido, ha estado en muchos festivales, y los que le faltan, y gracias a él mi madre obtuvo un reconocimiento especial del jurado en el festival de cine de Seattle, un premio internacional, lo cual le da un aval importante. Pero nosotros, no solo ella y yo sino todo el equipo, siempre soñamos con que pudiera verse en Cuba, en el Festival de La Habana. El disfrute de que se exhiba en una sala de acá, en pantalla de cine, era una ilusión tremenda que teníamos. Y poder compartir esta película con el público cubano, que es el nuestro, y estar en la sala en ese momento, es algo, sin dudas, muy especial.
A partir de lo vivido con Las Polacas, ¿podremos ver pronto a Tahimí Alvariño en un nuevo proyecto de Carlos Barba?
Sobre esa posibilidad, por altanero que suene, solo le diría a él mismo: “Más te vale, Carlitos, más te vale”.
Yo le insisto siempre en que escriba algo y tenemos un “cocinadito” ahí del que no quiero revelar nada, porque él todo lo mantiene en secreto, pero hay otra actriz y yo que le estamos comiendo el cerebro y en algún momento esperamos que nos sorprenda con algo.
Pero sea lo que sea, con él siempre voy a querer trabajar, por lo mucho que lo estimo como artista, como director, y por lo mucho que lo aprecio como amigo, como ser humano. Tenemos una relación y una comunicación muy especial. Nos hablamos todos los días, y pensamos, no voy a decir que exactamente igual, porque ninguna persona es igual a otra, pero sí casi de la misma manera. Y si a eso le sumo que pueda estar en una próxima película suya, pues eso para mí es el premio gordo. Así que el premio más grande que yo pueda recibir es que Las Polacas me lleven a su nuevo proyecto.