Bob Kendrick (Crawfordville, 1962) nunca vio jugar a Orestes Miñoso en su etapa dorada de las Ligas Mayores. Solo dos años tenía aquel chico afroamericano cuando el “Cometa Cubano” colgó los spikes en 1964, después de haber superado la barrera de los 2000 jits, las 1200 anotadas y las 1000 impulsadas, además de ser el único latino en la historia con más de 600 extrabases y menos de 600 ponches.
Las primeras memorias de Kendrick sobre Miñoso en el terreno están algo difusas. Recuerda que, siendo un adolescente, se armó algo de revuelo en Chicago por el regreso a los diamantes de un veterano que se convertiría en el segundo pelotero de la historia con participación en cinco décadas diferentes, pero aquel suceso terminó siendo algo testimonial.
Sin embargo, el nombre de Miñoso quedó grabado en la mente de Kendrick, quien décadas después tuvo el privilegio único de sentarse al lado de la leyenda cubana y descubrir ahí, de primera mano, la verdadera significación de ser el primer latino negro en las Grandes Ligas y uno de los jugadores más influyentes en la historia de los Chicago White Sox.
“Ni siquiera puedo contar la cantidad de veces que nos sentamos en la sala de conferencias, al lado de mi oficina, para hablar sobre el béisbol, la vida y las alegrías que sentía por este juego”, dijo Kendrick recientemente a The New York Times.
Thrilled that my friend & @whitesox legend, Minnie Minoso, was finally selected for induction into the @baseballhall! Wish it had happened when he was still alive. Can you imagine the the energy and excitement that Buck O’Neil & Minnie would have brought to the ceremony? @MLB RT pic.twitter.com/DApma9pTKt
— Bob Kendrick (@nlbmprez) December 10, 2021
Casi con 60 años, el actual presidente del Museo de las Ligas Negras tiene ahora muy claro que Miñoso construyó el camino para que cientos de peloteros latinos tuvieran la oportunidad de mostrar su talento y brillar en el mejor béisbol del mundo, algo impensado a mediados del siglo pasado.
Quizás por eso, por conocer al pie de la letra la magnitud del legado del gran Mr. White Sox, es que Kendrick no puede entender por qué demoraron tanto en abrirle un espacio en el Salón de la Fama de Cooperstown, templo al que pertenece y al que debió entrar en vida.
“Debería haber sucedido cuando todavía estaba con nosotros, y sé lo mucho que significaba para él”, aseguró Kendrick, refrendando algo que el propio Miñoso había dicho hace algunos años en una entrevista con Christina Karl: “No me digan que seré elegido después que muera. No quiero que ocurra eso después que yo muera. Me gustaría que fuera en vida, quiero disfrutarlo.”
Lamentablemente, eso no se cumplió, a pesar de que Miñoso, como dijera Kendrick, “fue uno de esos constructores de puentes, y quienes se convierten en constructores de puentes en nuestra sociedad tienen un lugar muy especial.”
El legado de Miñoso se desvirtuó demasiado a raíz de su regreso a los diamantes de las Mayores en 1976 y 1980 para convertirse en el segundo pelotero con participación en cinco décadas diferentes, detalle pintoresco que nació en la mente del propietario de los White Sox, Bill Veeck —el mismo que lo había hecho debutar en Cleveland en 1949—, pero no determinante en la carrera de un deportista.
Esa excentricidad de Veeck le costó a Miñoso, quien no fue apreciado por los votantes de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA por sus siglas en inglés), al punto de que nunca le dieron ni un tercio del apoyo necesario para entrar en Cooperstown.
Lo mismo sucedió después con el Comité Especial de las Ligas Negras o el Comité de Veteranos, que obviaron sus números y su impacto en el juego.
Desde diversos sitios especializados argumentan que los electores “dejaron pasar” a Miñoso porque no lo vieron jugar o porque solo recuerdan sus últimas incursiones con más de 50 años en 1976 y 1980, las cuales, por supuesto, fueron nefastas más allá de la parafernalia mediática que provocaron. Esas, sin embargo, son excusas vacías y sin sentido…
Los votantes cuentan con el material suficiente para estudiar las carreras de peloteros a los que no vieron directamente en el diamante. Es más, con toda la documentación disponible deberían ser capaces de valorar en la justa medida el rendimiento de los jugadores, incluso, de aquellos que no ganaron títulos ni grandes premios individuales.
Miñoso es uno de esos casos: participó en 13 Juegos de Estrellas y se llevó tres Guantes de Oro, pero nunca estuvo en una Serie Mundial de MLB (participó y ganó la de 1947 en las Ligas Negras con los New York Cubans), ni ganó el Novato del Año o el MVP en sus 20 temporadas en las Mayores.
Sin embargo, hay que observar al detalle las cosas y no quedarnos solo con la primera impresión de lo que nos muestran las hojas biográficas y los historiales estadísticos.
Por ejemplo, en 1951 Miñoso terminó segundo en la carrera por el Novato del Año de la Liga Americana, premio que se llevó Gil McDougald, de los Yankees, pero si estudiamos a fondo el desempeño de ambos no nos costará darnos cuenta de la injusticia que se cometió. Los números dejan una evidencia muy clara:
* Miñoso (bateó .326, con promedio de embasado de .422 y slugging de .500. Dio 173 imparables, anotó 112 carreras, empujó 76, se robó 31 bases, recibió 72 boletos y se ponchó 42 veces. Pegó 34 dobles, 14 triples y diez jonrones, para un total de 58 extrabases)
* McDougald (bateó .306, con promedio de embasado de .396 y slugging de .488. Dio 123 imparables, anotó 72 carreras, empujó 63, se robó 14 bases, recibió 56 boletos y se ponchó 54 veces. Pegó 23 dobles, cuatro triples y 14 jonrones, para un total de 41 extrabases)
Algo parecido ocurrió en 1954 en la disputa del Jugador Más Valioso de la Liga Americana. Miñoso terminó cuarto en dicha carrera, por detrás de Yogi Berra (Yankees), Larry Doby (Cleveland) y el mexicano Bobby Ávila (Cleveland), aunque en varios departamentos fue superior a los tres.
* Miñoso (bateó .320, con promedio de embasado de .411 y slugging de .535. Su OPS fue de .946. Dio 182 imparables, anotó 119 carreras, empujó 116, se robó 18 bases, recibió 77 boletos y se ponchó 46 veces. Pegó 29 dobles, 18 triples y 19 jonrones, para un total de 66 extrabases)
* Berra (bateó .307, con promedio de embasado de .367 y slugging de .488. Su OPS fue de .855. Dio 179 imparables, anotó 88 carreras, empujó 125, no se robó ninguna base, recibió 56 boletos y se ponchó 29 veces. Pegó 28 dobles, seis triples y 22 jonrones, para un total de 56 extrabases)
* Doby (bateó .272, con promedio de embasado de .364 y slugging de .484. Su OPS fue de .847. Dio 157 imparables, anotó 94 carreras, empujó 126, se robó tres bases, recibió 85 boletos y se ponchó 94 veces. Pegó 18 dobles, cuatro triples y 32 jonrones, para un total de 54 extrabases)
* Ávila (bateó .341, con promedio de embasado de .402 y slugging de .477. Su OPS fue de .880. Dio 189 imparables, anotó 112 carreras, empujó 67, se robó nueve bases, recibió 59 boletos y se ponchó 31 veces. Pegó 27 dobles, dos triples y 15 jonrones, para un total de 44 extrabases)
Quizás estas no sean pruebas concluyentes, pero nos muestran con bastante claridad la superioridad de Miñoso, cuyo mayor pecado fue permanecer en sus años dorados como miembro de equipos segundones; además de ser negro y triunfar en un escenario teóricamente reservado para los blancos.
Sí, porque nadie puede dudar que el cubano vivió en carne propia las consecuencias de la segregación, sobre todo siendo estrella en la ciudad de Chicago, una de los epicentros de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
El propio Miñoso dijo que en 1951 un equipo siempre lo insultaba. “Usaron lenguaje soez y se refirieron a mi raza. Creo que intentaban darme miedo”, reseñó a The New York World-Telegram and Sun.
Si sobreponerse a todo esto, brillar en el terreno a la par de las grandes luminarias de la época y contribuir después al desarrollo de futuras generaciones no eran argumentos suficientemente sólidos para abrirle las puertas del templo de inmortales en Cooperstown, entonces no sé qué más se necesitaba.
A pesar de las decepciones con el Salón de la Fama, Miñoso nunca le dio la espalda a su deporte, ni a la comunidad de latinos que se rendía a sus pies, ni a Chicago, donde fue, es y siempre será Mr. White Sox, tal cual dijo tras su muerte el ex presidente estadounidense Barack Obama.
Lejos de traicionar, Miñoso se empeñó en enseñar a todos sobre la necesidad de respetar el béisbol y a los fanáticos. “Enamórense del juego. Hagan todo lo hermoso por el juego, por la gente y por el país que representan. Eso es lo que quiero que todos hagan”, sentenció hace algunos años.
Muchos han seguido ese mensaje al pie de la letra y han prometido proteger su legado hasta el fin de los días, como el estelar lanzador pinareño José Ariel Contreras, quien considera a Miñoso una leyenda, un ejemplo, una inspiración, “nuestro Jackie Robinson”.