El escritor argentino Jorge Boccanera (Bahía Blanca, 1952) será el encargado de abrir el concurso Casa de las Américas en su edición de 2022, otra vez presencial tras la pausa de un año a causa de la pandemia de coronavirus. Desde Buenos Aires, poco antes de salir para La Habana, recuerda para OnCuba que, además del “discurso” de apertura, presentará el libro Ojos de la palabra, por el cual obtuvo el premio honorífico José Lezama Lima dos años atrás.
Se trata de una antología editada en 2018 por la Universidad Nacional de Córdoba que ya tiene ediciones en Chile, Italia y Estados Unidos, y que forma parte de su producción más reciente junto a la antología Tráfico/Estiba, una suma de sus libros de poesía publicados entre 1974 y 2015. Dicho texto agrega una sección de letras de composiciones que grabaron artistas como Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Raúl Carnota, Alejandro del Prado y, entre otros, la venezolana Lilia Vera, me escribe por correo electrónico.
La primera vez que supe de Jorge Boccanera fue cuando la visita del trovador Silvio Rodríguez a Buenos Aires en 2015. Entonces lo acompañó en alguno de sus conciertos así como en la presentación del libro Por todo espacio, por este tiempo, las crónicas de los conciertos en los barrios que presentó Rodríguez junto a la periodista Mónica Rivero y al cineasta y fotógrafo Alejandro Ramírez Anderson.
En lugar de hacer un repaso por su obra o recuperar anécdotas de estos momentos, averiguamos con Boccanera sobre su relación con Casa de las Américas, algo que comenzó al ganar el premio en el género de poesía, en 1976. En ello nos concentramos para que el lector le conociera.
¿De qué manera recibió la invitación a abrir el Premio Casa de las Américas este año? Quiero decir, ¿bajo que circunstancias y qué implicó?
Es un honor dar el discurso inaugural del premio Casa por todo lo que significa la institución como gran taller de la cultura de América latina y el Caribe; vale decir, como usina del pensamiento y la inventiva. Con el aditamento de que, al haber sido suspendido el premio en 2021 por primera vez en sesenta años a causa de la pandemia, se trata de reanudarlo aun en estos tiempos difíciles, lo que confirma ese impulso que caracterizó siempre a este galardón que se fue ensanchando en tiempos distintos abriéndose a otros géneros —el de testimonio y literatura para niños jóvenes—, a textos de otras áreas lingüísticas —literatura en lengua indígena, brasileña, caribeña en inglés, francés y creole— y desarrollando una profusión de distinciones especiales, extraordinarios, honoríficos, etc.
¿Qué representa en su trayectoria haber ganado el Premio Casa de las Américas en 1976?, ¿puede contarme un poco de aquel libro, Contraseña?
Yo obtuve el premio en febrero de 1976 y me marché al exilio en junio. En el medio, en marzo, dieron el golpe los militares. Mucha gente cree que hay relación entre el premio y el exilio, pero no es así. Mi ida del país tuvo que ver con temas de militancia. Debo decir que fue un cimbronazo ganarlo a los veintitrés años y en ese momento, a las puertas de un destierro que duró ocho años. El premio me acompañó por el viaje que hice a México atravesando diversos países, y sin dudas fue una carta de presentación. Pero lo más importante, me abrió puertas en medios periodísticos donde pude, al igual que muchos compatriotas exiliados, denunciar los crímenes de la dictadura. El libro premiado, Contraseña, fue mi segundo libro y es evidente que posee un aire de época, el de los 70. Aunque el jurado destacó la “carga emotiva”, un lenguaje “entre coloquial y lírico” y una “profusión de imágenes”. Esto último sigue siendo el eje de mis textos.
Para un poeta argentino, cómo ha sido alternar la creación con el trabajo periodístico.
El periodismo es una disciplina que abre mundos, lleva a muchos asuntos. Yo me formé en diversos medios de México —periódicos, revistas, agencias noticiosas, radio— en las secciones de política internacional que fui alternando con el periodismo cultural. Sobre todo en mis años de exilio —1976 a 1984—, época de un México con un gran vigor cultural dinamizado por las comunidades de desterrados de Centroamérica y el Cono Sur. Creo que en mi caso la creación y el trabajo periodístico se complementan. En Argentina existe una fuerte tradición de poetas-periodistas como Juan Gelman, Luisa Futoransky, Miguel Ángel Bustos, Francisco Urondo, Horacio Salas, Beatriz Bignoli, Alberto Szpumber. También poetas de inicios del siglo XX hicieron periodismo, entre otros Raúl González Tuñón, César Tiempo y aun Jorge Luis Borges. Y si tiramos más de la cuerda y abarcamos a esta parte del continente hay que nombrar a José Martí, Andrés Bello, Rubén Darío, y posteriormente las crónicas de César Vallejo y muchos más
¿Qué tal su relación con la intelectualidad de su país? Sus simpatías y desafectos, puede mencionarlos.
Hablar de la intelectualidad de un país es instalar un referente un tanto extenso. Podría decir que mi relación, que pasa un diez por ciento por el diálogo con diversos autores y un noventa por la frecuentación de los libros de una comunidad marcada por lo diverso, es de gran respeto. Claro que, como le pasa a todo el mundo, uno se mueve por algún tipo de cercanía. No digo “afinidades estéticas”, porque en este caso que hablamos de escritores, nunca adherí a ghettos de los que tocan la misma cuerda. Siempre fui muy independiente de capillas y modas. Tuve la suerte de contar desde joven con amistades que me aportaron mucho: Olga Orozco, David Viñas, Nira Etchenique, Juan Gelman, Pedro Orgambide, Daniel Moyano, Osvaldo Bayer, etc. Sobre lo que llamas “simpatías”, son aquellas a las que me acerco en calidad de lector. Entre los “desafectos” hay un punto que quiero hacer notar, y es que salvando algunas excepciones, la intelectualidad “porteña”, capitalina, ha mostrado siempre cierto desinterés por la literatura y el arte que se produce en lo que denominan “el interior” del país. Y siempre atentos a la producción cultural de las metrópolis, ese desinterés se extiende además al resto de América Latina.
¿Qué papel ha jugado Casa de las Américas para la divulgación de la literatura Argentina y qué importancia cree usted que tenga hoy?
Es difícil de mensurar la tarea de Casa de las Américas en sus sesenta años de vida, con sus premios, sus revistas, sus colecciones de libros, los encuentros de intelectuales; promoviendo siempre la creación, el debate, el intercambio de ideas entre intelectuales cuyos libros hoy leemos como clásicos; algunos de ellos iban a llegar luego al Nobel de literatura como Asturias, García Márquez, Saramago. Y además incorporando siempre a escritores jóvenes, incluso a algunos que no habían nacido al momento de su surgimiento en 1959 de la mano de Haydée Santamaría, esa mujer íntegra, brillante. En ese sentido ha jugado un papel primordial en la divulgación de la cultura de América Latina y el Caribe. En el caso de Argentina, han sido numerosos los escritores que han obtenido el premio y que han oficiado en calidad de jurados, o asistido a sus encuentros. Además, algunos han tenido una cercanía especial con Casa, pienso en Julio Cortázar; en Rodolfo Walsh como pionero en el género de Testimonio y en Ezequiel Martínez, que dirigió entre 1960 y 1962 el Centro de Estudios Latinoamericanos.
¿De qué irá su discurso?
Te confieso que la palabra discurso me eriza un poco por aquello de lo latoso, lo tedioso. Espero no sea este el caso. Hablaré seguramente del premio como una de las muchas actividades de Casa de las Américas, y como algo que excede la idea de incentivo, ya que a mi ver ha funcionado como pivote de un universo cultural que incluye un panorama muy interesante de propuestas estéticas, de aperturas formales y temáticas. También me gustaría referirme a la poesía, su misterio y fuerza imaginativa como contradiscurso de la posverdad y los hechos que hoy ocultan y naturalizan los eufemismos. Por ahí va la cosa.
Placer siempre leer a Jorge Boccanera gran poeta argentino. Gran der humano.
Abz enorme