Este fin de semana la sociedad miamense fue sacudida por una movida telúrica de alguna intensidad. El presidente de la Universidad Internacional de Florida (FIU), Mark Rosenberg, un educador bien respetado, presentó su renuncia al cargo explicando que había provocado una situación de “incomodidad” a una “valiosa” colaboradora suya que “respeta” grandemente. Pero no dio más datos.
Lo único que se supo fue que la comisión de gobernadores del centro educacional aceptó su renuncia y nombró a Kenneth Jessell, presidente interino y jefe de finanzas de la Universidad, hasta encontrar a un sustituto definitivo.
En ese comunicado del domingo, Rosenberg admitió que había “incomodado a una valiosa colega”, con lo cual, dijo, “he creado un enredo emocional, no físico”. Y añadió: “me he disculpado ante ti, asumo toda la responsabilidad y lamento mis actos”.
En esa oportunidad, el ex presidente de FIU atribuyó a una circunstancia familiar su comportamiento impropio: la enfermedad de su esposa había afectado su propia salud mental al punto de tener que acudir a un médico. Su esposa, Rosalie, sufre de demencia avanzada y esclerosis múltiple. Su condición empeoró durante los últimos meses.
“Hasta hace muy poco, había sido bendecido con la capacidad de hacer malabarismos con los desafíos que vienen con mi puesto en FIU y las necesidades de mi novia de 47 años. Rosalie, una diabética tipo 1 con insulina durante 45 años, tiene demencia avanzada, y está en gran parte del tiempo en silla de ruedas. He sido su cuidador nocturno durante más de una década”, dijo en un comunicado.
Pero “la condición de Rosalie entró en una nueva etapa durante los últimos meses, lo que resultó en un mayor debilitamiento cognitivo. Cuando finalmente me di cuenta del impacto que su condición tenía en mi bienestar personal, a fines de octubre de 2021, busqué servicios profesionales de salud mental y todavía estoy bajo el cuidado de un especialista”.
Pero este lunes el diario Miami Herald, citando una fuente universitaria no mencionada, dio una versión de los hechos sustancialmente distinta. Aparentemente, Rosenberg se le insinuó en tres ocasiones a una cercana colaboradora suya con frases como “te amo” y “quiero cuidar de ti”. Un incidente que no era nuevo y llevaba algún tiempo.
La victima lo rechazó tres veces, según le confesó a una amiga. Pero el entonces presidente no se detuvo. A la tercera vez la joven, de poco más de 20 años, le reveló el acoso a una colega y rechazó seguir trabajando con Rosenberg, quien tiene 72 años.
Ni el Miami Herald ni FIU han revelado el nombre de esa joven. Hace muchos años el diario tiene como política no revelar el nombre de las víctimas de acoso sexual.
El caso llegó a los oídos de la junta de gobernadores de FIU durante los últimos meses del año pasado. Sus miembros decidieron mantener al presidente en su cargo y enviar a la joven colaboradora a su casa, pero manteniéndole el salario. La idea era convencer a la víctima a que compareciera ante la junta y diera su versión de los hechos. Eso solo sucedió el pasado miércoles.
Enterada del contenido, la junta convocó al entonces presidente y le pidió su renuncia. Rosenberg lo hizo, publicó el comunicado inicial en el que mencionaba a su esposa y el domingo emitió otro, tras el artículo del Miami Herald, admitiendo que el asunto era más serio, aunque sin aclarar más nada.
En diciembre pasado, Rosenberg dijo en una entrevista que no tenía pensado retirarse sino quedarse muchos años más al frente de FIU.
Se espera que esta semana la junta de gobernadores publique un informe completo de una investigación llevada a cabo por un panel independiente.