Las obras de arte no hablan simplemente de por sí: hablan también de su contexto, desde el principio son percibidas como signo, como síntomas, como noticias que informan al espectador sobre el estado de la parte del mundo de la que provienen.
Boris Groys.
El pasado mes de diciembre se inauguró en el marco de la 14 Bienal de La Habana la exposición, La Espera 1 del artista visual Alejandro Lescay Hierrezuelo (Santiago de Cuba, 1987), una muestra que, además, obtuvo en 2020 el Segundo Premio del reconocido concurso nacional de las Artes Plásticas contemporáneas Post-it 7.
La inauguración, en la Galería Galiano, se realizó teniendo en cuenta los protocolos sanitarios dada la persistencia de la pandemia, pero los allí presentes pudimos disfrutar de una mágica puesta en escena. En ese sentido, hablamos de un amplio espacio galerístico cuyas paredes fueron pintadas de color negro como parte de la visualidad y del concepto curatorial a desplegar. A esto se le sumó un ambiente dominado por pequeñas y numerosas obras realizadas en scratchboard (técnica ilustrativa donde el artista raspa la tinta negra a través de una línea fina, revelando un dibujo detallado), con un alto contenido visual de perfil sociológico y con un acabado estético impoluto, además de la curaduría del reconocido editor y crítico de arte David Mateo. Todos los elementos impulsaban al espectador presente a identificarse con los individuos allí retratados, así como se disfrutaba, con curiosidad, el proceso de develación de los mismos. La satisfacción estaba en el aire.
En una época como esta, de tanta incertidumbre, bien sea del presente o del futuro, La Espera se enmarca en un contexto donde el ser humano se agarra de lo más fuerte que espiritualmente tiene, la fe o la esperanza en lo bueno que ha de llegar(le). Rostros de vecinos, de amigos, de artistas, de vendedores ambulantes, de personas en sus más diversas profesiones y hasta del propio artista, fueron expuestos desde un dibujo que devela el dominio indiscutible, por parte de este creador, de la anatomía humana, con una minuciosa perfección del detalle. Para mayor realce conceptual y estético se ubicaron estas obras en cuadros cuyos marcos eran de color blanco. De ese modo, se revelaba un exitoso contraste entre estos cuadros, las paredes y las piezas. Sin duda alguna nos referimos, en su generalidad, a una visualidad exquisita.
En el caso particular de la imagen, los individuos fueron retratados desde un plano cenital, es decir, la toma fue desde arriba y, específicamente, ellas y ellos, mirando siempre hacia el cielo, aunque en algunos casos resultaba más obvio que en otros. Hombres, mujeres, niños, ancianos, con o sin nasobucos, con caretas, con espejuelos o con sus ojos desnudos, tuvieron cabida en esta representación. Alejandro Lescay, desde la individualidad con que concibió a cada uno, nos habla de los sueños en común, de los anhelos y deseos vigentes a pesar de la situación actual que nos acecha. También nos habla de esos sujetos, —todos cubanos del presente—, que ante la dificultad más extrema miran al cielo como quien busca una vía de escape o como símbolo de la religión que cada uno puede profesar. Es decir, el artista va a la calle, a la esencia del ser, a su alma, para construir un discurso que nos toca a todos, sin distinción de clase, de sexo o de género. En su poética directa y eficaz, a través de la técnica minimalista del scratchboard, que además lo muestra como un avezado del dibujo, Alejandro Lescay expone la fortaleza de su discurso eminentemente social.
En las palabras al catálogo, su curador refiere —entre otras cosas— la relación de amistad que surgió entre ellos desde 2019 y que sigue cultivándose en la actualidad, pero no es eso lo que quiero señalar, sino que, desde esas referencias Mateo, curador, habla implícitamente de un artista humilde, noble, abierto y respetuoso a las críticas constructivas y sobre todas las cosas, con muchas ganas de hacer y de superarse.
Para nadie es un secreto que la capital de cada país ofrece mayores posibilidades de visibilización para el trabajo de cualquier artista, sin embargo, esto no debe ser una excusa para no brillar dondequiera que se esté. La carrera de Lescay, creador plástico, a pesar de su corta edad y de vivir fuera de los predios capitalinos, ha ido ganando espacios importantes en el ámbito artístico nacional (Santiago de Cuba, Holguín, Guantánamo, La Habana, Camagüey) y en el extranjero (Miami y Alemania), ya sea en exposiciones colectivas o personales, así como desde el 2005 está recibiendo premios de rango nacional. Es miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y se desempeña además como Vicepresidente Segundo en la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas. Ha cursado diversos cursos, postgrados y talleres en aras de su superación personal y su obra se extiende a las artes plásticas, a la fotografía, a la escultura y al grabado. Es Lescay una muestra entonces de lo mucho que promete su obra, desarrollada desde Santiago de Cuba y la cual ha ganado y sigue ganando visibilidad.2
A través de la técnica del scratchboard el artista demuestra su dominio exhaustivo del saber representar y expresar lo mucho con poco. Estas piezas, de un aparente silencio, definitivamente comunican, bien sea con la mirada, con un objeto en las manos de los retratados o con la expresión de sus bocas: nos hablan de un optimismo indiscutible.
Como bien expresara el teórico Boris Groys, estamos lejos de identificar el arte actual por corriente o escuelas, la virtud del artista contemporáneo está, más bien, en recrear ingeniosamente su contexto. Precisamente es ese el mayor mérito que observo en la exposición que nos ocupa. Espero y deseo que La Espera siga un camino exitoso a lo largo de su recorrido en este 2022 por algunas ciudades de Cuba, específicamente por Matanzas, Camagüey y Santiago de Cuba.
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Notas:
1 La exposición estará abierta al público hasta el mes de febrero del año en curso.
2 Para más información consultar la web, www.alejandrolescay.com