Un interesante vínculo entre los avances de la mujer, previstos en el Código de las Familias, y las perspectivas desde una comunidad de fe, es el resultado de la conversación sostenida con Dora E. Arce Valentín, pastora de la Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba, profesora del Seminario Evangélico de Teología (SET) y responsable de la Cátedra de Género del SET.
Dentro de los aspectos progresistas que anuncia el nuevo Código de las Familias está el concerniente a la protección de los derechos de las mujeres. ¿Qué datos, a su consideración, avalan esta afirmación?
En sentido general, creo que esta propuesta del nuevo Código de las Familias apunta a una revolución en el propio concepto de “familia”. Amplía la mirada y la coloca (a esa estructura colectiva) en una dimensión que va más allá de la consanguinidad para abrirse a relaciones y vínculos que se construyen, como comentan algunos especialistas, en el ámbito de los afectos, la solidaridad, el amor.
Dado que tradicionalmente las mujeres hemos sido confinadas a lo privado, a lo doméstico, a lo “intrafamiliar”, una legislación que proponga un sistema de relaciones dentro de la familia mucho más liberador, que se acercan a la equidad y a la justicia como valores preponderantes y que otorga derechos a quienes hasta hoy no habían tenido participación activa en ese sistema de relaciones (personas de la tercera edad, niñas y niños, entre otros), ciertamente está dando protección a las mujeres.
El Artículo 4, que puntea la regulación de derechos otorgados a la familia, da espacio para una ruptura con algunos estereotipos en cuanto a los roles de las mujeres en el ámbito privado, al amparar un uso del tiempo “equilibrado, que le permita cumplir con sus responsabilidades y desarrollarse integralmente sin sobrecargas domésticas y de cuidado.” (inciso f). Así también, temas como la salud sexual y reproductiva, planificación familiar, derechos a maternidad y paternidad responsables, añaden elementos que intentan desmontar sustancialmente conceptos y relaciones intrafamiliares que inciden directamente en derechos para las mujeres y las niñas.
Hacer visible la necesidad de una “vida familiar libre de violencia en cualquiera de sus manifestaciones” (Artículo 4, inciso i) nos coloca un paso adelante en la búsqueda de la eliminación de la violencia de género. Así también, el Capítulo relacionado con la violencia familiar (Título III, Artículos 22 al 27) tributan a este empeño. Legislar sobre la base de categorías como inequidad, asimetría de poder, género, —que de alguna manera transversalizan no sólo en este Título sino toda la propuesta del Código— indica un paso de avance en la comprensión de la importancia de esta mirada a la sociedad cubana, así como las oportunidades que se abren en la búsqueda de mayor justicia social y, por tanto, de mayores derechos para los denominados grupos vulnerables incluyendo mujeres y niñas. Habría otros muchos aspectos en los que la nueva propuesta muestra avances en esos derechos, pero en sentido general presento los que considero con mayor trascendencia. A fin de cuentas, garantizar derechos para cualquier grupo humano vulnerable o excluido en nuestro entramado social va a tener impacto en los derechos para las mujeres.
¿Qué beneficios trae para su vida en familia el nuevo Código?
En el orden personal habría mucho que decir en cuanto a los beneficios de esta propuesta de legislación. Me gustaría proyectar mi respuesta más allá de mi familia nuclear —mis dos hijos viviendo fuera de Cuba y yo— en tanto mi vida familiar está muy vinculada a mi labor pastoral. Acompaño a una comunidad que es mayoritariamente de mujeres. Un hermoso abanico de historias de vida, colores, edades, configuraciones familiares, niveles de vida, de escolaridad. Una familia de fe que pudiera ser fácilmente muestra de la diversidad que conforma la sociedad cubana de hoy. Para muchas de esas mujeres —la gran mayoría—, este nuevo Código representa oportunidades para su realización personal, para aliviar la carga de trabajo doméstico y las responsabilidades que las configuraciones tradicionales les imponen en la cotidianeidad. Le abre las puertas a una calidad de vida que muchas de ellas añoran y que todas merecen.
Hablamos de abuelas que sufren por haber perdido el poder de decidir sobre sus vidas a pesar de que algunas, incluso, han cedido sus propiedades en beneficios de hijas, hijos, nietas o nietos. Otras que se sienten desempoderadas porque han pasado a depender económicamente del resto de la familia, (de algunos miembros viviendo fuera del país, pero con el control de la economía familiar y las propiedades). Mujeres que han tenido que sacar adelante sus hijas e hijos sin que los padres hayan sentido la obligación de contribuir económica y emocionalmente a su manutención y educación. Niñas con sus proyectos de vida subordinados al interés de los adultos de quienes dependen y que se alejan con mucho de sus sueños y esperanzas. Todas estas y otras dinámicas se dan en la sociedad cubana en general y se concentran en nuestras pequeñas y medianas comunidades de fe.
Este nuevo Código empodera a cada una de esas mujeres para tomar el control de sus vidas en muchas de las decisiones cruciales en relación con su entorno familiar y creo que el complemento necesario a este empoderamiento, desde el punto de vista legislativo, debe ser la capacitación de todos estos grupos vulnerables en cuanto a sus derechos, la autogestión para transformar su entorno inmediato, a partir de la implementación de tales derechos, y por lo tanto, en la búsqueda de su realización plena como seres humanos que aspiran a vivir en sociedades que ofrezcan a todas las personas, —independientemente de su género, su orientación sexual, sus capacidades, su nivel económico y/o educacional, su edad—, protección a sus derechos como individuos.
¿El proyecto de Código de las Familias ha sido objeto de conversación, debate o análisis en su comunidad de fe? ¿Cuáles serían los asuntos que despiertan mayor interés?
En la comunidad que acompaño como parte de mi labor pastoral no hemos aún dedicado tiempo a analizar la propuesta pero lo tenemos planificado para el mes de febrero. Aún así, hemos trabajado algunos temas generales desde lo litúrgico, en las celebraciones y las reflexiones bíblicas, los espacios educativos que tiene el programa regular de la comunidad.
Temas como la inclusión, la necesidad de una ética al estilo de Jesús, o sea, donde lo más importante es la dignidad de las personas y el respeto a la imagen divina que todo ser humano porta, son parte importante de la formación cristiana.
Creo que temas relacionados con los derechos del adulto mayor, con los derechos para las mujeres y otros temas relacionados con el matrimonio y la maternidad también serán de interés por las implicaciones personales, en algunos casos, pero también por el reto que significa desde lo bíblico teológico una comprensión de las relaciones familiares, del propio concepto de familia, del matrimonio, la maternidad y la paternidad, que supere esquemas tradicionales y lecturas reducidas y literalistas de los textos sagrados.