El diseño con sentido se ha convertido en una máxima que impregna la labor docente de aquellos que, como yo, nos implicamos profundamente en la formación de estudiantes de la comunicación visual en Cuba.
Siempre he estado convencida de la capacidad que tienen los jóvenes para cambiar la sociedad, para interactuar con otros y transformar la realidad según sus propias creencias. Por un lado, porque he sido parte de una generación que no se conforma con las tradiciones; que busca retos, supera obstáculos y dialoga —no impone— normas. Y, por otro lado porque, quizás para purgar esos demonios rancios del patriarcado, durante mi vida he sido una fiel defensora de los derechos igualitarios y de la libre elección.
Dentro de la universidad en general no existe un amplio espectro de asignaturas que visibilicen la necesidad real que tienen los estudiantes de informarse sobre temas de género, mucho menos se encuentran relacionados con sus especialidades. Por esa razón, hace cuatro cursos organicé el programa de una asignatura optativa completamente nueva para mis estudiantes en el Instituto Superior de Diseño (ISDi), del cual soy docente desde hace seis años, y que es el único —dicho sea de paso— que forma especialistas en la profesión del diseño, ya sea gráfico o industrial en todo el país. La asignatura se titula Identidad de Género y Diseño; está concebida para los alumnos de la carrera de Diseño Industrial y, hasta el momento, ha tenido una gran aceptación por parte del estudiantado.
Ellos, los futuros diseñadores, son clave para contribuir a eliminar el patriarcado y todo el entramado de ideas heteronormativas que dominan nuestra sociedad a través del universo visual. A partir de su especialización, y unido esto al aprendizaje de teorías de género, los alumnos pueden crear nuevas propuestas inclusivas que fomenten la educación no sexista y desplacen así los juegos y juguetes que refuerzan las ideas patriarcales, y en su lugar, fomenten el desarrollo cognitivo-afectivo de los infantes, con el objetivo de que desde edades tempranas se les comience a inculcar a niñas y niños ideas más neutrales acerca del género, lo que contribuirá a disminuir los efectos nocivos de la dicotomía masculino-femenino en que se inscribe la violencia de género.
Educación con enfoque de género: un derecho de las infancias
De manera general, en la disciplina se esbozan algunas ideas relacionadas al género y los retos que existen en la actualidad para el diseño industrial, teniendo en cuenta la historia del pensamiento feminista y los estudios de género en su vínculo con el diseño.
En clase hemos analizado también la reproducción de los estereotipos de género, así como de la violencia heteronormativa en producciones de diseño contemporáneas. Asimismo, se apela a la capacidad transformadora del diseño para desnaturalizar ciertos roles, categorías, identidades o valores de las condiciones existentes entre lo femenino y lo masculino, teniendo en cuenta algunos cambios que paulatinamente se han producido en las tendencias jugueteras, lo que contribuye a una ruptura de estereotipos y a una educación no sexista en los niños.
Diseñando nuevas ideas y desarmando roles
El diseño es una actividad que se relaciona con la construcción de un entorno, siendo a la vez un elemento esencial de las interacciones de éste con los individuos y la sociedad. Desde el diseño se puede dar una forma concreta a las ideas y comunicar información: a través de los signos y mensajes visuales, por un lado, y mediante la forma de las construcciones y los objetos, por otro.
Sentirse parte de lo que significa ser hombre o ser mujer es resultado de un complejo proceso de carácter psicológico, social y cultural a través del cual cada individuo se asume como perteneciente a un género, en función de lo que su cultura establece. Es decir, a través de un proceso de socialización permanente, cada persona internaliza el contenido de las normas, reglas, expectativas y cosmovisiones que existen tradicionalmente asociadas a su sexo.
Las diferentes culturas prescriben un conjunto de creencias asociadas con los roles que tanto mujeres como hombres deben desempeñar dentro de una sociedad, dando lugar así a los estereotipos de género. Estos se configuran partiendo de un significado común y normalizado que se otorga ante la diferenciación sexual en las personas; son determinantes en cuanto a lo deseable o esperable en la conducta de hembras y varones.
En la infancia, la transmisión de tales ideas heteronormativas limita las posibilidades reales de las hembras, circunscribiéndolas al ámbito privado (se designan para ellas los juegos de casitas, cocina, cuidado de los bebés), y fomenta la creencia en el desarrollo de ciertas habilidades reservadas únicamente para los varones (desarrollo físico e intelectual, juegos de defensa personal, carros, etc.).
Como mismo en los últimos años se ha ido flexibilizando la dicotomía del género entre niños y niñas, el carácter simbólico de los límites continúa permeando las subjetividades y la conformación de identidades. Se precisa de un espacio neutral donde confluyan las elecciones de los infantes sin una imposición de roles de género prestablecida; donde los niños puedan crearse y recrearse sin limitaciones ni segregación; donde conformen sus identidades de género a partir del sentir propio por encima de lo que la sociedad espera de ellos; donde no se les juzgue a los varones por elegir jugar con muñecas, a las cocinitas o bien porque les guste el color rosado —sobre todo en una sociedad contemporánea que aboga por la paternidad responsable—, así como a las hembras por preferir ser un pirata y no una princesa dentro de su juego de roles.
La base para desarticular el nocivo patriarcado está en fomentar una educación no sexista y, con ese objetivo, ampliar el espectro en los juguetes y juegos para niños y niñas, haciéndolo más variado y sin limitaciones en cuanto a lo que puedan hacer unos y otros. Con ello, se puede contribuir a crear seres humanos más seguros de sí, más desarrollados y confiados en sus capacidades para enfrentar las diversas situaciones de la vida cotidiana. Se necesita darles a los niños la seguridad de que pueden escoger ser el personaje de su preferencia sin que ello conlleve a ser menos hombre, o menos mujer.
La identidad de género se imbrica con la teoría psicológica de personalidad, para la cual si bien existen elementos genéticos que son heredados, también en su conformación influyen elementos aprendidos, trasmitidos por los padres y/o abuelos, maestros y demás agentes socializadores durante la infancia, en el proceso de enculturación de los niños.
El género se atribuye a todo: los gestos, la forma de hablar, la ropa, el uso de determinados accesorios, el corte del cabello, el maquillaje, el calzado, etc. En las sociedades patriarcales aquello que se considera femenino no puede ser masculino, y lo mismo ocurre a la inversa.
Es preciso tener en cuenta que también existen individuos o grupos que no se ajustan a las normas de género establecidas, y por lo general estas personas tienden a ser estigmatizadas, discriminadas o excluidas socialmente, afectando todo esto su salud. Por ello, resulta importante sensibilizarse hacia las diferentes identidades de género que no necesariamente encajan en las categorías binarias de hombre o mujer, sobre todo desde la comunicación visual.
Cualquier persona puede ser víctima de la violencia de género en algún momento de su vida, por esta razón es necesario educar a los más jóvenes en cuanto a la real existencia de ella, las diferentes manifestaciones que encarna y que puede ser prevenida y erradicada mientras se cuente con una sólida base teórica y práctica, y es justamente en esta última donde entra la asignatura optativa impartida por mí a los estudiantes de Diseño Industrial, en pos de que logren creaciones más diversas.
Durante las clases hemos llevado a cabo disímiles actividades utilizando —entre otras— técnicas como lluvia de ideas, proyección de audiovisuales, observación en espacios públicos para que los estudiantes contrasten lo aprendido respecto a las manifestaciones y comportamientos de hombres y mujeres dentro de la sociedad. Se orienta como tarea, además, ver documentales y filmes para luego debatir en el espacio de la clase.
El objetivo fundamental —que se ve logrado a partir de la entrega de los trabajos finales de los estudiantes— es su comprensión de que la dicotomía entre lo femenino y lo masculino solo exacerba comportamientos nocivos para la psicología propia y la de otras personas. En sus soluciones de diseño, los alumnos han sido capaces de encontrar un punto medio, neutral, donde todos los géneros confluyan de manera armónica, siendo esta la vía ideal para lograr un mundo pacífico, donde todas las personas sean igualmente respetadas en las elecciones que realicen.
Resulta interesante la dimensión introspectiva que tiene la asignatura, pues los estudiantes no solamente aprenden a desaprender estereotipos de género con el objetivo de crear nuevas propuestas de diseño, sino que también transforman su percepción de los otros y de sí mismos, contribuyendo así al cambio en los esquemas y patrones de conducta establecidos tradicionalmente. Y eso ha sido perceptible para mí en cada una de las clases del curso.
Los alumnos cumplen un doble rol: son espectadores de una realidad que posteriormente van a transformar, convirtiéndose así en actores del proceso; adquieren los elementos teóricos esenciales sobre la relación que existe entre la teoría de género y el diseño, para que desarrollen las habilidades necesarias en función de desaprender los estereotipos de género que influyen en la creación de sus productos, e incorporan, así, nuevas visiones creativas en la actividad profesional del Diseño para que lo que devuelven a la sociedad —así esperemos— continúe siendo un diseño “con sentido”, y no se transforme en un diseño “consentido”.