Este artículo va a ser un intento heterodoxo de juntar en un solo escrito una fenomenología contextual de los progresismos, desde diferentes lugares de observación, pero centrándome en el caso francés para poder invitarnos a vaivenes entre los lugares que habitan mi experiencia política.
Todo empieza con una cronología solapada. Hace pocos días se estrenaba el libro del cual participé como coordinadora y autora, con otros dos colegas, Pavel López y Salvador Schavelzon1, libro que tomamos más de cuatro años en sacar. Geografías complejas, polarización política, precarizaciones, son algunos de los elementos que explican esta demora. Se presentaba el libro, mientras casi simultáneamente se daban la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia, la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia, un paro nacional con movilizaciones populares en Ecuador y el allanamiento de la Casa de la Cultura en Quito por fuerzas policiales.
Durante la presentación del libro, sugerí que desprovincializáramos2 Latinoamérica al poder mirar los progresismos que surgieron (y siguen surgiendo) allá a la luz del progresismo francés. Consideraba esta propuesta por la continuidad que presencié entre el momento en que estuve en Latinoamérica durante el auge y declive de los progresismos latinoamericanos, y mi regreso a Francia en pleno surgimiento de una expresión plebeya de la política, los Chalecos amarillos, y la instalación de la Macronía, es decir un “progresismo” programático que devino en un autoritarismo neoliberal. La comparación entre estos dos momentos y geografías, no es el solo resultado fortuito de una historia personal, sino que conlleva en sí un real desenvolvimiento y concatenación de factores.
Después de la derrota histórica, y la desacreditación de la opción socialista en Francia (en las últimas elecciones presidenciales de abril la candidata alcanzó a tener 1,7% de los votos), una fuerza política apareció desde el 2012 como una opción electoral válida para la izquierda francesa, al lado de los eternos comunistas y trotskistas, y una nueva franja social-liberal de ecologista. La Francia Insumisa (LFI) liderada por Jean-Luc Mélenchon fue insertándose poco a poco en el paisaje político, no solamente en las citas electorales, sino también acompañando algunas luchas sociales.
Jean-Luc Mélenchon estuvo cercano a los mandatarios de los progresismos latinoamericanos, y se hizo también famoso mediante sus planteamientos (polémicos) sobre, entre otros, Venezuela. En las recientes elecciones parlamentarias quedó asentada la Nueva Unión Popular, Ecológica y Social (NUPES)3 como segunda fuerza política en Francia. LFI obtuvo 131 puestos contra 245 por La República en Marcha (LREM) de Macron, a pesar de una diferencia menor en el número de votos (respectivamente 31,6 % y 38,6%).
La bancada presidencial perdió la mayoría absoluta que le permitía gobernar sin presión. Sin embargo, la sorpresa, y no menor, de estas elecciones es la avanzada muy preocupante del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, el partido de extrema derecha que estuvo también en segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Habría muchas cosas que decir sobre esta remontada trágica (mas no sorprendente) en lo cual no voy a poder ahondar. Solo dejar asentado que la crisis de representación que azota a Francia desde hace más de diez años ha ido favoreciendo a la extrema derecha, en particular desde la crisis de los Chalecos amarillos.
Es de recordar que Mélenchon no es ni un novicio ni un outsider en la política, fue miembro del partido socialista hasta el 2008, aunque su trayectoria desde esta fecha demuestra una coherencia que lo aleja de su antigua guarida política. En todo caso, LFI después de tres intentos fallidos de llegar al mandato supremo no ha bajado la guardia, y ha sabido organizar alianzas con la coalición de izquierda (NUPES) que lo han acercado al partido de la mayoría presidencial.
Otra vez, sin poder extenderme, es importante destacar que han hecho un trabajo de agregación importante, al proponer candidatos que provienen de la sociedad movilizada, como es el caso emblemático de Rachel Kéké, exmucama de una franquicia de hoteles 4, y mujer negra, nacida en Costa de Marfil, con un marcado acento. Es la primera vez que una mucama llega a representar una circunscripción en la Asamblea Nacional. Es la primera vez que una mujer negra con un nivel escolar de primaria logra vencer a una exministra de gobierno. Algo está pasando pues… Y este algo me hace pensar que los linderos de la representación política se están moviendo tenuemente, pero con un valor que apreciaremos pronto.
Esta mañana no he podido deslindar la imagen de Rachel Kéké con la de Francia Márquez. Solté lágrimas de felicidad al tener la noticia de la victoria de Petro en Colombia, con el primer sorbo de mi café —colombiano— mañanero. Dos mujeres negras, que son símbolos de luchas sociales territoriales y racializadas, dos destinos unidos por una trayectoria similar. Un nombre no puede ser solo un adorno retórico… En la presentación del libro, afirmé que lo revolucionario de la candidatura de Petro era la presencia de Francia a su lado. Al igual que Mélenchon (obviando las proporciones evidentemente), supo ampliar el campo de representación, y sabía que, para mover a las clases populares, hay que dar más que discursos. Este símbolo que sea encarnado por dos mujeres negras, no es tampoco la ilusión mítica de un feminismo interseccional trasnochado. Nos alerta sobre el vigor de un post-progresismo que, de ahora en adelante, será feminista, postcolonial o no será.
Pero volvamos a Ecuador y a las semejanzas que me surgen con el caso francés. Se ha allanado a la Casa de la Cultura, que fue el epicentro de la revuelta de noviembre del 2019. Con marcadas intenciones de erradicar por la fuerza cualquier ola de reivindicación, el gobierno de Lasso está demostrando un claro giro autoritario, tal como pasó con Macron y los Chalecos Amarillos. Mientras tanto, en Francia, un electorado popular y periurbano no encuentra como otra opción política que la del RN, augurando una necesidad para la izquierda de volver a encarar una política de representación más acorde a las necesidades de la gente.
En una época de desamparo frente a la insoportable desigualdad social y económica, la perceptible crisis ambiental y climática, y la inseguridad alimentaria, una parte de la sociedad encuentra en la extrema-derecha un cobijo por sus miedos y su desconfianza hacia la política. Le toca entonces a la izquierda y al post-progresismo reencantar la vida, el amor y los territorios. Toca mirarnos aquí y allá. Unir fuerzas e inventar narrativas feministas, ecológicas que puedan representar a todas y todos.
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Notas:
1 Derivas y dilemas de los progresismos sudamericanos. Miradas desde la investigación. Buenos Aires, Red Editorial, 2022.
2 Chakrabarty, Dipesh. ([2000] 2008). “Introducción: la idea de provincializar a Europa” En: Al margen de Europa. Pensamiento poscolonial y diferencia histórica.
3 Coalición creada tras las elecciones presidenciales, bajo el impulso de LFI, para formar un bloque de izquierda para las legislativas, con candidatxs ecologistas, socialistas, trotskistas, comunistas e insumisxs.
4 Estuvo liderando una huelga de 22 meses para exigir mejoras salariales en el hotel donde trabajaba.