El surrealismo, género que rechaza el poder de la razón, se apoya del inconsciente, de lo irracional, de lo onírico y hasta de lo absurdo para, desde sus proposiciones estéticas, —que varían según sus autores—, buscar un cambio de mentalidad en pos de una mejor vida. Suena como algo un poco ilógico para algunos, pero ya sabemos lo que el arte puede revolucionar a las sociedades.
El surrealismo es una de esas corrientes que solo un verdadero artista puede ejecutar de forma acertada, y cuando esto sucede, se crean obras de una grandeza extraordinaria que, por suerte o por desgracia, según quién lo analice, no llegan al público general y a la media le cuesta entender.
Hoy les propongo a dos grandes del surrealismo literario, un hombre: Boris Vian; y una mujer: Leonora Carrington; él músico y ella pintora, ambos, representantes de este género desde varias expresiones del arte.
Si crees que puedes con semejante nivel de “locura”, pues, adelante:
La espuma de los días, de Boris Vian
¿A qué alude este título? Creo, después de su lectura, que se refiere a la espuma como esa nada presencial, símbolo de algo que se nos hace todo al final.
Una novela muy surrealista, con escenas caóticas, situaciones desenfrenadas, personajes disparatados, objetos animados, animales personificados, y una trama aparentemente frívola y en extremo cargada de símbolos, como si se tratara de un largo, raro y encriptado poema del absurdo.
Esta novela habla sobre el amor, la muerte y las situaciones adversas de la vida, que se nos va entre pasiones y responsabilidades que nos distraen y nos trauman.
Colin es el protagonista principal, que en un principio es retratado como un rico, desinteresado, hedonista y bon vivant, que disfruta la vida junto a su cocinero Nicolás —único personaje medianamente aterrizado en esta novela— y un ratón que se comporta como amigo, más que como mascota. Chick, el mejor amigo de Colin, es un ingeniero con mal salario y por eso se resiste a casarse con Alise, a pesar de que comparten la pasión por un escritor que es una clarísima parodia de Jean Paul Sartre —del cual hablo más adelante.
Colin conoce a Chloé, con quién se casa y se van a vivir juntos. Alise envidia de forma sana el amor de Colin y Clhoé, y desespera ante el aumento de la obsesión de Chick con su escritor favorito, al punto de gastarse el dinero que le regala Colin para que se case en objetos y libros relacionados con ese autor; eso terminará en una tragedia homicida y pasional de la mano con la tragedia personal de Colin y Chloé. Puesto así, uno diría que se trata de una novela trágica, pero en verdad también es cómica y muy, muy absurda, repito, muy absurda… ¡ Y filosófica!
No es para todo tipo de público, ni para todo tipo de ánimo. Hay que estar de cierto humor para meterse en este mundo caótico que crea Boris Vian, aunque hay que recalcar que logra convencer y enredar al lector para seguir leyendo.
“No quiero trabajar, no me gusta”, es una frase que resume todos los discursos en contra del trabajo que aparecen constantemente en la novela. Contradice la noción que se nos inyecta desde la infancia sobre lo dignificante que es trabajar, y aquí, entre estos hedonistas venidos a menos se presenta así: “(…) El trabajo es horrible, rebaja al hombre al nivel de la máquina…”; y paradójicamente estamos en presencia de una historia llena de objetos mecánicos que lo hacen todo: el pianococktail es uno de los más ingeniosos, un piano que prepara tragos según el tipo de música que se toque con él, lo cual me da paso a hablar de un punto que se repite en toda la trama: la celebración del Jazz.
En la primera página el autor prepara a los lectores: “Existen solo dos cosas: son el amor en todas sus manifestaciones, con chicas guapas, y la música de Nueva Orleans o la de Duke Ellington. El resto debería desaparecer, porque el resto es feo…”, de ese modo, y sumando sus primerísimas palabras: “En la vida lo esencial es hacer juicios a priori sobre todas las cosas. Es evidente, en efecto, que las masas se equivocan, y los individuos siempre tienen razón…”, sabemos que estamos ante una obra provocadora y que busca jugar con la realidad y las nociones que de ella tenemos, y de la justicia “(…) ¿Dónde está la justicia? Jamás he oído de ella”, y el orden, lo prescindibles que somos todos, principalmente en el trabajo, y las convenciones sociales, en especial la institución matrimonial.
Con respecto a la novia, Clhoé, que casualmente se llama igual que una canción de Duke Ellington que suena a lamento y a melancolía, después de casarse cae enferma; le diagnostican que tiene un nenúfar en un pulmón, y de este modo, algo bello, una flor, pasa a representar la enfermedad, la invalidez en una cama, dentro de una casa que empieza a transformarse y a degradarse a la par que la situación económica y emocional de sus dueños.
Hay también un breve discurso antibélico, expresado a través de la incapacidad de Colin para engendrar armas en una granja donde se cultivan, sí, lo sé, pero es así este libro. Luego en un momento introspectivo se propone no pagar más impuestos para que así los funcionarios se queden sin sus guerras.
Otro momento, iconoclasta, deja en mal visto a la iglesia, y en varios momentos se hace referencia a un arma llamada Arrancacorazones, que es, casualmente, el título de otra novela de Boris Vian.
La idea del entierro pobre da la idea del maltrato a la clase baja, de cómo la dignidad, el respeto y hasta “lo divino” tienen precio. Ese momento en el que Jesucristo le reprocha a un personaje que pagó poco por el funeral, cuando en otro momento había pagado bien a la iglesia por su boda convierte a la muerte en un momento de humor negro. La espuma de los días es una especie de comedia humana, por eso lo trágico y lo absurdo.
Paradoja sobre el vómito, de Jean-Sol Partre, escritor célebre que se menciona a menudo, evidente parodia de Jean-Paul Sartre, para criticar el culto a la personalidad, aunque Vian lo hace rozando lo ofensivo pues, en vida, no soportaba a Sartre.
Vi la película que hizo Michael Gondry hace unos años, la recuerdo como algo muy loco, y ahora que leo la novela en la que está basada, creo que le hizo gran honor.
Hay una cosa que Colin, el protagonista, se pregunta cuando su vida empieza la carrera cuesta abajo: “(…) Uno se acuerda mucho más a gusto de los buenos momentos. ¿Para qué sirven entonces los malos?”. Yo tengo mis propias respuestas, de todos modos, ahí lo dejo.
Cuentos completes, de Leonora Carrington
Es un compendio de 25 cuentos, tres de ellos publicados por primera vez gracias a esta edición que reúne todos los relatos publicados por la autora en Estados Unidos, en 1988, dentro de los libros La casa del miedo y El último caballo, además de contener algunas imágenes de la obra plástica de Carrington.
Leonora, que fue pintora, escritora y mujer de una vida súper interesante, tuvo una imaginario muy personal: creó todo un Universo surreal de estilo marcado, conocido como Carringtoniano.
En este universo, aquí expuesto en cada cuento a modo de ventana para que el lector se asome, todo es posible; es lo que sucede con el surrealismo, lo fantástico, lo onírico y lo terrorífico, que cualquier cosa, por muy improbable que sea, sucede con la mayor normalidad, creando así realidades absurdas para la lógica del realismo que, probado está, puede ser la mar de absurdo igual.
Nada es lo que parece en estas historias, y hay que repensar y releer algunos cuentos para tratar de encontrar el huevo de pascua, la moraleja, la crítica, la parodia, incluso lo de biográfico que pueda tener cada propuesta de ficción.
La prosa de Carrington es plástica, tiene que serlo: por el bien de sus propuestas y porque es algo orgánico en ella.
En La debutante, una joven —en la que Leonora se proyecta— es capaz de hacerse sustituir por una hiena para que ella atienda su baile de introducción a la sociedad, incluso es capaz de sacrificar otra vida humana, todo por no tener que formar parte de una comitiva hipócrita y artificial como la alta sociedad reunida en una sola habitación, y “en su honor”.
En estos cuentos se critica a la clase alta, a sus estiramientos y artificios, plasticidades, mentiras, hipocresías y retorcimientos. Son historias de rencores y fastidios familiares, contra el patriarcado, el machismo, la falta de cordura de los que rigen, los traumas infantiles que se esconden en las posturas que adoptamos ya de adultos y el oscuro poderío de la iglesia.
Todo se discursa de forma algo encriptada, como si quien la lea tuviera que enfrentarse a los cuadros que hay que interpretar. No son historias redondas; algunas quedan más abiertas que en suspenso; como consumidas por el propio surrealismo, como sueños o pesadillas truncadas por el despertar.
Algunos elementos se reiteran aunque cambien su intencionalidad: los caballos, la comida, las viejas regañonas, la vergüenza, lo infantil, la soledad, lo eclesiástico retorcido, la renuncia, la violencia, el sacrificio, la lucha entre el bien y el mal, la oscuridad y la luz…
Son estilo puro, aunque como tramas sean algo confusos estos cuentos. ¿Me gustó? No lo sé aún, creo que sí, sigo confundido, como acabado de despertar de uno de estos sueños raros y muy vívidos.
Algo me dice que después de leer tanto surrealismo me vendrán ganas de explorar más, y mejor, la realidad, por muy complicada que sea.
Hasta el próximo “Librazo”.