No han sido pocas las veces en las que el espacio del harén ha sido romantizado en sus representaciones, literarias o no. En verdad, se trata de un sitio en el cual se encierra a las mujeres para su uso en las labores domésticas y sexuales, básicamente, bajo un supuesto manto de protección. La palabra ha ido añadiendo significados a lo largo de los siglos, y hoy hay quienes le llaman harén hasta a una “modesta” lista de tres o cuatro amigas o amigos que se reúnen para complacerse. Pero quienes tenemos una idea de cómo eran las cosas en la antigua Persia, y en la época en la que las sociedades musulmanas andaban de conquistadores por el Mediterráneo, Oriente Medio, India y África, sabemos que cuando se hablaba de harén se trataba de algo serio y mucho más cerrado.
La palabra, tal y como la usamos hoy, proviene del término de origen árabe harīm, y su traducción viene siendo algo así como: lugar sagrado para las mujeres de la familia; dicho de ese modo suena a eufemismo, casi a sororidad… Pero, no.
Un harén podía tener hasta mil personas, y digo personas pues en él vivían también eunucos que fungían como ayudantes, entertainers y compañía sexual si hacía falta —sabemos que la sexualidad de los machos árabes y persas podía ser tan flexible como la de los ninjas japoneses, nada, que el morbo hacia lo andrógino y la presencia trans siempre han estado presentes en todas las épocas de la humanidad, que no te cuenten otra cosa—. También estaban los hijos de las mujeres con sus patriarcas y, tristemente, algunas esclavas; esas estaban en el último eslabón de la cadena de uso.
Esta nota la tomé de las preguntas que ofrece Google, con respuestas incluidas, reproduzco tal cual:
“Según el Jataka, la colección de cuentos legendarios acerca de las vidas anteriores de Buda, el harén del rey Tamba de Benarés ha sido el harén más grande de la historia, ya que estaba integrado por más de 16 000 mujeres”, y he ahí uno que se la supo montar a sus anchas. No he buscado nada sobre él, pero seguro que lo tienen tan mitificado como a Alejandro Magno, que en todas partes lo pintan como un machote súper sexual, y yo me pregunto, ¿en serio el tipo tenía tanta energía como para salir a pelear para después embriagarse y, aún así, tener sangre para empotrar a mujeres, hombres y eunucos por igual? ¡Vaya! Yo quiero de lo que él tomaba. En fin, para no desvirtuarme, retomemos…
El harén ha sido inspiración para el arte, y su entrada en el imaginario popular ha sido gracias a la pintura, la literatura, el cine, la televisión y los videoclips, ¿quieren harén más famoso que el de Las mil y una noches? Claro, el de este clásico de la literatura es propiedad de un sultán que es un poco hijo de su madre, ya que Shahriar, después de descubrir que su primera esposa lo engañaba, decidió, en absurda venganza, desposar a una mujer diferente del reino cada noche y al otro día decapitarla, hasta que llegó Sherezade y mandó a parar con su belleza, su vasta cultura y sus cuentos para entretener al condenado, básicamente ella (sobre)vivió del cuento. El Harén de Shahriar era el reino entero, queda claro…
Lo triste de todo esto es que todavía existen especies de harenes en zonas rurales de países como Afganistán y en el Golfo Pérsico. En ellos encierran a las mujeres, que pasan a pertenecer a un patriarca, y se utilizan con fines domésticos y sexuales, nada comparable con las imágenes hermosas que nos ha dejado la pintura renacentista de lo que sus exponentes imaginaban como un harén.
Hoy quiero compartirles, después de esta larga introducción, tres novelas en el harén, Las mil y una noches aparte. Y he seleccionado solo tres, porque de los dieciséis títulos que conozco y hacen referencia al harén, entre lo romántico, lo policial y el misterio —casi todo bien pulp— fueron estos los que encontré con el tipo de calidad literaria que andaba buscando. ¡Ojo! No acuso a la literatura pulp, solo que mi interés se centraba más en lo realista, en lo investigativo, por mucho que siempre se filtre la ficción en estos casos.
Sin más:
“En el harén”, por Denisse Zintgraff y E. C. Vukovic
Si Sherezade pasó mil y una noches contando cuentos para sobrevivir, en el caso de Denisse Zintgraff fueron 730 noches, pues pasó dos años viviendo en un harén de Arabia Saudita, como invitada de una princesa saudí, para que enseñara francés a su hijo.
Denisse es suiza, y vivía en Nueva York a la edad de treinta años; en esa ciudad llevaba una revista underground a mediados de los años ochenta. Harta de la vida kitsch, imitadora de los estándares plásticos impuestos por las revistas y la sociedad en la que se desenvolvía, decidió lanzarse a esta aventura bajo contrato de trabajo, sin saber que terminaría dejándonos una especie de reportaje novelado de su experiencia en un harén moderno, lleno de lujos y de relaciones inusitadas.
Lo cierto es que el libro ofrece una imagen que pone luz sobre varios asuntos que a nuestra mente occidental le son aún misteriosos, incluso después de leerlo, uno sigue sin entender del todo pues, al final, tenemos el testimonio de una mujer que convivió con otras mujeres en un espacio que pensábamos era cosa del pasado, o una leyenda. Habría que contrastar con la versión masculina y las leyes que la soportan, ya que se trata de una forma de entender la vida muy ajena a la nuestra.
Encontraremos los clásicos del caso: castigadas por hablar con otros hombres, sin libertades básicas, sometidas y, a la vez, “compensadas” con ciertas comodidades, exquisiteces y lujos —entrecomillo el adjetivo compensada, y perdonen que no encuentre otro más afín, pues es una realidad que se escapa de mi entendimiento, me hace sentir, como aclara la autora en la nota inicial del libro, que: “(…) Cualquier error de interpretación de cuánto he visto y vivido debe imputarse solamente a mi ignorancia…”.
Escrita con sencillez, no es una novela al uso, sino una especie de reportaje novelado, —como ya dije—, que busca aportar conocimiento sobre la hermética cultura saudí, de la que muchas veces vemos el lujo y el dinero, aunque sabemos que esconden sus asuntos.
El harén moderno puede compararse a un convento, quizás, pero con toques hedonistas y más práctica del pecado cristiano de lo que uno imagina. También explora los entresijos de los nexos que se crean entre las mujeres que comparten condición, y expone de forma respetuosa, dejando al lector y a su cosmovisión las conclusiones más generales. He aquí una experiencia de vida, una descripción que busca, ante todo, ahondar en lo humano y, también, en nuestros propios errores culturales:
“Ninguna cultura es totalmente blanca ni totalmente negra, ni la Cristiana ni la Musulmana. Aceptar este hecho significa avanzar por el camino de la paz.”
“El burdel de Lord Byron”, por Luis Antonio de Villena
Galardonada con el Premio Azorín de novela en 1995, esta obra de ficción se vale de datos biográficos del famoso y controversial escritor para ofrecernos una historia entretenida y muy bien escrita.
Villena hace uso de varias voces y técnicas narrativas, con saltos y mudas, lo epistolar, voces en pasado y en presente, narración en segunda persona, y todo tan bien tejido que es imposible no admirarla.
Estamos ante una novela con lenguaje de adultos. Luis Antonio no se corta con el lenguaje explícito, sensual y sexual, obsceno y muy a tono, pues la historia tiene entre sus narradores a Lily, una prostituta ficticia que supuestamente fue amante de Lord Byron, alguna especie de favorita a quien le envió cartas muy honestas e inspiradas:
“Lily, pequeña pantera:
¿Has pensado ya en el amor de las mujeres? No es mi estilo renunciar a nada. Amo a los muchachos, y las mujeres pueden arrojarme a un estado de desesperación, fuego y deseo…”
He aquí un fragmento de la certera sinopsis del libro, para que se hagan una idea:
“Jonathan Decambra, inspector de Scotland Yard, en sus continuas visitas de rutina a un burdel londinense conoció a Lily, una vieja prostituta con la que acabó entablando una tierna amistad basada en largas charlas sobre glorias pasadas. así, Lily, que en su juventud poseía una belleza embriagadora, le reveló al policía su prematura y apasionada relación con Lord Byron (…) Desgranando ante Jonathan la desazón que le embargaba la vida y los versos de Byron, sus innumerables amoríos —de ahí lo de Harén— y fracasos de un existir sin descanso, las contradicciones de un espíritu atormentado que fue rechazado por los suyos y qué murió luchando por la libertad de los demás.”
Luis Antonio de Villena es poeta, y le es, afortunadamente, imposible no tener vuelos líricos en su prosa. Este libro es una obra de arte literario, y aunque posee retoques y libertades de ficción, se vuelve totalmente veraz, otro de sus méritos, y nos descubre a ese ya mítico personaje que fue incluso en vida Lord Byron. El otro mérito de esta obra es que, a pesar de tener tantas técnicas aunadas, se trata de una lectura amena, sencilla, entretenida y bien apasionada. Yo en particular admiro muchísimo al autor y recomiendo esta novela con la esperanza de ampliar la red de admiradores de su obra.
“—(…) Él es mi juventud. O mejor dicho, la juventud sigue siendo él, ¿se podría pedir un mejor destino?
—¿Cree que ese es el secreto del éxito de Byron?
—Sigue actuando como un hechicero de la juventud. Es una imagen de la adolescencia. Un canto de belleza, de desafío y de muerte. La adolescencia y la juventud piden ardientemente tales cosas…”.
“El muchacho persa”, de Mary Renault
Con esta novela de corte biográfico hago un especial, pues en esta obra en particular no todo sucede en un harén, prostíbulo o área similar, pero sí parte de ese contexto para presentarnos a Bagoas, el eunuco que fuera amante de Alejandro Magno. También me parece oportuno presentar la novela, pues se trata de la historia de una de las figuras feminizadas pero no completamente femeninas que componían los harenes clásicos de la antigua Persia.
La novela nos cuenta cómo, a pesar de que Bagoas provenía de familia de alcurnia, terminó siendo un eunuco y sirviendo a las mujeres del harén que luego caería en manos del conquistador Alejandro Magno, de quien Renault hace un retrato muy humano, a través de la visión de Bagoas, su eromenos favorito.
Esta novela es la segunda de una serie, fruto de una investigación sobre la vida de Alejandro Magno que inicia con Fuego en el paraíso, en la que recorre los inicios de la vida y obra de ese personaje histórico, y continúa con El muchacho persa, para hablar de su lado “escandaloso”, o sea, sus relaciones personales y sexuales. Para que tengan una idea de la cercanía e importancia histórica de Bagoas, he aquí este pequeño fragmento:
“(…) Aunque era joven y esbelto con músculos de danzarin empecé a notar que me iban fallando las fuerzas a cada noche que pasaba (…) Hubo algunas noches en que solo hubiera deseado tenderme para siempre (…) Ahora las marchas eran más largas e íbamos más despacio. Pero el siguió encabezándolas de noche y en medio del calor de la mañana. A la hora de acostarme apenas hablábamos. Habíamos llegado al acuerdo de que no tenía por qué cansarse conversando conmigo. A veces tenía que esforzarme por impedir que se tendiera tal como estaba; me maldecía y yo le contestaba con brusquedad, como una niñera que se hubiera enfadado con un chiquillo. Pero no era nada, le servía de distracción después de tantas horas de disimular ante los hombres. Cuando lo había lavado, me daba las gracias…”.
Esta es una gran novela histórica, como pocas, muy necesaria en estos tiempos que corren, adelantada a su época y quizás por eso hasta fue censurada en algunos países. Se dice que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, pero también grandes trans, y he aquí un ejemplo.
Nos leemos la próxima semana. Por esta, ya he repartido bastantes “Librazos”.