Cuando comenzábamos este diálogo, Patricio Rodríguez (La Habana, 1980) me hizo llegar su declaración de artista:
“Sin la capacidad de actualizar una idea o concepto, el arte no existiría. Mi trabajo es una búsqueda constante de la mejor manera de interpretar y proyectar las ideas que tengo sobre el mundo en que vivo. Cada pieza que creo es, a la vez, una extensión del pasado, donde he aprendido, así como un adelanto del futuro, a donde voy con el permiso de Dios o de un espíritu.
“Muchos de los métodos tradicionales chinos de corte de papel se pueden ver en mi trabajo. Además, el grabado se imbrica en mi forma de hacer arte. Fui alumno de grandes maestros del grabado, y me gradué de esta especialidad artística en la Academia San Alejandro de La Habana.
“No me clasifico como un artista artesanal, como algunos podrían pensar. Utilizo la técnica del papel cortado con un profundo respeto hacia esta herencia milenaria, pero devolviéndola en un contexto y en una propuesta contemporánea. Mi medio principal es el papel; y mis herramientas, la hoja, la cuchilla y el tiempo. Creo una nueva estructura, donde aflora el concepto de la fragilidad.
“El ser humano y su entorno natural, sus sueños y esperanzas, así como sus miedos y limitaciones, son temas recurrentes en mi obra artística. Las imágenes que recorto son una celebración de los aspectos esperanzadores y alegres de la vida humana. El verdadero arte encarna y refleja el espíritu de su época. Mi arte es, a la vez, divertido y misterioso, como lo es el triunfo del milagro sobre la miseria”.
Ha realizado nueve exposiciones personales en Cuba, México y Estados Unidos. Algunas de ellas son: “Rostros y Ciudad”, Pabexpo, como parte de la Feria Internacional del Libro de La Habana, 1998; “Calar los límites”, Centro Cultural Cinematográfico Charles Chaplin, La Habana, 2002; “Al filo de la navaja”, GE Galería, San Pedro Garza García, Nuevo León, México, 2010; y “Los Cortes Hablan”, The Art Gallery at Eissey Campus, Palm Beach State College, Palm Beach, Florida, Estados Unidos, 2020.
¿Cómo llegas a la técnica milenaria del papel calado?
Me encontré con esta técnica por necesidad, y sin saber todo el legado milenario que cargaba. Por aquellos durísimos años 90, cuando no había de nada y empezábamos a estudiar artes plásticas en la extinta escuela elemental 20 Octubre, en El Vedado, teníamos que echar mano a cualquier recurso. (Digo “extinta” respecto al programa de enseñanza elemental para niños de nivel secundario; la escuela, creo, sigue abierta con cursos o talleres en diferentes especialidades). Comenzaba yo entonces a enamorarme del grabado como recurso expresivo. Fue la maestra Carmen Menéndez quien nos enseñó las primeras técnicas de la especialidad. Empezaron a llegar las monotipias, las linografías y las xilografías.
Esta última técnica despertó en mí un interés mayor. A falta de madera, como el cedro, usábamos plywood, y el lugar de las gubias lo ocuparon las cuchillas. Con ellas empecé a calar, y así pude sacar la primera y segunda capas de madera, para lograr la profundidad deseada. Desde temprana edad, la cuchilla se quedó conmigo para calar papel, cartón y madera.
Luego, en San Alejandro, el profesor Eduardo Hernández nos presentó oficialmente la técnica del papel calado, y me di cuenta de yo llevaba un tiempo haciendo eso. Y hasta hoy.
¿Hay en Cuba antecedentes notables de caladores artísticos?
No lo sé con certeza. Debe de haberlos. Quizá la falta de promoción tenga en el anonimato a un puñado de locos que hacen maravillas con una cuchilla y un papel. Lo que sé es que algunos artistas aplican la técnica como apoyatura a su propuesta. Es el caso de Eduardo Hernández, que realizaba unos collage con sus fotos en los que hacía cortes de siluetas muy precisos para crear sus composiciones, con un lenguaje muy propio. También recuerdo a la artista Lidzie Alviza, con una serie de calados en madera muy hermosos.
Tus obras, muy laboriosas, por cierto, suponen muchas horas de realización. ¿Cuánto hay de goce y cuánto de sufrimiento en la elaboración de cada pieza?
Todo el goce posible. No tengo la sensación de estar sufriendo al trabajar por más de doce horas al día. Visto desde afuera, parece una acción tediosa y con cierta carga de sufrimiento o resignación; pero no hay nada de esto. Experimento lo contrario.
Tengo muchas otras pasiones, pero sumergirme en la creación, extasiarme en la espiral de emociones y sensaciones que el arte me brinda, produce un extraño placer, casi orgásmico. Es lo que más disfruto. Es un regalo divino, y doy gracias por ello.
¿Puede pensarse que, a la vez que medio de expresión, el arte es, para el artista, un campo de meditación?
Sí, lo es. El arte y las religiones van de la mano desde el principio del tiempo. Se mezclan. La espiritualidad del ser humano está conectada con la capacidad de creación artística. El arte activa las emociones más sutiles y virtuosas. Así, el arte puede ser entendido también como una práctica meditativa.
En mi caso, la sensación del transcurso del tiempo se diluye cuando me adentro en la realización de las piezas. No sé si pasó rápido o lento. El mecanismo automático de la acción de calar me desconecta, por así decirlo, de la realidad más concreta. Las horas transcurren sin que lo perciba, en tanto el cuerpo sigue en la práctica de hendir.
En algunas filosofías primitivas se le llama a eso “detener el mundo”. Un grado máximo de concentración que anula momentáneamente el entorno. ¿Puede ser el arte, además, una suerte de terapia ocupacional?
No lo dudes. A los que, como yo, padecen de ansiedad, el arte los calma y les controla la mente; conecta el espíritu con su esencia. ¿Qué habría sido de mí si no hubiera encontrado el arte en mi camino? ¿En qué nivel de oscuridad estaría sumergido?
Cito a Cioran: “Estoy seguro de que si no hubiera emborronado papel, me hubiese matado hace mucho. Escribir es un alivio extraordinario (…). Si no hubiera escrito, habría podido convertirme en un asesino”.
Tiene razón. Eso aplica para cualquiera de las manifestaciones artísticas. Quizá yo no hubiera llegado a tanto. Solo Dios sabe.
Tu formación es de grabador, incluso tus obras combinan el calado y el grabado. La finalidad del grabado es producir originales múltiples seriados; sin embargo, tus obras son originales. ¿Por qué grabar en vez de pintar o dibujar directamente?
En los últimos veinte años mi trabajo brinda una visualidad que delata mi formación en la especialidad de grabado. Y, aunque mis piezas no sean puramente grabados, puesto que no hay impresión, bien podrían serlo; de hecho, muchas personas tienden a confundirse, sobre todo en series más antiguas.
El grabado me ha producido unos placeres y una sensación de adicción al mismo tiempo, que solo los que lo han experimentado podrían saber de lo que hablo. El grabado carga una magia antigua de la cual es difícil desprenderse una vez que se ha inoculado.
Elijo el grabado, en primera instancia, en vez de pintar o dibujar, porque soy un adicto a la pulsión que genera la acción de devastar, calar, y dejar huellas. Es tan sencillo como eso.
Usas en ocasiones papel periódico para tus collages. ¿Eres consciente de la intertextualidad que se logra entre las noticias y la obra, o empleas el periódico sólo como un elemento de valor visual?
En muchas ocasiones soy consciente de la intertextualidad de la que hablas.
Crecí viendo a mis padres leer periódicos. En mi casa, en Cuba, nunca faltaron los tres periódicos de circulación nacional. El señor del periódico lo llevó religiosamente cada día, hasta que sus huesos octogenarios no aguantaron más.
No solo la noticia la utilizo como elemento visual y conceptual, sino que, además, estos fragmentos, y en algunos casos páginas completas, tienen implícita una carga emocional muy fuerte para mí.
Simbólicamente me transporto a aquellos tiempos en los que mi padre leía el periódico sentado en el sillón del portal de ese Vedado del que solo queda el recuerdo. Él, sentado, leyendo y fumando su cigarro Popular, y yo esperando que terminara para hojear aquel papel del cual solo me interesaban las secciones cultural y deportiva, cuando se hablara de Industriales.
Hoy casi nadie lee periódicos; mi padre murió hace muchos años; Industriales es el fantasma de aquel equipo que yo seguía; y mi casa… sigue en El Vedado, pero sin mí.
En tu declaración de artista consignas que no quieres que tu trabajo se confunda con el de un artesano. ¿Qué distingue el arte de la artesanía? ¿No se trata de una línea demasiado borrosa la que separa a una y otra práctica?
Son imprecisas las fronteras. Podemos encontrar objetos artesanales con una calidad artística superlativa en cualquier mercado de pueblo; y, a su vez, podemos encontrar piezas en los museos de arte contemporáneo y no entender cómo a esos objetos se les puede rendir semejante culto. Entonces llega esa pregunta: ¿Qué es arte y qué es artesanía? ¿Cuál es la diferencia?
Mi opinión es que la artesanía busca realizar un objeto que, además de atractivo, tenga una función concreta en la vida. Digamos que un artesano sabe de antemano cómo hacer esa pieza artesanal, y el artista, por el contrario, pretende expresar una emoción, y con su creación desafiar la muerte, desafiar el inevitable paso del tiempo. Quiero pensar que el arte tiene un profundo propósito estético y espiritual; mientras que la artesanía sacia su propósito en lo humano y cotidiano.
El arte es lo que no se sabe hacer, lo que hay que “inventar” cada vez.
Esa es una definición aceptable.
El papel, como soporte, no tiene el mismo “prestigio” que el lienzo. ¿Por qué insistir en levantar una obra básicamente en papel, más difícil de comercializar y cuya conservación es problemática?
El papel carga un estigma. Ciertas galerías y coleccionistas miran este soporte con recelo, a diferencia del lienzo, que goza de gran aceptación por su aparente fortaleza en comparación con el papel. Muchos coleccionistas asumen el papel como poco duradero y demasiado frágil para hacer sus inversiones.
Es un debate bastante extendido. Yo conservo obras realizadas desde el mismo principio cuando comencé a crear, y están en perfecto estado. El papel merece y requiere un cuidado especial. El control de la temperatura y de la humedad es fundamental para su salud. No apuesto únicamente por el papel, pues he desarrollado series sobre lienzo, madera y metal; pero mi vínculo físico y espiritual se ancla en el papel como soporte.
El papel, como dije, llegó a mi vida como medio, soporte básico y único debido a la escasez y ausencia de otros soportes. Además, cuánta belleza, ternura, calidez, plasticidad, sensibilidad, generosidad y espiritualidad nos regala el papel como material. Los humanos tenemos una conexión ancestral con él. No puedo ni quiero desprenderme de ese vínculo. El papel continuará caminando conmigo. Le debo demasiado.
Viviste en México unos años. Si bien el calado en papel es una técnica asiática muy antigua, en México el arte popular la ha asumido como propia. ¿Cómo ha influido en ti, en tanto hombre y artista, el contacto con la cultura visual mexicana?
No sé si escogí México como país o si México me escogió. Sospecho que fue esto último lo que sucedió. Como haya sido, pasé más de siete años en tierra azteca, básicamente en la norteña ciudad de Monterrey.
Es el primer país que conocí fuera de Cuba. Allí todo era nuevo para mí. Fue la revelación de que otro mundo existía, de que la vida no era aquella mentira que nos habían contado.
Para un joven soñador de 27 años resultó un cambio muy brusco. Aprendí, entre otras cosas fundamentales, a gestionarme la vida. Ya no estaba en el barrio, ya no estaban los amigos, el hogar, la madre, la seguridad; sino todo lo contrario. Tuve que caminar por una ruta completamente insegura, sin garantías de nada. Lo único seguro era que estaba viviendo mi propia historia.
Pero como estaba en México —y allí no puede ser de otra manera—, no faltaron los nuevos amigos, la creación, la comida inigualable de esa región, las oportunidades, el arte milenario y el amor.
La cultura mexicana es enorme y se aprecia en cada rincón de la república y en cada persona que la habita. La autenticidad y grandeza de este pueblo influenció de manera directa en mí y en todo lo que hice en esos años.
Los mexicanos tienen un culto a la muerte muy sui generis. Ellos la respetan, la festejan, en su honor se come y se bebe, le ofrendan al ser querido fallecido toda esa gratitud y alegría sin que deje de ser un ritual sumamente espiritual y de altos niveles artísticos.
Estas prácticas culturales influyeron en mi trabajo; su colorido característico fue adoptado en mis creaciones, el gris y el negro fueron ausentándose un poco.
En México la vida y la muerte bailan al mismo son, son ingredientes del mismo mole. No puedo quedarme a medias con México, mi gratitud y amor están calados en esa tierra.
Hay en tu obra un trasfondo meditativo. En muchas piezas, las vísceras son elementos para la composición. ¿Tu arte es un ejercicio del desgarramiento?
Siempre he tenido interés en entenderme y encontrar sentido a lo que nos sucede en este maravilloso viaje llamado vida. El medio del que me valgo para formular preguntas y encontrar respuestas es la creación artística.
En este ejercicio diario, que sucede dentro y fuera de nuestra existencia, el desgarramiento es inevitable si se pretende hacer arte; solo que en mi caso no tiene carácter trágico o pesimista. En mi trabajo la búsqueda sucede por medio de una cuchilla; esta cala, corta, agujerea, en definitiva desgarra con cierta violencia, pero sus huellas (los cortes) son inmaculados, cuidadosamente hechos; como quien corta o hiere, pero a la misma vez acaricia.
La cuchilla y yo vamos creando estructuras. Es el juego de quitarle soporte al papel para regalarle una nueva forma, mucho más frágil. La vieja capa de piel ha sido retirada y otra nueva ha quedado al descubierto, y ésta deja ver por las caladuras otra capa de papel que subyace. Así voy buscando entre cortes y desgarres. El hallazgo no es más que la nada.
Pero por el camino queda la totalidad de la pieza creada. Las imágenes, figuras y órganos anatómicos, se amontonan en un ejercicio del desgarramiento para encontrar el sentido más limpio y profundo posible. Más que ejercicio del desgarramiento, también es un ejercicio de lo sublime.
¿Cómo has construido tu identidad? ¿Te consideras un artista cubano?
Mis huesos cargan con 42 años, y parece que tanto tiempo como este no hubiese pasado o, por lo menos, no según mi percepción. Por el camino he construido una identidad sin proponérmelo. He tratado de ser consecuente con mis ideas y mis acciones, procurando hacer el menor daño posible, queriendo proyectar la mayor cantidad de luz y la menor cantidad de sombra.
Soy un artista cubano dado que nací en Cuba y allí empezó mi carrera; pero sentirme parte de lo que se entiende como “arte cubano”, terminología bastante ambigua y excluyente, es otra cuestión.
El término “arte cubano” no supone una alineación política. Lam, Tomás Sánchez, Bedia, son artistas cubanos que construyeron y construyen una obra en distintos países. Tampoco tiene que ver con la temática ni con “fijaciones” folcloristas. El sentido de mi pregunta es saber si te encuentras cómodo dentro del corpus de la cultura cubana, si tienes algún sentimiento de pertenencia. No creo que el concepto arte cubano sea excluyente. De hecho, es una pertenencia que no se puede enajenar por decreto.
A estas alturas creo que ha habido demasiadas pertenencias y derechos que se han negado por decreto. Sobran los casos de artistas en situaciones como estas. La cultura cubana, esa sí no puede ser negada. Su espíritu es eterno y nos acompaña en cualquier rincón de este mundo que habitemos. De ese manantial bebemos todos.
He vivido entre países por tiempo considerable, y varias naturalizaciones me acompañan. Mi mujer y yo formamos una familia. Mi hija nació en la Florida y, a pesar de que habla español e inglés, esta última es su lengua primera o natal.
En Miami, ciudad hermosa, incluyente y compleja en muchos aspectos, se desarrolla mi vida desde hace más de nueve años. Aunque nací en aquella isla hermosa y maltratada llamada Cuba, no creo poder asumir el rol de artista cubano. Muchos de nosotros (la mayoría, pues siempre hay excepciones) quedamos flotando después de cruzar la frontera. Todo tiene un precio. Además, nunca me gustaron las etiquetas. Me considero un artista de origen cubano viviendo y creando en Estados Unidos.
¿Qué proyectas para 2023?
Seguir trabajando en nuevas series que comencé a finales de 2022; además, continuar tomando clases de diseño gráfico en la Universidad Internacional de la Florida (FIU). También este año espero que salga a luz un libro de autor editado por C de Cuba en España, en el cual se recoge buena parte de mi trabajo de estos últimos veinte años de creación. Está a punto de entrar a imprenta. Me tiene bastante ilusionado y espero con no pocas ansias tenerlo en mis manos.