Desde las gradas del Chase Field, muy cerca del dugout de primera, un fanático lanza una camiseta blanca de Cuba a un jugador de México. En el terreno, el chico, sonriente, lleva al revés la gorra verde de la novena azteca, unos pendientes y dos argollas con crucifijos dorados le cuelgan en las orejas. Sin desespero, deja su autógrafo en el traje, en una pelota y en cuanto le pongan delante. Su conexión con la tribuna es tal, que después, en medio del partido, se va al muro del jardín izquierdo y firma guantes, gorras y más pelotas.
Así ha sido el show de Randy Arozarena (Pinar del Río, 1995) en el Clásico Mundial de Béisbol. En Arizona, sede del grupo C del torneo, el estelar patrullero se robó los focos. Lo mismo aparecía con un enorme sombrero en una entrevista, que con una máscara del luchador Místico, o caminaba por el diamante antes de los juegos con unas extravagantes botas de cuero, las mismas que se convirtieron en su amuleto desde aquella memorable postemporada de 2020, en la que condujo al Tampa Bay Rays directo al escenario más rutilante del béisbol: la Serie Mundial.
Con sus botas del poder a cuestas, Randy ha demostrado ser la estrella de la escuadra mexicana, y no solo por su hipnótica unión con la fanaticada. En el diamante dejó números de auténtico crack durante la primera ronda del Clásico, en la que fue seleccionado como el Jugador Más Valioso de la llave que se desarrolló en Arizona. Quizá sea intrascendente para muchos, pero Arozarena se ha llevado un MVP jugando contra Mike Trout, Mookie Betts, Paul Goldschmidt, Nolan Arenado o Freddie Freeman, monstruos de MLB.
Durante la primera ronda del Clásico, el cubano lideró a todos los jugadores en dobles (5), extrabases (6) e impulsadas (9), fue segundo en OPS (1.703) y cuarto en slugging (1.071). Por si fuera poco, logró 5 remolques en el duelo contra Canadá, igualando la mejor marca de un pelotero cubano en la historia del evento, en poder de José Dariel Abreu desde 2013.
El rendimiento no es de extrañar. Arozarena ha sido un látigo en escenarios en los que la mayoría de los mortales flaquean. En 2020, cuando llevaba solo un par de meses en Grandes Ligas, impuso récord de jonrones, extrabases, jits y bases recorridas para una postemporada, además de convertirse en el primer hombre con cinco partidos de 3 o más indiscutibles en la centenaria historia de los play off de MLB.
Imperturbable, agresivo, eléctrico, Randy impresiona por su innata capacidad para manejar la presión y crecerse en situaciones límite, lo cual le permite brillar cuando más miradas tiene encima, cuando más exigente es el panorama. Podría decirse que ese es su mayor talento, esculpido con el paso del tiempo gracias a una personalidad a prueba de balas.
La vida le ha puesto exámenes de rigor desde temprano. Cuando tenía solo 19 años, su padre falleció y Randy cargó con la responsabilidad de sostener a su madre y a su hermano menor. Ya jugaba pelota en Pinar del Río, equipo con el que ganó el título de la 53 Serie Nacional, que le daba acceso a competir en la Serie del Caribe de San Juan, Puerto Rico.
Pese a formar parte de la escuadra campeona, Arozarena fue excluido del equipo vueltabajero, que viajó y ganó el título en la capital boricua. Esto precipitó su decisión de irse del país.
“Sentí que me dejaron fuera, de la misma manera que otros jugadores lo han sentido antes. En Cuba, si tienes una o dos semanas malas, te apartan y se olvidan de ti. Antes de tener que pasar por eso, decidí salir de la isla”, contó hace dos años en un extenso reportaje de MLB.
El pinareño se montó en una lancha, pasó 8 horas en el Golfo de México, vio tortugas y delfines, sintió miedo y oró por llegar a salvo.
“Cuando estás en el mar, lo único que piensas es en llegar a salvo. Hay personas que están [en la travesía] por días, meses; y hay otros que no lo logran y mueren. Cuando estás en uno de esos botes, lo único que puedes pensar es en sobrevivir”, insistió el cubano, quien comenzó una nueva vida en México.
Ahí regresó a los diamantes, se casó, tuvo una hija. Pacientemente, aprovechó cada una de las oportunidades y, a golpe de batazos, se ganó el respeto de MLB y el amor de los fanáticos de Tampa, con quienes compartió el premio de Novato del Año que obtuvo en 2021.
Aunque es reconocido como uno de los cubanos más destacados del circuito norteño, Arozarena no ha escondido nunca sus estrechos lazos con México y sus deseos de retribuir al país todo el apoyo que le dieron cuando decidió emigrar.
“Para mí representar a México es un orgullo, porque cuando salí de Cuba ellos me recibieron con los brazos abiertos. Siempre dije que quería representar a México en un Clásico Mundial. Véanme, soy otro mexicano y me siento así. Todos me han recibido bien y esta convivencia solo se tiene en un equipo que va para cosas grandes”, apuntó Randy a la prensa acreditada en el evento.
Además, ha dejado claro que, incluso si lo hubieran llamado de Cuba (algo que no sucedió), él sólo consideraría representar a México. “Nadie se me acercó, pero de todos modos ya lo tenía claro, quería jugar con México. Mi decisión estaba tomada, como símbolo de agradecimiento por recibirme con los brazos abiertos, la gente siempre me dio su cariño y la oportunidad. Ahora lo único que me queda es responder como sé: jugando a la pelota”.
Arozarena recibió la naturalización en abril de 2022, luego de que el propio presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador manifestara en público su interés en apoyar el cambio de estatus del jugador.
“Se trata de un destacado beisbolista de origen cubano que estuvo en México y luego se fue a Estados Unidos a Grandes Ligas y participó en la Serie Mundial. Le vamos a pedir a Francisco Garduño, director de migración, que entre en comunicación con él y lo vea”, dijo AMLO.
De hecho, a inicios de la semana el presidente mexicano volvió a dedicar unas palabras a Randy por su gran desempeño en Arizona. “Él estuvo en México y nos dijo que, si se nacionalizaba, iba a jugar con el equipo de México. Está cumpliendo, porque sí le dimos la nacionalidad el año pasado y está ahí. Aplicadísimo, es muy buen bateador y produjo también. Bateó un doblete. Me desvelé viendo el juego, valió la pena”, dijo López Obrador, fanático empedernido del deporte de las bolas y los strikes que no se despega de la televisión para seguir el Clásico.
Ahora sube la parada para Arozarena, quien estará bajo los focos en Miami durante el duelo de cuartos de final entre México y Puerto Rico, finalista de las dos últimas ediciones del Clásico. Los aztecas, al contrario, no llegado nunca al grupo de los cuatro grandes del evento, por lo que el reto es duro, en particular para el cubano, que carga con los galones de líder.
¿Podrá mantener el ritmo de producción en la fase decisiva del torneo? En realidad, nadie lo garantiza, pero yo no apostaría en contra de Randy Arozarena.
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