En la ruleta incierta que es la vía, Cuba pierde la partida cada año. Al cierre de mayo de 2023, la Comisión Nacional de Seguridad Vial reveló las cifras más recientes. Se cuantificaron más de 3 mil accidentes de tránsito, 243 fallecidos y una cifra superior a los 2 300 lesionados “durante el primer cuatrimestre del año”.
El fenómeno en Cuba ha mantenido cifras superiores a los 10 mil hechos anuales entre 2000 y 2018. Aunque se evidenció una reducción moderada en la etapa 2019-2022, no se ha logrado la disminución necesaria. El descenso tampoco se debe a la solución de sus principales causas.
2019-2022: ¿Qué hay detrás del descenso de accidentes?
Entre 2019-2022 se registraron las cifras más bajas de accidentalidad de las dos últimas décadas en el país. Así lo reconoció al cierre de 2022 el coronel Roberto Rodríguez, jefe del órgano especializado de Tránsito de la Dirección General de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).
Sin embargo, una mirada al contexto nacional (y al impacto de lo internacional) en cada uno de estos años, permite reconocer qué circunstancias particulares influyeron en el devenir de las estadísticas.
En la isla todo el combustible para la transportación se importa. En 2019, Cuba vivió el primer gran recorte en la disponibilidad de combustibles de la última década. La razón fundamental de la crisis fue la brusca caída del suministro de Venezuela, principal proveedor desde el año 2000.
Las dificultades con la producción de hidrocarburos en ese país, que comenzaron en 2017 debido al endurecimiento de las sanciones de Estados Unidos contra la estatal PDVSA, se sumaron a las medidas contra empresas marítimas y embarcaciones que transportaban petróleo venezolano a la isla.
Como resultado, en 2019 se redujeron las importaciones de crudo y combustible venezolano a 55 300 bpd (barriles por día), de 115 mil que la isla recibía en 2015. El mismo año, la producción nacional cayó a solo 38 mil bpd, la cifra más baja reportada desde 1999.
Cuba debe satisfacer el consumo de cerca de 145 mil barriles diarios en plantas de energía, complejos industriales, gasolineras, aeropuertos y hogares. El petróleo doméstico cubre el 40 % de estas necesidades, pero su uso se restringe a la generación de energía en las centrales termoeléctricas.
La contracción del acceso a combustibles importados durante la mayor parte de 2019 no dejó más salida que implementar en septiembre un plan nacional de “austeridad y ahorro”, como lo definiera el presidente Díaz-Canel.
Entre las medidas impuestas estuvo la denominada “planificación eficiente de los medios de transporte”, que se tradujo en la paralización casi total del transporte estatal y la reducción al mínimo de los medios privados.
A la vez, ese año se evidenció una disminución de los accidentes automovilísticos. La cifra de accidentalidad se redujo a 9 421, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI): un número inferior a 10 mil por primera vez en dos décadas.
Al año siguiente, 2020, el país registró la tasa más baja de accidentalidad desde el 2000: 7 712 siniestros. ¿Cuál reconocieron las autoridades de tránsito como razón fundamental del descenso? Que en marzo de 2021 se impusieron recias medidas de restricción de la movilidad a nivel nacional con el fin de contener el avance de la COVID-19.
En 2021 Cuba tuvo la segunda cifra más baja de accidentalidad, con 8 373. Aun así, el índice interanual evidenció un incremento de más de 600 accidentes. La movilidad limitada se mantuvo, pero en la práctica se gestionó con mayor flexibilidad.
Las autoridades nacionales de tránsito han reconocido ambos años como atípicos. Las tasas contabilizas, de algún modo, también lo son.
Las estadísticas de 2022 ya confirman una tendencia al ascenso. El país cuantificó 9 848 accidentes al cierre del año.
Las cartas de la mala fortuna
La accidentalidad es un fenómeno multicausal. Existe un factor humano sin duda decisivo, tan vital como el resto de las razones que confluyen.
Al cierre de 2022, el coronel Roberto Rodríguez subrayó entre las características de la seguridad vial ese año “la convivencia de varias generaciones de vehículos”. Además, la irrupción de cerca de 300 mil motos y ciclomotores sobre un mismo eje vial” (en su mayoría en regular o mal estado), “así como la incidencia de indisciplinas viales”.
El peso de estos elementos es indudable. En un contexto de irregularidad en el abastecimiento de combustibles y desgaste del parque automotor que soporta la transportación pública, los ciclomotores eléctricos han devenido la alternativa más socorrida —para quienes pueden costearlos.
Pero, al cierre del año precedente, estos medios estuvieron implicados “en el 43 % de los accidentes”, causando el “28 % de los fallecidos y el 21 % de los lesionados”, según declaraciones ofrecidas por el Lic. Reinaldo Becerra, secretario de la Comisión Nacional de Vialidad al periódico Trabajadores.
Como han afirmado las autoridades, la coexistencia en la vía de estos vehículos más modernos, junto a otros que cuentan muchos años de explotación, no contribuye al equilibrio de la vialidad.
La Comisión Nacional de Seguridad Vial, en su reporte más reciente, incluyó los “desperfectos técnicos” entre las cinco principales causas del fenómeno de conjunto con “la violación del derecho de vía, la no atención al control del vehículo, exceso de velocidad y la conducción bajo la ingestión de bebidas alcohólicas”.
En 2022 y durante el primer cuatrimestre de 2023, según la información oficial, menos de un 8 % de estos hechos se determinaron como causados directamente por las condiciones desfavorables de las vías (baches o rajaduras).
Sin embargo, la cifra no puede leerse de forma aislada. La ingeniería del tránsito en la isla es deficiente. La señalización de tránsito o circulación, la iluminación de las vías y el mantenimiento de estas demanda recursos y estabilidad en las acciones de sustitución de equipos dañados y reparación de carreteras.
En el contexto de crisis cuyo inicio se sitúa a finales de 2018 y que se mantiene hasta la fecha, al desgaste acumulado de los elementos de vialidad se ha sumado el deterioro de casi seis años adicionales sin que hayan podido destinarse en ese período los recursos necesarios para revertir la situación.
En carreteras que en su mayoría no cuentan con las condiciones idóneas para favorecer el flujo del tránsito se añade el peligro de la presencia de animales sueltos, la circulación de vehículos con hasta 70 años de explotación y en mal estado general. No sorprende que esta circunstancia se incluya entre las primeras cinco causas de accidentalidad en el país.
En 2019, las autoridades reconocían que el 4 % de los siniestros de tránsito en Cuba “todavía” se debían a ese factor, “que permanece como la segunda fuente de los incidentes con consecuencias de carácter masivo”.
Factores de riesgo vs. esfuerzos
En las dos últimas décadas, los accidentes de tránsito han estado entre las primeras cinco causas de muerte en Cuba. Al cierre de 2022, José Ángel Portal Miranda, ministro de salud pública, divulgó las estadísticas.
La primera causa “son las enfermedades del corazón (296,5 defunciones por 100 mil habitantes), seguidas de los tumores malignos (227,3), las enfermedades cerebrovasculares (102,7), la influenza y la neumonía (93,0), y los accidentes (51,6)”.
Los fallecidos por accidentes en 2022 fueron “la única causa, dentro de las diez primeras, donde se incrementó la tasa (+1,6)”, confirmó el propio ministro.
La pérdida de vidas humanas ha sido proporcional a estos hechos. En 2022 hubo al menos una víctima fatal en el 59 % de los siniestros.
A las ya lamentables cifras de fallecidos se suman las no menos significativas cantidades de lesionados. Estas son también proporcionales y sus números se acercan mucho más al de los accidentes. Los cálculos más elementales sugieren que más del 76 % de estos hechos provoca un lesionado como saldo mínimo.
Se desconoce el número de lesiones físicas permanentes que causa la accidentalidad.
Lo cierto es que, como afirmó el coronel Rodríguez, “las vidas que se pierden o las lesiones que perduran son la arista más lamentable de estos sucesos”. Además, en medio de la tensa situación económica que vive Cuba, por esta causa se calculan pérdidas materiales de entre “el 3 % y el 5 % del Producto Interno Bruto”, lo que equivale a “unos 500 millones”
Aunque las autoridades aseguran que “el país dispone de reservas en lo organizativo y en el control para disminuirlos”, la persistencia de los factores de riesgo que propician la accidentalidad pesa más en la balanza que todos los esfuerzos. No basta con entender que el infortunio debe revertirse.