El 4 de abril de 1999, Guillermo Carmona se enfrentó por última vez a Santiago de Cuba en una postemporada de la Serie Nacional de Béisbol. Por aquellos tiempos, el actual manager de Industriales vivía su primera etapa al frente de la nave capitalina, la cual no terminó precisamente bien. Ese día, en un Latinoamericano abarrotado, “La Aplanadora” indómita pasó por encima de los Leones con una paliza de 9 carreras, 10 imparables y 4 extrabases, incluidos jonrones de Gabriel Pierre y Orestes Kindelán.
Pero no fue ese partido el que marcó la sentencia de Carmona, sino el de la noche anterior, cuando los santiagueros también ganaron en un duelo ajustadísimo que se decidió por jonrón solitario de Rolando Meriño y una estelar faena monticular de Norge Luis Vera. En dicho encuentro, el mentor azul ordenó el toque de sacrificio de Lázaro Vargas en el noveno episodio con el empate en primera base, jugada que terminó en un relampagueante y lapidario doble play de la defensa oriental.
Esa noche, yo estaba en el Latinoamericano por la zona de primera, y recuerdo que en medio del ir y venir agobiante de la conga, los santiagueros casi festejaron cuando vieron a Vargas tocando la bola. En cuestiones de segundos pensé que a Carmona se le había nublado el juicio. ¿Cómo es posible que ponga al hombre más oportuno y que mejor batea por detrás del corredor en Cuba a sacrificarse en este momento? Tan sorprendidas como yo, miles de personas se hicieron la misma pregunta y no encontraron nunca una respuesta lógica y convincente.
Esa derrota le pesó mucho a Industriales, que solo unas horas después salió sin alma y sin garra al duelo decisivo del torneo. La 38 Serie Nacional, que tenía un trofeo azul reservado para el campeón, terminaría con una fiesta santiaguera en el mismísimo Coloso del Cerro, donde por primera vez un Clásico definía un campeonato beisbolero en la isla.
Hoy, 24 años después, uno mira con cierta nostalgia aquellos episodios. Ahora, podría decirse, vivimos un Clásico en horas bajas, con equipos casi irreconocibles y prácticamente sin estrellas, todo lo contrario del pasado. En 1999, por ejemplo, en Industriales te podías topar con Carlos Tabares, Germán Mesa, Lázaro Vargas, Antonio Scull, Javier Méndez, Yasser Gómez o Iván Correa, mientras Santiago infundía el pánico con la “Aplanadora” de Higinio Vélez, que era una absoluta locura tanto por los titulares como por los suplentes: Manuel Benavides, Rey Isaac, Rolando Meriño, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán, Gabriel Pierre, Fausto Álvarez, Ariel Cutiño, Reutilio Hurtado, Frank Tamayo, Pedro Poll o Eddy Cagijal, quien hoy dirige a las Avispas.
Entre los lanzadores, Vera, Ormari Romero, Wilson López y Jorge Tissert marcaban el ritmo por Santiago, un equipo que masacraba a sus rivales a golpe de batazos, pero también tenía armas de peso en el picheo. Por su parte, Luis Alberto “El Queso” González, Adrián “El Duquecito” Hernández, Rolando Viera, Amaury Sanit, Maique Quintero y Jorge Luis Machado, “El dibujante de Guanajay”, eran los brazos más fiables del staff azul, que en ocasiones hacía sufrir a sus parciales, aunque también tenía la capacidad de sacar adelante partidos de extrema presión.
Sin dudas aquel Clásico final de la Serie 38 fue histórico. Después de muchos años, un campeonato cubano se definía con bate de madera, cerrando el período del aluminio. Además, la discusión de la corona se desarrolló en medio de los preparativos para el duelo en La Habana entre los Orioles de Baltimore y el equipo Cuba, que se conformó sin peloteros de Industriales y Santiago.
Pero la historia de los Clásicos en postemporada comenzó mucho antes de 1999, exactamente en los playoff de la 25 Serie Nacional, que se jugaron con un formato de todos contra todos. Indómitos y capitalinos se encontraron dos veces y en ambas Lázaro de la Torre salió victorioso. Esos triunfos sirvieron para la posterior coronación de los azules con el mítico jonrón de Agustín Marquetti ante los envíos del pinareño Rogelio García.
Aquel fue el punto de partida para una historia que tendría sus últimos episodios en la primera década del presente siglo con los duelos entre los mentores Antonio Pacheco y Rey Vicente Anglada. Santiago recuperó la magia con “El Capitán de Capitanes” al mando de la segunda versión de “La Aplanadora”, que conjugaba estrellas de sus equipos gloriosos de finales de los 90 con figuras emergentes que tuvieron un impacto inmediato.
A los Vera, Ormari, Meriño, Poll, Benavides, Reutilio, Osmel Cintra y Luis Miguel Navas se unieron José Julio Ruiz, Héctor Olivera, Alexei Bell, Ronnier Mustelier, Edilse Silva, Adeiny Hechevarría y Alberto Bicet para armar una novena muy peligrosa, que avanzó a 4 finales consecutivas de la Serie 44 a la 47.
Industriales, por su parte, tenía una generación ganadora que le dio 3 títulos en 4 temporadas, desde el año 2003 hasta 2006. Ahí también confluían grandes jugadores que iban de salida (Javier Méndez o Antonio Scull) y otros que se habían asentado en la élite, como Carlos Tabares, Yasser Gómez, Enrique Díaz, Yoandry Urgellés, Rudy Reyes o Alexander Malleta, sin olvidar a Serguey Pérez, Doelsis Linares, Abdel Quintana, Alden Mesa o Frank Camilo Morejón, que sin el cartel de estrellas cumplían con sus funciones.
No obstante, de aquellos Leones lo que más impresionaba era el talento de su cuerpo de lanzadores, que incluía a hombres de mucho potencial como Yadel Martí, Deinys Suárez, Arley Sánchez, Frank Montieth, Odrisamer Despaigne, Reinier Roll, Alexei Gil, Frank Javier Menéndez, Sandy Ojito o Maicel Díaz.
Podría decirse que estos nombres fueron los últimos protagonistas de los grandes Clásicos del béisbol cubano en postemporada, cuyo antecedente más cercano data de abril de 2007 (final de la Serie 46), hace ya 16 largos años. Si entre 1999 y 2010 Industriales y Santiago ganaron 10 coronas de 12 posibles (con 4 finales entre ellos), después se hundieron en el lodo, al punto de que solo uno de ellos (los Leones en 2012 vs. Ciego de Ávila) disputó el título del año 2011 hasta la fecha. En este último lapso, jamás se cruzaron en playoff.
No significa esto que una de las rivalidades más encarnizadas de la pelota en Cuba se haya apagado, todo lo contrario. Aunque ambos equipos han pasado por horas bajas, aunque han sufrido eliminaciones frente a contrarios que tradicionalmente dominaban, aunque ya ninguno de los dos infunde tanto miedo, aunque su nivel cualitativo no es de primera línea, todavía Industriales y Santiago despiertan mucha pasión.
Eso fácilmente uno lo puede comprobar con la temperatura de la calle, los comentarios de la gente que casi no ha hablado de pelota durante la 62 Serie Nacional y ahora se frotan las manos esperando por el duelo entre azules e indómitos en semifinales. A juzgar por las expectativas, no me extrañaría ver un Guillermón Moncada repleto de esquina a esquina coreando “¡Ruge leona!”, o el Latino a reventar ripostando con un “¡Dime leona ahora!”. Todos los Clásicos tienen una historia particular y presiento que este del año 2023 no será diferente.
Saludos, si Oscar Valdez juega como el penúltimo juego con Santi Spiritus y el DT mantiene a los pitcher más tiempo de debido, Stgo nos da ” 4 a 0″