A pesar de las intensas protestas que han sacudido Israel los últimos meses, hace apenas una semana se aprobó en la Knéset (parlamento) la primera de las leyes que conforman la reforma judicial impulsada por el Gobierno ultraderechista del primer ministro Benjamín Netanyahu, algo que muchos ciudadanos ven como un atentado a la democracia.
La ley que anula la doctrina de la razonabilidad fue aprobada con 64 votos a favor y ninguno en contra, ya que la oposición se retiró de la votación como acto de protesta y boicot. La doctrina de la razonabilidad permitía al Tribunal Supremo revocar decisiones gubernamentales, analizando si eran razonables o no. Ahora que la norma ha sido anulada, la gente teme que el Gobierno tome un rumbo cada vez más autoritario y dictatorial al no existir un mecanismo de contrapeso a una Administración que dirige el país con mayoría parlamentaria.
El principal impulsor de las reformas, Benjamín Netanyahu, es tachado de dictador por los manifestantes, quienes acuden a los actos de protesta con pancartas en las que se funden el rostro del eterno primer ministro de Israel con icónicas imágenes de Vladimir Putin o Kim Jong-un.
Inicialmente los manifestantes contra la reforma judicial fueron unos miles; pero la bola de nieve fue creciendo y las protestas se multiplicaron, en frecuencia, en lugares y en cantidad de participantes. De unos 120 mil en las calles de Tel Aviv a principios de año, ya en marzo se había llegado a más de 650 mil en todo el país. La semana pasada una marcha de miles de personas de Tel Aviv a Jerusalén culminó con manifestaciones simultáneas en todo el Israel, en las que participaron más de medio millón de ciudadanos.
En estos más de siete meses ha habido miles de protestas, marchas, cortes de carreteras. Uno de los mayores bloqueos fue al aeropuerto internacional Ben Gurión, un día que Netanyahu debía volar, y que obligó al primer ministro a llegar en helicóptero a la pista, ya que todos los accesos terrestres habían sido interrumpidos.
La organización de exmilitares Hermanos en Armas llegó a cortar en varias ocasiones los accesos al puerto de Haifa, el principal del país, y pilotos de la Fuerza Aérea, en activo y reservistas, se han negado a volar en misiones.
Como homenaje a estas acciones, una céntrica intersección de la avenida Kaplan, en Tel Aviv, epicentro de las mayores protestas durante estos meses, fue recientemente nombrada Plaza de la Democracia.
Los israelíes tienen miedo de que, bajo un Gobierno formado por la derecha más extrema y radicales ultraortodoxos, que mediante la reforma judicial busca abarcar más poder, el suyo deje de ser un Estado laico y se convierta en religioso.
La gente teme que la ultraderecha del sionismo religioso (ideología que aúna ultranacionalismo, supremacismo judío y racismo) imponga sus doctrinas, con el retroceso que implicaría en los derechos de las mujeres, las personas LGTBIQ+ y, por supuesto, las minorías religiosas y étnicas.
Ahora que comienza agosto y la Knéset entra en receso por dos meses y medio, se espera que también lo hagan las protestas. Pero el tema no está agotado y seguramente en octubre la gente volverá a las calles a defender la democracia, cuando el Gobierno pretenda sacar adelante otras leyes que componen la reforma judicial.