Alberto Lescay descubrió, desde pequeño, que las artes plásticas “eran su mundo”, sin embargo en los inicios sintió un poco de angustia al tener que optar por la escultura o por la pintura: “a estas alturas no me he decidido por una, sino por ambas”, comenta convencido.
En agosto presentará en el Distrito Federal mexicano una muestra personal que tuvo como antecedente la realizada en Querétaro, al centro de México, ciudad donde se siente “muy bien entre tantos amigos que me quieren y acogen”, dice en conversación exclusiva con OnCuba.
Pero antes, en la XII Bienal de La Habana –entre mayo y junio del presente año– exhibirá en el Complejo Morro-Cabaña (como parte del proyecto denominado Zona franca), una exposición personal titulada Sueño de caballa, cuya protagonista es un personaje que aparece en su obra hace diez años y cada vez adquiere mayor relevancia: “la caballa es un icono que encarna nuestra realidad pero, a la vez, es un poco de la picaresca, tiene de humor y representa algunos problemas humanos relacionados con las ambigüedades, las vicisitudes, los logros, las alegrías y las tristezas. En ese personaje se mezcla todo, y voy a tratar de expresarlo en obras que, a veces, son pinturas, otras esculturas y también gráfica, e incorporaré el criterio de la instalación. Creo que será algo interesante”.
Para un artista como Lescay –que clasifica entre los maestros del arte contemporáneo cubano– participar en la Bienal “es de gran importancia” porque el verdadero creador tiene que interesarse por la confrontación, la crítica y el contacto con el público: “mucha gente viene a enterarse y a interesarse en lo que está pasando en la plástica cubana y eso es positivo; además, constituye un privilegio que nos hemos ganado, entre otras razones, por el nivel de respuesta que ha tenido la plástica cubana –cada uno a su modo y manera– lo que es muy atractivo para coleccionistas y personas que miran hacia Cuba”.
Lescay es considerado por algunos una especie de guardián de su ciudad, lo que considera una tremenda responsabilidad porque Santiago está lleno de historias, de misterios y es cuna de muchos acontecimientos: “quizás soy un humilde guardián que trata de reconocer y de cuidar esos valores que tienen que ver con la esencia de lo cubano; siento a Santiago –que en este 2015 cumple sus primeros 500 años– como una especie de templo universal”.
El Monumento al Cimarrón –emplazado muy cerca del santuario consagrado a la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba– es, quizás, la obra que marcó un punto de giro en el quehacer de Lescay: “siento el espíritu de esa obra en otras y creo haber encontrado un camino porque es una propuesta muy abierta, para nada esquemática ni dogmática y son códigos muy universales que están expresados en ella”. Insiste en que el cimarronaje es una actitud ante la vida y existirá mientras prevalezca una huella o expresión de esclavitud en el mundo, porque “la condición de ser libre, de nunca ser atado, es la postura más humana que hay”.
Su meta mayor es trabajar todos los días. Es, justamente, su “gran monumento”, la única manera de alimentar el espíritu: “intentar hacer arte es la actitud más bella y humana que puede existir. Independientemente de que uno se proponga objetivos mayores en cuanto a escala, lo más importante es –con pequeñas cosas– hacerse a sí mismo un monumento todos los días”.
Soñador empedernido imagina a Santiago los próximos 500 años como una ciudad moderna, con un metro que la una con la capital, “un funicular que nos eleve hasta la cima del Pico Turquino… veo un Santiago de Cuba lleno de cosas lindas, de colores, repleto de buena música y mezclándose con artistas de todo el mundo. La Habana y Santiago se van a enlazar –como ha sido siempre– en medio de sus polémicas, préstamos e intercambios, esa es una virtud de nuestro caimán que se besa y acaricia todas sus partes porque, definitivamente, somos cubanos”.
Alberto Lescay Merencio (Santiago de Cuba, 1950). Graduado en 1968 de la especialidad de Pintura en la Escuela de Artes Plásticas “José Joaquín Tejada”, de Santiago de Cuba, y de Escultura, en 1973, en la Escuela Nacional de Arte, en La Habana. Este reconocido creador auspició en 1995 la creación de la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas.
Obtuvo la categoría de Maestro en Arte, en la Academia de Escultura, Arquitectura, Pintura y Gráfica Repin, San Petersburgo, en la especialidad de Escultura monumental. Su obra ha sido exhibida en Cuba, Alemania, España, Noruega, Bélgica, Holanda, Grecia, Francia, Nicaragua, Surinam, México, Estados Unidos, Granada, Barbados, entre otros países. En Cuba tiene emplazadas tres obras que forman parte del patrimonio de la nación: la Plaza “Antonio Maceo” y el Monumento al Cimarrón, en Santiago de Cuba, y en un céntrico parque de El Vedado: Vuelo Lam, complejo escultórico (que reverencia al artista cubano de mayor reconocimiento internacional).