Cerca de las 10 de la noche de este 23 de enero, los dioses beisboleros por fin hicieron justicia con Yordanis Samón, uno de los bateadores más recios en la historia de la pelota cubana. A esa hora, un roletazo del artemiseño Dayán García cayó en el guante del lanzador Frank Luis Medina, quien disparó al primer saco y decretó el fin de la segunda Liga Élite con el título de los Cocodrilos de Matanzas. Allí, en la inicial, con las manos levantadas al cielo y la pelota guardada en su mascotín, “El Bombardero del Dorado” celebró su primer cetro en torneos domésticos luego de más de 20 años de juego ininterrumpido.
“Nunca le he dado la espalda al terreno”, dijo Samón tras su particular éxito, una frase que resume a la perfección su carrera, marcada por su grotesco estilo en el cajón de bateo, su persistente producción ofensiva y las mudanzas de Granma a Matanzas, a La Habana y a Camagüey, buscando siempre la gloria que le había sido esquiva hasta este martes en el Victoria de Girón yumurino.
El día de su coronación, Samón no fue un simple espectador en el diamante: llegó cinco veces al plato, se embasó cuatro, pegó tres imparables, un jonrón, pasó en tres ocasiones por la registradora y remolcó par de anotaciones en el contundente triunfo 12-5 de los Cocodrilos sobre los Cazadores de Artemisa.
De cerca le siguió Ariel Sánchez, el último en el linaje de los Sánchez de Jovellanos, que tampoco había sido campeón nacional. El experimentado zurdo, que lleva casi dos décadas en clásicos domésticos, despachó un doble y un cuadrangular, e impulsó y anotó dos carreras en el festival ofensivo de los yumurinos, que se embasaron 25 veces entre jits, boletos, pelotazos y errores de los artemiseños.
Samón y Ariel respondieron a la confianza del mentor Armando Ferrer y fueron dos de las bujías de los Cocodrilos en la discusión del título. El estratega matancero le prometió al inicialista granmense que lo haría campeón antes de tomarlo de refuerzo, y también se encargó de estrechar los vínculos con Sánchez, quien, pese a ser uno de los jardineros históricos del equipo, no estuvo en el título de la Serie 59 por indisciplina.
No pueden restarse méritos al timonel de los Cocodrilos, que supo aunar bajo un mismo techo a peloteros de diferentes estatus y manejar los egos sin que existieron crispaciones. En Matanzas confluyeron ex Grandes Ligas, estrellas del béisbol japonés, figuras establecidas en el entorno nacional y jugadores jóvenes con ambición. La gestión de ese clubhouse tan diverso fue notable y esa es una de las razones de su victoria.
Hacer encajar las piezas y saber exactamente lo que necesitaba para transformar en inexpugnable la novena es otro de los logros de Ferrer, a quien nunca le tembló la mano. En su novena original tenía a jugadores de buen nivel como Yariel Duque o Aníbal Medina, pero no dudó en buscar otros hombres en sus posiciones que elevaran el nivel cualitativo del plantel. Así llegaron Samón y Yordan Manduley, por solo poner dos refuerzos que marcaron la diferencia.
Pero no solo los “importados” aportaron a la causa yumurina. Además del mencionado caso de Ariel Sánchez, otros nativos como Yurisbel Gracial, José Amaury Noroña, Andrys Pérez, Yoenni Yera, Eduardo Blanco o Armando Dueñas sacaron la cara por su provincia. De todos ellos, es imposible pasar por alto el rendimiento espectacular de Blanco en la final, instancia en la que respondió por encima de las expectativas.
El patrullero central, además de brillar a la defensa, fue el azote de los Cazadores. Lideró a todos los jugadores en la serie decisiva con diez imparables y nueve impulsadas, y promedió .467 con corredores en circulación. Su productividad y oportunidad estuvieron a un nivel incontestable: encontró a 15 hombres en posición de anotar y remolcó a ocho, sin obviar que empujó empate o ventaja en cuatro ocasiones, más que ningún otro pelotero en la final.
Sin ir muy lejos, en el choque de este martes, su equipo comenzó perdiendo 3-0 en el mismo episodio de apertura por un jonrón de tres carreras de Denis Laza. La respuesta de los Cocodrilos no tardó en llegar y en la baja de la primera entrada también fabricaron tres anotaciones, dos de ellas remolcadas por Blanco con sencillo al central después de dos outs. Sin dudas, su rendimiento fue de calibre MVP.
Su único lunar fue un error en fildeo, aunque es válido aclarar que el estado del terreno en las praderas condicionó mucho el juego de los patrulleros. En total, cuatro marfiladas cometieron los jardineros en el partido de este martes: dos a la cuenta de Denis Laza, uno de Yoan Moreno y el mencionado de Blanco.
La defensa dejó mucho que desear en este duelo de cierre, sobre todo la de Artemisa, que cometió siete errores. Todos los jugadores del infield (incluido el suplente Osbel Pacheco) fallaron con el guante, salvo el inicialista José Antonio Jiménez. En el primer inning, el abridor Raymond Figueredo permitió tres anotaciones sucias por par de pifias de Laza y Dayán García después de dos outs.
El calvario de los fildeadores artemiseños no se detuvo ahí y, si bien Matanzas solo anotó otra carrera sucia, los errores complicaron en exceso a un cuerpo de lanzadores diezmado por sus propias fallas de control y acosado por una ofensiva implacable. Definitivamente, lo último que necesitaban era un naufragio general de sus defensores.
Al margen de estos errores, no hay mucho que reclamar a los Cazadores, que afrontaron parte de la final con bajas muy importantes. Perdieron a los lanzadores Liván Moinelo y Darío Sarduy por sus contratos en Japón, Frederich Cepeda estuvo todo el tiempo con un esguince y se perdió par de encuentros, mientras Yunieski García y Erlis Casanova solo pudieron trabajar una vez en los enfrentamientos contra los Cocodrilos.
De todos esos jugadores, tres eran refuerzos, y lamentablemente no los pudieron sustituir por otros peloteros en forma deportiva debido a lo dispuesto en el Reglamento de la competencia, que no les permitía incorporar a nadie que hubiera tenido actuación en la Liga Élite. Ese detalle condicionó por completo a los artemiseños y debe ser objeto de análisis de cara a próximas ediciones del torneo.
Si lo que se persigue es elevar el nivel cualitativo de la competencia y atrapar la atención de los fanáticos llevando a los mejores jugadores posibles al terreno, entonces no tiene ningún sentido, por ejemplo, que Artemisa no haya podido seleccionar como sustitutos de sus lesionados a peloteros ajustados de Las Tunas e Industriales, las otras dos novenas que vieron acción en la postemporada.
En su lugar, el mentor Yuliesky González tuvo que decantarse por traer a Michael Taylor, lanzador que se encontraba trabajando fuera del país. Estos pequeños detalles dejaron, innecesariamente, un sabor amargo en medio de la efervescencia que se vivió en los playoff, con estadios llenos y notable atención nacional luego de meses en los que muy pocos fanáticos se interesaron por la Liga Élite.