Niu Ventura nació el 23 de agosto de 1982 en la Isla de la Juventud. A lo largo del tiempo, ha demostrado su versatilidad y su pasión por la profesión a la que escogió dedicarse. Perseverancia es la palabra que mejor define su trayectoria en la actuación.
Desde que dio sus primeros pasos en el teatro se destacó entre los mejores de su generación. A ese éxito en las tablas le siguieron los dramatizados Aquí estamos (2010), Playa Leonora (2012), Cuando el amor no alcanza (2015), LCB: La otra guerra (2017), El rostro de los días (2020), Calendario (2022) y Tan lejos y tan cerca (2022), con los que se ganó el reconocimiento de los espectadores de la isla y consagró su carrera en la televisión.
La locución es otra de sus recientes pasiones. A Niu los villanos no lo amedrentan, y siente que interpretar a personajes inspirados en historias reales es más desafiante que caracterizar a los que nacen apenas de un guión.
¿Tu familia te apoyó cuando decidiste ser actor o querían que te dedicaras a otra profesión?
Vengo de una familia peculiar, en la que siempre se han respetado y apoyado las decisiones de quienes la integramos. Cuando mis familiares se enteraron de que había aprobado las pruebas de la Escuela Nacional de Arte (ENA), les alegró saber que yo sería el primer artista de la familia.
Mi papá tenía algunos conocimientos musicales que adquirió de forma empírica, pero desde el punto de vista profesional mi entrada a la ENA marcó un antes y un después. Siempre estuvieron contentos de que me encaminara hacia lo que me apasionaba y desde el primer momento recibí su apoyo; todo lo que hago es para que estén orgullosos de la labor que desempeño y de la persona en la que me he convertido gracias a la formación que me dieron y a los valores que me inculcaron.
Incursionaste desde temprano en las tablas. ¿Es el teatro el templo del actor?
Hay otros medios que también son difíciles, pero el teatro es la matriz. De este género derivó todo lo demás, y es el que brinda la formación integral a un actor. El teatro me dio las herramientas para todo lo que vino después en mi carrera.
A quien no haya pasado por el teatro se lo recomiendo, es una experiencia única, fortalecedora, te hace crecer; es una prueba de tenacidad.
¿Cómo llegas al elenco de Aquí estamos?
Fue una experiencia increíble, algo que deseaba desde hacía mucho tiempo: anhelaba aparecer en la televisión y que mi familia me viera en pantalla. Aunque el personaje que interpreté en Aquí estamos no tenía mucha participación en la trama, disfruté la experiencia. Compartí con actores a los que admiraba desde mi etapa de adolescente.
Este dramatizado lanzó a una generación de actores que han tenido una carrera destacada en los medios de comunicación, tanto en Cuba como en el exterior. Fue una etapa bonita, porque después de Aquí estamos se hicieron otras series juveniles similares.
¿Edgar (El Fino), personaje de la telenovela Playa Leonora, se distanciaba mucho de lo que habías hecho hasta ese momento?
Ese fue el personaje que me dio a conocer. Su historia tenía conflictos mayores y aparecía en todas las etapas de la novela. Tuve el placer de trabajar directamente con Yailín Coppola y Luis Toledano. Contamos con un gran elenco guiado por Armando Toledo, un director talentoso que sabe lo que quiere y a la vez te hace sentir cómodo en el set, tiene un respeto inmenso por los actores y propició un buen ambiente laboral en esta producción.
Edgar (El Fino) estaba destinado a otro colega que, por razones personales, no lo pudo asumir. Así es como entro a formar parte del elenco.
¿Has tomado decisiones arriesgadas en tu carrera?
No diría que arriesgadas, sino circunstanciales. Se pudiera decir que una de ellas ha sido dejar el teatro por un tiempo para dedicarme de lleno a la televisión.
En Cuba no podemos darnos el lujo de rechazar proyectos porque se hacen pocas producciones en un año; el tiempo pasa y uno no debe desaprovechar las oportunidades.
Fue difícil apartarme de las tablas; siempre me he considerado un actor de teatro. Nací en ese giro y ahí fue donde me desarrollé. Todavía hoy, cuando hago televisión, caliento la voz y el cuerpo, porque fue lo que aprendí en mis inicios y es lo que me ha llevado a no perder de vista de dónde vengo.
¿Qué aspectos consideras vitales en tu proceso creativo?
El guión debe ser interesante; me ubico como espectador y me cuestiono si lo que leo me gustaría o me atraparía, si no habría que regarlo para que crezca. Me motivan los proyectos que tengan un mensaje y que aporten no solo a los actores, sino a las personas que lo van a consumir.
Para los actores, cada personaje representa un reto. Háblanos de la experiencia de interpretar a Conrado y a David, dos de los que han marcado tu carrera.
Interpretar a Conrado demandó mucho esfuerzo. Tenía que estar en forma porque las escenas lo exigían: era la historia de un hombre que se enamora de una mujer mayor que él. Fue interesante en muchos aspectos y el conflicto central conectó con la audiencia; ese fue el personaje que me abrió puertas y a partir de ahí empezaron a reconocerme en la calle y me llamaron con más asiduidad para otros proyectos.
En el caso de El rostro de los días, inicialmente me convocan para hacer otro personaje y posteriormente me ofrecen la oportunidad de interpretar a David. No estaba convencido de hacerlo porque coincidía con otro trabajo y demandaría mucho esfuerzo, pero el otro proyecto se pospuso y eso me facilitó formar parte del elenco.
Darle vida a David fue un reto, es el tipo de personaje que muchas veces uno no tiene la oportunidad de interpretar. Siempre lo defendí en el sentido de que no era malo, pero cuando iba a hacer las cosas bien ya era tarde.
David tuvo un impacto que no me esperaba; todavía las personas me ven en la calle y me asocian con él, eso se agradece porque quiere decir que el trabajo llegó y conectó con la gente.
¿El mejor personaje es el que está por llegar?
Sí, porque uno da vida a personajes que deja atrás, hayan tenido impacto o no. Uno les entrega todo lo que tiene. Algunos llevan más tiempo y preparación y se quedan en el recuerdo más que otros.
Todos tienen la misma importancia, pero como siempre nos queda algo por hacer, alguno nos sorprenderá. Este proceso es como cuando uno se quita una ropa y se pone otra. No sabes cómo te va a quedar.
Cada conflicto propuesto por un personaje será distinto, eso es lo interesante de la naturaleza humana. La gente piensa que por ser protagonista el personaje es mejor. Puede que tenga mayor visibilidad y el actor que lo interprete mejor remuneración, no obstante, cuando te enfrentas a personajes secundarios la cuestión está en sacarle todo lo que uno pueda para aportar a la historia.
¿Cuáles de tus personajes te sorprendieron por la recepción que tuvieron en el público?
El primero fue Conrado, de Cuando el amor no alcanza (2015), en una época en la que no se usaban las redes sociales en nuestro país, y aun así tuvo un gran impacto entre el público. En estos momentos se hubiera ido viral, como se dice en el argot digital.
Tengo que mencionar también a Hugo, de la serie Lucha contra Bandidos (LCB); fue un personaje que adquirió protagonismo durante la grabación. Estaba escrito hasta cierto punto, y fue creciendo hasta que decidieron darle más protagonismo dentro de la serie.
Estaba temeroso de cómo me iba a quedar porque se filmó en condiciones difíciles, pero para mi suerte fue bien recibido. Cuando grabamos las próximas temporadas ya lo tenía mejor concebido.
El otro fue David, de El rostro de los días. La novela generó un impacto en las redes sociales y en eso tuvo que ver la pandemia; todo el mundo estaba en casa. Hasta entonces no tenía idea de lo mediático que podía llegar a ser, lo he dicho en otras ocasiones. Me gané el odio de las mujeres. Me asusté; si hubiera salido a la calle probablemente me buscaría un problema porque la gente asume que uno es en realidad como el personaje que encarna en la televisión.
¿Es más difícil encarnar a un personaje ficticio o a uno inspirado en una historia real?
En mi opinión los que están basados en hechos reales son más difíciles, sobre todo si se trata de una persona reconocida. Cuando el público tiene familiaridad con el personaje, es complicado apoderarse de la historia y serle lo más fiel posible.
A los personajes ficticios uno tiene la libertad de agregarles lo que pueda, pero al que existió hay que acercarse desde todas las maneras posibles para que cuando se proyecte en pantalla sea bien recibido.
¿Te sientes presionado por trabajar al lado de grandes actores?
Al principio sí, ya no. Trabajar al lado de actores a quienes uno ha admirado desde niño es una gran responsabilidad. Te sientes deudor de ese tiempo. Antes me ponía nervioso y trataba de cumplir con todo, pero el tiempo va pasando y uno se acostumbra al medio; eso se traduce en agradecimiento por aprender de ellos y adquirir su sabiduría.
¿Los actores deben tener límites? ¿Qué personajes no defenderías?
Cada vez que tengo la oportunidad de interpretar un personaje me pongo en la posición de un abogado defensor, incluso aunque no comparta su visión.
Hasta ahora no he rechazado un personaje con el que personalmente no comparta procederes; me gusta sacarles sus porqués y mostrárselos al público.
Sí he rechazado trabajos que son como postales, en los que no se sabe el porqué de las cosas. No me atraen, el público verá en ellos apenas la superficie de algo en lo que, por guión, no se puede ahondar y no dan para sacarles partido.
Si el personaje es negativo, lo hago porque es un desafío. Caer mal nos indica que la caracterización que hicimos llegó al receptor y que impactamos a la gente, nuestra razón de ser.
¿Se intuye leyendo el guión que una producción puede funcionar?
Es relativo. Hay proyectos a los que les he puesto todo mi empeño y he pensado que van a revolucionar la televisión cubana y cuando salen me doy cuenta de que eso apenas estaba en mi mente y que no resultaron como esperaba. En ocasiones no me he ilusionado y sin embargo me ha sorprendido el resultado. Siempre trato de dar todo de mí.
Calendario, por ejemplo, se grabó en situaciones difíciles, en medio de la pandemia. Lo hicimos con todo el amor del mundo y sabía que de nuestro trabajo saldría un producto digno. Magda González es una gran directora, pero te confieso que no me hice muchas ilusiones con esa serie y, sin embargo, tuvo una gran acogida, no solo entre los jóvenes.
¿Los años de experiencia te dieron más seguridad o sigues sintiendo la misma sensación del primer día cuando actúas?
Es una mezcla, la experiencia sí da seguridad porque, incluso, hay personajes que por una cuestión de vorágine de trabajo no tengo tiempo de preparar y la experiencia ayuda muchísimo en estos casos. Siempre recomiendo no dejarse llevar por el oficio y estudiar a fondo. Esto te nutre de elementos para cuando haga falta un extra para interpretar un personaje.
¿Cómo recibes las críticas hacia tu desempeño actoral?
Realmente estoy consciente de que no le podemos caer bien a todo el mundo, siempre habrá detractores, personas que lo critiquen a uno, para bien o para mal.
No debemos estar de espaldas a la opinión de la crítica y de ella se debe tomar lo constructivo para mejorar. Para suerte mía, mi trabajo ha sido bien recibido. No es que me guste escuchar solo lo bueno. Hasta cierto punto sabemos por dónde van las cosas, y por eso reafirmo que en el trabajo constante está la garantía de que todo va a salir bien, o al menos lo más cercano posible a lo que se pide.
¿Cómo descubriste tu vocación por la locución?
Mi faceta de presentador viene a raíz de la actuación, pero como algo empírico. Formando parte del grupo A propósito, de Rolando González, tuve que intercalar los espectáculos infantiles con las presentaciones en vivo; esa fue la base de los cursos de locución de radio que recibí en la ENA.
En la emisora Habana Radio es donde me he pulido en el apartado de los dramatizados. Me considero una persona atrevida y eso me ha impulsado a aceptar otras propuestas, como el espacio televisivo Nuestra Canción, donde me siento muy cómodo y he tenido la oportunidad de entrevistar a personalidades de la música cubana.
No te hemos visto con tanta frecuencia en el cine. ¿Qué razones han influido en esto?
Realmente he incursionado poco en el séptimo arte, y tiene que ver en cierta medida con la baja producción de largometrajes en Cuba. Además, no he corrido con la suerte de ser convocado con asiduidad. Entre las cosas que he hecho están Bailando con Margot (2015), bajo la dirección de Arturo Santana e Inocencia (2018), de Alejandro Gil.
Agradezco haber podido incursionar en todos los medios. Me siento dichoso, nunca pensé que realizaría todas las cosas que he podido hacer en el transcurso de mi carrera.
¿Crees que nacemos con un destino?
Eso es bastante relativo. Sí creo que hay algo escrito para todos y queda de nuestra parte materializarlo. La suerte se presenta de diversas formas y ahí es donde nos corresponde hacer lo que esté a nuestro alcance para lograr las cosas que queremos en la vida.