La primera gran retrospectiva asiática del pintor cubano Wifredo Lam puede verse estos días en Hong Kong bajo el título “Regreso a casa”.
El Centro Asia Society acoge la muestra, que hasta el próximo 2 de junio estará abierta para acercar al público no solo la figura del artista, sino la conexión personal con su herencia asiática y con su linaje paterno, apunta un reporte de Efe.
‘Wifredo Lam: Homecoming’ is now open!
Chantal Miller Gallery
Tuesday -Thursday
11-6 pmSpecial arrangement:
The exhibition will remain open on Monday, March 25 from 12-8 pm.Click here for more: https://t.co/3yGoFeVqiB pic.twitter.com/sYd4N5yHeL
— Asia Society Hong Kong Center 亞洲協會香港中心 (@AsiaSocietyHK) March 23, 2024
La exposición reúne grabados, pinturas y recuerdos personales de uno de los artistas más influyentes del siglo XX, a la vez que ofrece una reflexión sobre el arte de la diáspora china.
“Lam es hijo de chino y negra. Muchas cosas de la mitología afrocubana le fueron familiares desde su niñez a través de su madre”, escribió alguna vez el escritor Oscar Hurtado: “Lam pinta arrodillado con el lienzo extendido sobre el suelo a la usanza de los chinos y japoneses”.
Su progenitor, no solo le transmitió la ciudadanía china (Lam no se nacionalizó cubano hasta los veintiún años, justo antes de partir hacia España a finales de 1923, apunta el reporte de Efe), sino que también le sirvió de conducto hacia el linaje espiritual y artístico del país asiático.
Herencia multicultural
Lam nació en Cuba en 1902, estudió pintura en la Academia de San Alejandro desde los 19 años. Poco después parte a España, donde en 1928 hace su primera exposición.
Durante su estancia en la capital española aprendió tanto la tradición artística clásica europea como el modernismo de vanguardia, mientras pasaba las noches trabajando en círculos artísticos jóvenes y radicales.
Además, en la Guerra Civil española produjo carteles para el bando republicano, para el que también luchó.
Wifredo Lam en pleno trabajo en su taller italiano de cerámica. Foto: Museo Reina Sofía.
La herencia multicultural dejó una profunda impronta en su visión artística que le llevó a desarrollar un estilo vanguardista fusionando elementos del surrealismo, el cubismo y la rica imaginería afrocubana, subraya un reporte de Mar Sánchez-Cascado.
De España a París pasando por Picasso
Después de trasladarse a París en 1938, entabló amistad con artistas notables como Fernand Léger, Henri Matisse, André Breton y, sobre todo, Pablo Picasso, quien le animó a forjar su propia versión del modernismo y se convirtió en una fuente inagotable de inspiración.
Cuando regresó a Cuba, en medio del estallido de la Segunda Guerra Mundial, se animó a crear una serie de obras inspiradas en la difícil situación de la población afrocubana, y trató de preservar a través de su arte lo que consideraba una tradición en vías de extinción.
Pero, “penetra entonces en el trópico por Haití. En este país existen dos cosas que puede contemplar objetivamente: la cultura negra y esa otra cosa que nadie mejor que Alejo Carpentier ha descrito y denominado lo real maravilloso”, escribió Hurtado.
En Cuba, en una época de creciente interés por la cosmología afrocubana, liderado por los antropólogos Fernando Ortiz y Lidia Cabrera, comenzó a componer una iconografía de la santería, la religión sincrética que había estudiado de niño con su tía materna, Mantonica Wilson, una sacerdotisa lucumí.
Entre las pinturas icónicas de este periodo, destaca “La jungla” (1943) -adquirida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1945, donde los rostros de los seres deformes poseen geometrías que recuerdan a las máscaras africanas, o a las “Señoritas de Aviñón” de Picasso evidenciando su influencia cubista.
En las obras creadas a partir de finales de la década de 1950 y principios de la de 1970, las figuras se vuelven cada vez más atenuadas y ramificadas, como en “Personnage” (1970), una pieza que se sitúa entre las esculturas totémicas de Louise Bourgeois y la falta de espacio de las pinturas de Joan Miró.
“La diáspora puede ser positiva e iluminadora”
Las imaginativas bestias de sus cuadros se hicieron más finas y afiladas, con caras triangulares, ojos huecos y cuerpos demasiado estirados, “unas figuras que en Hong Kong a menudo se identifican con dragones”, explicó su hijo.
Instalado de nuevo en París en 1952, siguió trabajando y exponiendo por todo el mundo hasta su muerte en 1982, en una última etapa en la que amplió sus creaciones a la escultura, la cerámica y el grabado.
“Nos gustaría transmitir el mensaje de que la diáspora puede ser positiva e iluminadora, como una suerte para esas personas con coraje que pueden impulsar el contacto intercultural y las culturas transnacionales”, explicó el hijo del artista Stephane Lam, satisfecho de la buena acogida de la muestra.
Además, confió en que la iniciativa ayude a que la figura de Wifredo Lam cuente con un mayor reconocimiento en Asia, donde el artista no es tan célebre como en Occidente.
OnCuba/Efe.