Por Lucy A. Bates, University of Portsmouth y Leanne Proops, University of Portsmouth
El mito de los cementerios de elefantes está profundamente arraigado en la cultura popular. Un estudio reciente de los restos de cinco crías de elefante asiático enterradas da credibilidad a lo que hasta ahora era leyenda.
La investigación se ha publicado en el Journal of Threatened Taxa.
Con las patas en posición vertical
Los autores del estudio, del Servicio Forestal Indio, describen cinco casos de crías de elefante enterradas con las piernas en posición vertical dentro de zanjas de riego de plantaciones de té en el norte de Bengala (India). El terreno circundante está compactado por las patas de varios elefantes y las cinco crías tienen lesiones que sugieren un arrastre tras la muerte, lo que apunta a prácticas de enterramiento intencionado.
Si esta conclusión es correcta, estas observaciones podrían indicar una comprensión de la muerte y el duelo potencialmente diferente a la de cualquier otra especie, a excepción de la humana.
Enterrar a lo nuestros
Las pruebas arqueológicas sugieren que nuestros antepasados homínidos llevan al menos 100 000 años realizando rituales de enterramiento. Para nosotros, y presumiblemente para los primeros en iniciar esta práctica, el entierro no es sólo deshacerse de los cuerpos; supone una expresión de dolor, y también un homenaje a la vida vivida.
Todas las culturas dedican tiempo y esfuerzo a los rituales funerarios como forma de conmemorar la vida, y los entierros son un indicio claro de la sensibilidad y empatía de nuestra especie. De hecho, comúnmente se cree que nuestras reacciones ante la muerte son el signo más claro de humanidad.
Hasta la fecha, las pruebas de representaciones mentales de la muerte similares a la nuestra son escasas. Salvo casos aislados, no se ha encontrado ninguna especie que entierre sistemáticamente a sus muertos de la forma ritualizada en que lo hacemos nosotros.
¿Son intencionados los enterramientos de elefantes?
Quizá es aventurado eliminar los enterramientos de la lista de prácticas exclusivamente humanas. Pero los informes de las cinco crías de elefante del norte de Bengala son al menos intrigantes. Los investigadores no observaron directamente los enterramientos, por lo que se abren muchos interrogantes. Es posible que las crías, muertas o débiles, cayeran en las zanjas mientras eran transportadas y que el consiguiente pánico de la familia hiciera que la zanja se derrumbara alrededor de los cuerpos. Es decir, que no hubiera un enterramiento intencionado.
Ever heard about a phenomenon called as #Elephant burials ! Few have heard but rarely document it from India. Here we publish first of its kid study from #India of Asian elephant burials with multiple real documentation in ‘Journal of Threatened Taxa’https://t.co/cJCu5wLCLa… pic.twitter.com/wsr10o1OpM
— Parveen Kaswan, IFS (@ParveenKaswan) February 28, 2024
Sin embargo, los informes son coherentes con lo que sabemos sobre las reacciones de los elefantes ante la muerte. Se ha observado a elefantes transportando cadáveres de bebés muertos y con frecuencia muestran cambios de comportamiento cuando se acercan al cadáver de un miembro de la familia o de otro individuo.
Las respuestas de los elefantes van desde el silencio, olfatear y tocar partes del cuerpo con la cabeza baja, hasta incluso mover o tratar de despertar el cadáver y, en raras ocasiones, colocar barro o grandes hojas de palmera sobre los cuerpos. Es probable que todo esto equivalga a lo que, en los humanos, reconoceríamos como duelo o luto.
Comprender la muerte
Los elefantes no son los únicos animales que muestran reacciones interesantes ante sus compañeros muertos. Cuando un cuervo muere y es descubierto por otro, éste emite una señal de alarma que atrae a otros cuervos de la zona, una práctica que se ha interpretado como un funeral. Pero esta reunión social también podría brindar a los cuervos la oportunidad de conocer un peligro que deben evitar, y que realmente no sea una despedida, en el sentido tradicional de los funerales.
Algunos insectos sociales, como las hormigas, se deshacen de sus muertos. Cuando detectan ciertas sustancias químicas liberadas por individuos moribundos o muertos en su colonia retiran los cadáveres. Algunas especies incluso los entierran, posiblemente para limitar la posibilidad de transmisión de enfermedades.
Sin embargo, como investigadores del comportamiento animal y, más concretamente, del duelo, no tenemos motivos suficientes para suponer que este extraordinario comportamiento de “gestión de cadáveres” signifique que las hormigas tengan algún tipo de comprensión sobre la vida o la muerte.
En la década de 1950, el biólogo y entomólogo E. O. Wilson aplicó una sustancia tóxica a hormigas vivas, provocando que sus compañeras de nido respondieran como lo harían ante un animal muerto: intentaron arrastrar al desafortunado individuo fuera del nido y lo arrojaron a una distancia segura.
Se han observado respuestas similares a sustancias tóxicas en ratas, que entierran a otras que llevan muertas el tiempo suficiente para volverse pútridas. Al igual que las hormigas de Wilson, también intentan enterrar a las ratas anestesiadas, pero aún vivas. Las hormigas incluso intentan enterrar palos de madera con el mismo olor. Algunos animales que viven en sociedad están programados para eliminar los objetos en descomposición de su nido.
Estos ejemplos de ratas y hormigas son claramente diferentes de los enterramientos humanos y del comportamiento de duelo que observamos en elefantes y otras especies, incluidas las orcas.
Aunque todavía no se sabe si los elefantes realmente deciden enterrar a los suyos, es innegable que sus reacciones emocionales ante la muerte de familiares o compañeros son extraordinarias y profundamente conmovedoras. Estas reacciones siguen siendo difíciles de explicar sin sugerir que los elefantes tienen algún tipo de concepto sobre el significado de la muerte.
Lucy A. Bates, Senior Lecturer in Comparative and Evolutionary Psychology, University of Portsmouth y Leanne Proops, Associate Professor in Animal Behaviour and Welfare, University of Portsmouth
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.