La guerra entre Israel y Hamás cumple ya seis largos y terribles meses.
El conflicto desatado luego del ataque del grupo palestino a territorio israelí el 7 de octubre de 2023 ha mantenido al mundo en vilo desde entonces y se ha cebado especialmente con la población de Gaza, víctima cotidiana de las bombas de Tel Aviv, del hambre y la crisis humanitaria.
Ni el peligro de una escalada bélica, con la entrada de otras fuerzas y países a la contienda —ya lo han hecho Hezbolá, desde el Líbano, y los rebeldes Hutíes, desde Yemén— ni los reclamos constantes de organismos como la ONU y la comunidad internacional, han frenado un conflicto cuya solución no parece atisbarse en el horizonte.
Ello, pese a una acusación “plausible” de genocidio contra Israel en la Corte Internacional de Justicia, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU demandando un alto al fuego “inmediato” y un informe de la relatora de la ONU para los Territorios Palestinos acusando a la comunidad internacional de inacción, apunta EFE.
Llegados a este doloroso punto, sin el acuerdo de una nueva tregua entre Israel y Hamás que pueda aliviar al menos momentáneamente los pesares de la población gazatí, compartimos algunos datos que ilustran trágicamente lo que ha sido y sigue siendo la guerra al cabo de medio año.
Víctimas asimétricas
Aunque Israel ha reiterado su “derecho a la defensa” como justificación a sus ataques a Gaza luego del perpetrado por Hamás el 7 de octubre, lo cierto es que hace rato su respuesta ha ido mucho más allá de cualquier simetría y ha evidenciado su crueldad y deshumanización.
Según datos del Ministerio de Sanidad, citados por EFE, más de 33100 gazatíes han muerto ya en el conflicto: 9560 mujeres y 14 500 niños, al tiempo que se calcula que haya unos 7 mil cuerpos bajo los escombros y más de 75 800 palestinos heridos.
En Cisjordania, por su parte, unos 400 palestinos también han muerto en operaciones paralelas de Israel.
Tel Aviv, según refiere la agencia, cuestiona estas cifras, pero en guerras previas en Gaza han sido fidedignas, al tiempo que organismos como la ONU o la Organización Mundial de la Salud (OMS) las consideran, incluso, conservadoras.
Además, Israel asegura que unos 13 000 muertos son milicianos, pero Hamás afirma que solo son la mitad. El ejército sionista ha atacado unos 32 000 objetivos de Hamás, que a su vez ha lanzado unos 9100 proyectiles hacia el territorio israelí.
EFE contabiliza 260 soldados israelíes muertos en la ofensiva, con los que serían unos 604 contando los caídos en el ataque del 7 de octubre, que dejó en total unos 1200 fallecidos.
Otras víctimas
Pero no solo han muerto soldados y población civil como resultado de la guerra. También han perdido la vida 95 periodistas, casi todos palestinos, según datos del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ).
No en balde esta entidad califica al conflicto como el “más peligroso” para la prensa.
Además, refiere EFE que, debido a los ataques de Israel a instituciones de salud de la franja, 484 trabajadores médicos han sido asesinados, al tiempo que 32 de los 36 hospitales están fuera de servicio, según el Ministerio de Sanidad gazatí. Lo mismo le sucede a otros 53 centros médicos.
Tel Aviv argumenta que Hamás utiliza estas instituciones como base, lo que ha sido rebatido por las autoridades palestinas. Aun así, luego de dos semanas de asedio, el Hospital Shifa, el mayor del enclave se encuentra totalmente inoperativo.
El Ejército israelí afirma que unos 200 supuestos combatientes murieron en esta incursión y que otros 513 “miembros de Hamás o la Yihad Islámica” fueron arrestados; mientras que el grupo palestino contabiliza más de 400 muertos como resultado de este asedio.
Por su parte, la OMS estima que al menos 21 pacientes murieron en el operativo israelí.
Las organizaciones humanitarias, cada vez con menos recursos y posibilidades de maniobra en Gaza, han perdido igualmente miembros. Se calcula que ya son unos 200 los fallecidos. Los últimos de ellos, los siete empleados de la ONG humanitaria World Central Kitchen (WCK) que murieron hace solo unos días como resultado de un ataque israelí.
Ataque fatal contra ONG humanitaria se debió a una “identificación errónea”, dice Ejército de Israel
Los rehenes
Los 253 israelíes secuestrados por Hamás el 7 de octubre han sido uno de los argumentos más empleados por Tel Aviv para sus incursiones militares y, al mismo tiempo, un elemento de discordia entre el Gobierno de Benjamín Netanyahu y los familiares de los rehenes.
Estos últimos le han reclamado al primer ministro acciones y acuerdos que faciliten su liberación, en lugar de exacerbar la guerra, aunque hasta ahora apenas sin resultados.
Durante la tregua del pasado noviembre 105 rehenes fueron liberados por 240 prisioneros palestinos. Hamás ya había liberado a otros cuatro rehenes en octubre; mientras que apenas tres han sido rescatados por las fuerzas israelíes, al igual que doce cuerpos ya sin vida. No obstante, tres de ellos murieron “por error” a manos de los propios soldados de Israel.
Al borde de la hambruna
A los terribles efectos de las bombas se suma también el hambre. Gobiernos, organizaciones humanitarias y las propias Naciones Unidas han acusado a Tel Aviv de usar el hambre como arma de guerra.
Como consecuencia, al menos 31 personas han muerto de inanición, 27 de ellas menores por malnutrición y deshidratación, según la ONU.
De acuerdo con la entidad más de un millón de gazatíes —la mitad de la población de la Franja— está en riesgo de hambruna inminente. Más de 677 000 personas del enclave palestino sufren inseguridad alimentaria “catastrófica” y unos 28 180 niños están malnutridos. En general, uno de cada tres menores de dos años en Gaza padecen de desnutrición aguda.
En contraste, la ayuda humanitaria ha entrado a cuentagotas y cientos de camiones se hallan varados en los únicos dos pasos terrestres abiertos por Israel. Tel Aviv restringe la entrada de ayuda y realiza “inspecciones arbitrarias” que retrasan o paralizan el proceso.
Incluso, ha llegado a atacar repartos de comida y caravanas de ayuda y ha matado a cooperantes internacionales, lo que ha hecho que algunas de estas organizaciones dejen de trabajar en Gaza.
Desplazamiento masivo
En Gaza, un enclave palestino de apenas 365 km² y 41 kilómetros de largo, viven unos 2,3 millones de personas. De ellos, dos millones han sido forzados a desplazarse de sus viviendas, lo que representa el 87 % de la población.
En Rafah, al sur, antes de la guerra apenas vivían unas 275.000 personas, pero la cifra se ha multiplicado hasta los 1,4 millones, debido a las personas que han huido del norte, lugar por donde comenzaron los ataques de Israel.
Los desplazados viven hacinados en tiendas sin espacios privados ni higiene, mientras unas 360 000 viviendas han quedado destruidas o inhabitables por los bombardeos, los que, según las autoridades de la Franja, han dejado 26 millones de toneladas de escombros.
De acuerdo con datos compartidos por EFE, más de un millón de desplazados ha sufrido enfermedades contagiosas y unos 10 000 enfermos de cáncer no reciben tratamiento. Mientras, 230 000 enfermos crónicos no tienen acceso a las medicinas que requieren por sus dolencias, y la situación sanitaria empeora por día a la par de aumenta el riesgo de epidemias.
Por si fuera poco, más de medio millón de niños corre el riesgo de sufrir padecimientos mentales debido a la exposición extrema al conflicto, al tiempo que los retrasos escolares se acumulan, y la propia vida de los menores, como la de sus familias, corre peligro constantemente.