De cuando en cuando algún caballo en busca de hierba y sombra entra al antiguo almacén de acopio agropecuario de Sibanicú, en Camagüey. Cuando sucede, es el único indicio de vida que queda en la amplia edificación abandonada, que hace años un ciclón y la falta de mantenimiento convirtieron en ruinas.
A su lado, una nave similar va camino al mismo deterioro. Es la que en otras épocas se utilizaba para almacenar los insumos agrícolas que los productores del municipio recogían cuando llegaban a vender sus cosechas a la empresa Acopio. En muchos de esos intercambios no mediaba dinero: los ganaderos pagaban parte de lo que se llevaban utilizando los “puntos” que recibían por cumplir determinados compromisos en la entrega de leche o reses para sacrificio.
“Esto siempre estaba lleno de cooperativas entrando y saliendo. Y eso que los ganaderos nada más venían a comprar, porque sus animales y la leche no pasaban por aquí, sino que los llevaban directo a la ‘pecuaria’ y el ‘lácteo'”, recordó a OnCuba un anciano que cuidaba un par de caballos en el lugar.
Según dijo en abril del año pasado María del Carmen Fages, directora de Desarrollo y Asuntos Internacionales del Grupo Empresarial Logístico del Ministerio de la Agricultura (Gelma), aquel esquema comercial de ventas por puntos dependía de alrededor de 400 millones de dólares que el Ministerio de Economía y Planificación asignaba cada año para “respaldar” las compras de insumos que en moneda nacional hacían los campesinos.
Buscando recortar gastos, en 2020 el Gobierno ordenó que una parte de dichas ventas pasara a realizarse en moneda libremente convertible, según dijo Fages en la entrevista citada. La decisión se justificó aduciendo que la moneda virtual (MLC) se emplearía en un porcentaje ínfimo de las operaciones: las efectuadas en apenas 20 de los más de 300 establecimientos gestionados por Gelma a lo largo del país.
Pero, como ocurrió en sus contrapartes “urbanas”, las tiendas en MLC de Gelma acabaron convirtiéndose en la única opción práctica para adquirir los insumos comercializados por la empresa.
“No hubo gradualidad ni cosa por el estilo. Aunque las tiendas en moneda nacional hacía tiempo que estaban desabastecidas, al menos existían. Pero al día siguiente de que empezaran las ventas en divisas ya era imposible encontrar algo en pesos. Muchos productos los pasaron directamente de unas tiendas a las otras; subiéndoles el precio, por supuesto”, contó a OnCuba Marcos, campesino local.
Ningún funcionario detalló cómo los agricultores accederían a la moneda convertible. Incluso hoy, la mayoría de los pagos estatales a los campesinos suelen hacerse en pesos cubanos (solo los tabacaleros y algunos otros productores reciben MLC); tampoco se han creado mecanismos legales para que los agricultores canjeen su dinero por MLC. Peor aún, como los pagos estatales se hacen por transferencia, los campesinos enfrentan la dificultad adicional de tener que negociar con cambistas informales para convertir su dinero bancarizado en efectivo, toda vez que los vendedores de divisas solo aceptan este último.
“Yo he tenido que dar el 10 y hasta el 15 % por encima para sacar dinero de mi tarjeta, porque en el banco la mitad de las veces no tienen efectivo y las otras solo autorizan extracciones de 3 mil o 5 mil pesos diarios por persona. El dinero de transferencia es un dinero ‘hipotecado’. Sobre todo para los guajiros, que no podemos pasarnos días enteros fuera de la finca, haciendo colas solo para ver cuándo tenemos la suerte de alcanzar efectivo”, agregó Marcos.
Mejor insumos que dinero
Una semana antes de conversar con OnCuba, Marcos le compró diez rollos de alambre de púas a un vendedor en Facebook. La inversión, de 150 mil pesos, habría sido mayor si no fuese proque un amigo, que viaja regularmente a la ciudad de Camagüey, le hizo el favor de recogerlos.
También le habría salido más caro comprar MLC y luego buscar el alambre en la tienda de Gelma en la capital provincial. Allí, en vez de los 15 mil pesos que pagó por cada rollo, habría tenido que invertir más de 20 mil pesos para comprar los 69,25 MLC en que está valorado el producto en la tienda de dicha entidad. En el mismo anaquel, una cantina para leche de 25 litros se oferta en 109 MLC y un par de botas de cuero de corte bajo, en 16,45. Son precios altos, incluso bajo las nuevas tarifas para el acopio de leche puestas en vigor en marzo último por el Ministerio de la Agricultura.
Hasta inicios de 2024 el pago máximo del Estado a los campesinos productores por cada litro de leche era de 20 pesos, complementado con bonificaciones por el sobrecumplimiento de lo contratado, el acarreo y la refrigeración del alimento.
Con la nueva escala de acopio, los ganaderos pueden cobrar hasta 38 pesos si su leche recibe la clasificación de “calidad óptima”, y 50 o 70 pesos adicionales por cada litro por encima de lo comprometido, en dependencia de si la entrega ocurre durante la temporada lluviosa o seca.
Aunque en principio esa norma pudiera parecer positiva, la experiencia no mueve al optimismo. En los últimos años, ni siquiera los sucesivos aumentos de los pagos en pesos por el acopio de leche contribuyeron al crecimiento de la producción nacional. Desde 2018 la producción de leche disminuyó más de un tercio, con alrededor de 369 millones de litros al cierre de 2022, la segunda más baja en más de treinta años.
A poco de anunciarse la nueva escala de pagos, la radioemisora villaclareña CMHW alertó que esta podría “disparar” aun más los precios de la leche y sus derivados en el mercado informal, poniendo en circulación hasta 6 mil millones de pesos adicionales, sin un impacto positivo sobre el acopio de leche. A juicio del periodista Jesús Álvarez, el principal efecto será “seguir incrementando la inflación”.
“Con independencia de las tarifas que pueda proponer el Estado, si son en pesos, siempre será más rentable vender la leche o el queso y el yogur en la calle. Se gana más y se coge el dinero en efectivo y al momento. No como con el ‘lácteo’, que lo mismo puede pagar en 15 días que al cabo de un montón de meses. Si el Estado quisiera alentar la producción, lo que tendría que hacer es dar cosas, no dinero. Decir: ‘¿Entregaste tantos o más cuántos litros de leche? Pues eso te da derecho a tantos rollos de alambre, o a tantos tanques de miel… o hasta a un tractor o una camioneta’. Es verdad que llevaría una inversión, pero siempre sería muchísimo menor a lo que ahora se gasta importando leche en polvo desde Nueva Zelanda o quién sabe desde qué otros lugares”, reflexiona Javier, ganadero del municipio Vertientes.
Otros tres campesinos camagüeyanos consultados para esta nota coincidieron en que preferirían el regreso de las “tiendas del ganadero” o algún sistema similar de asignación de recursos, en vez de los pagos por transferencia a sus cuentas en moneda nacional. Uno de ellos aseguró haberlo propuesto en una reunión con un viceministro de la Agricultura, pero la respuesta fue que se trataba de una “decisión del país” y había que aceptar el orden de cosas actual.
Tampoco el Ministerio de la Agricultura parece estar en condiciones de implementar un sistema que requiera de recursos tangibles, no de transacciones digitales. El fracaso de las tiendas en MLC de Gelma lo atestigua.
La tienda de esa red en Camagüey se limita hoy a un par de estanterías en una de las oficinas de la filial de Gelma en la capital de la provincia. Junto con los rollos de alambre y demás artículos mencionados, apenas se ofertan algunas herramientas de mano, sogas y clavos. “Y es imprescindible estar vinculado al sistema de la Agricultura”, acotó con desgano la dependienta del lugar. Ocasionalmente también salen a la venta sistemas de riego y materiales de construcción, “aunque no los tenemos muy seguido”, agregó.
La poca variedad de ofertas no es coyuntural ni se limita a Camagüey. En su entrevista de un año atrás, María del Carmen Fages reconocía que, luego de un comienzo promisorio, en que Gelma llegó a vender insumos por más de 18 millones de dólares, ese esquema comercial se había visto “deprimido” y para mantenerse “vivo” había tenido que apelar a “otras aperturas”.
Sus declaraciones sorprenden por el hecho de que los negocios de Gelma estaban calculados sobre la base de un generoso margen de ganancias. Un ejemplo paradigmático es el de los tractores bielorrusos MTZ, muy comunes y apreciados en el campo cubano.
El modelo 82.1 era comercializado por Gelma a través de su plataforma digital (actualmente desactivada) a un precio de 26 965 dólares con 28 centavos. Es el monto que pagaron clientes como el villaclareño Herminio Martínez, el primer agricultor del país que compró un tractor por esa vía. Por las mismas fechas el mismo equipo podía encontrarse en una plataforma de ventas bielorrusa por un valor mucho menor: 11 658 dólares.
Cuba y Bielorrusia mantienen una estrecha relación política. En noviembre de 2023 el presidente Alexander Lukashenko propuso extenderla al ámbito comercial, al recibir en Minsk al primer ministro Manuel Marrero.
Habría sido una oportunidad para obtener acuerdos preferenciales con grandes empresas de maquinaria agrícola (como MTZ) o de fertilizantes, dos de los principales productos de exportación de Bielorrusia.
Durante su estancia, Marrero destinó unas horas a visitar la planta central de MTZ, fundamentalmente con el objetivo de conmemorar un recorrido que décadas antes había hecho Fidel Castro. A su regreso anunció satisfecho la firma de un contrato para importar leche en polvo bielorrusa, en lugar de insumos para la producción lechera.
Saludos, La actividad agropecuaria no es inmediata, se tiene que realizar preparativos y esperar para recoger los resultados. Quienes han dirigido la agricultura en este pais no trabajan en el campo y , si en una oficina sin conocer de las carencias en el campo y necesidades de los trabajadores A todo esto multipliquelo lpor más de 50 años y tendrá la respuesta a la pregunta.