Cuando Ángel Ramis aceptó interpretar al Cabo Pantera en el programa humorístico ¿Jura decir la verdad? (2001) su vida estaba a punto de cambiar. El éxito del personaje fue tan arrollador que a día de hoy sigue presente en la memoria colectiva de los cubanos que en su momento seguimos el programa.
El comediante había iniciado su recorrido artístico en las agrupaciones Avispas y Agencia Loca, ambas de Las Tunas. Cuando se le presentó la oportunidad, trazó su propio camino en aquel icónico espacio estelar hasta posicionarse como uno de los humoristas más reconocidos de la isla en la contemporaneidad.
Luego su talento e ingenio le abrieron las puertas a los programas Y tú, ¿de qué te ríes? (1999) y No quiero llanto (2011), en los que Ramis creció profesionalmente.
En su conversación con OnCuba, Ángel no escatimó en detalles sobre su trayectoria en la comedia y compartió algunas historias que han sido determinantes en su carrera.
Si tus influencias venían del repentismo, ¿por qué terminaste en el humor?
Siempre me gustó hacer cuentos y disfrutaba mucho el repentismo; en la comedia logré que se combinaran ambas cosas. El humor es lo principal en mi repertorio, pero la décima siempre ha sido parte de lo que hago.
Sin lugar a dudas las fiestas que se hacían en mi casa influyeron en mí. En estas celebraciones mis tíos, músicos aficionados, cantaban, improvisaban y hacían décimas humorísticas. Crecí en ese ambiente y eso me marcó para toda la vida.
Estudié técnico medio en Construcción Civil y en la escuela desarrollé la afición por el humor. Además, el trabajo en televisión de los mejores humoristas de nuestro país dejó una profunda huella en mí.
En Cuba no existe una academia para formar humoristas. ¿El humorista nace o se hace?
Eso viene contigo. A partir de tus aspiraciones te vas desarrollando, te preparas para dirigirte a un público, y vas adquiriendo los elementos fundamentales para plasmar tu impronta.
Tienes que encontrar tu identidad como humorista y en función de eso trabajar, hay que mostrarle al público lo mejor de uno, prepararse y ser natural, esos son algunos de los aspectos que me han ayudado en este oficio.
El humor, como dices, no se estudia, nace con uno.
¿En tus inicios quiénes fueron tus referentes?
Me identificaba con el maestro Octavio Rodríguez (Churrisco) y con los humoristas que participaban en el programa Sabadazo (1993): Geonel Martín, Ulises Toirac, Osvaldo Doimeadiós, Conrado Cogle, más conocido como “Boncó Quiñongo”, Ángel García (Antolín), entre otros.
¿Cómo llegas a convertirte en uno de los humoristas más populares de Cuba?
En julio de 1995 me incorporo a un grupo de artistas aficionados con el que obtengo un premio y ahí surge la posibilidad de integrar el grupo humorístico Avispas, que en ese momento era la única agrupación profesional que había en Las Tunas en el sector de la comedia.
Con Avispas participo por primera vez en el Aquelarre (1995). Posteriormente me incorporo al grupo Agencia Loca, donde estuve hasta 1999, cuando empecé mi etapa como solista.
Agencia Loca es un grupo que tenía que ver más conmigo, en el que predominaba la parodia. Hacíamos un trabajo teatral, enfocado en el “humor inteligente”.
¿Debe haber límites en el humor?
Siempre que se haga con respeto, no habrá problema. Lo que no puedes es basar un espectáculo en el ataque o denigración de una persona. Considero que hay muchas formas de hacer buen humor sin necesidad de irse por el facilismo. Insisto en la importancia de prepararse y de concebir siempre una propuesta que tenga valores y que le llegue de la mejor manera al público.
A partir del monólogo “El Feo” (1999) presentado en el espacio televisivo Y tú, ¿de qué te ríes? el público comenzó a conocecr tu trabajo. ¿Esta producción le dio mayor impulso a tu carrera?
Ese monólogo lo hacía en los centros nocturnos de Las Tunas; lo fui armando con el tiempo, después que un amigo mío me dijo que si me reía de todo el mundo tenía que armar un espectáculo donde me diera cuero a mí mismo. La décima la tenía hecha y se la incorporé a este monólogo, que es el que más éxito me ha dado.
Tengo que agradecer a Ulises Toirac. Gracias a su espacio nos dimos a conocer muchos humoristas que veníamos apostando por esta manifestación artística y no habíamos tenido la posibilidad de hacer visible nuestro trabajo.
Llegaste de manera casual a otro espacio clave en tu carrera, también relacionado con Ulises Toirac. ¿Cómo te unes al elenco de Jura decir la verdad?
Como dices, mi entrada a este programa fue fortuita. Geonel Martín (Gustavito) llama al Centro Promotor del Humor preguntando qué humoristas estaban ahí, para hacerles una propuesta de trabajo. En ese momento el que estaba era yo. Geonel me dijo que fuera al ensayo, porque al actor que iba a defender el personaje del Cabo Pantera se le había presentado una situación personal y estaban buscando un sustituto.
Me presenté y, como ya todos sabemos, les gustó. Voy a estar agradecido toda la vida con el colectivo, pero especialmente con Ulises Toirac y con Gustavo Fernández Larrea, el director del programa.
¿Cómo surge el nombre de tu personaje?
En el programa, Gustavito siempre hacía alusión a un personaje llamado Cabo Pantera, que nunca salía. Un día, Alexis Rivera (El Colorao) propuso que si se mencionaba tanto en cada capítulo era factible que de hecho fuera parte del elenco. Es ahí que la dirección del programa analiza la propuesta y me eligen para darle vida.
¿Consideras este espacio como tu gran logro profesional?
Sí. En mi carrera hay un antes y un después del Cabo Pantera. Ese programa me cambió la vida y fue con el que me di a conocer en el país y en otras naciones en las que lo he presentado.
Pantera fue ganando protagonismo. Al inicio, como te contaba antes, solo se hacía referencia a él, pero no salía en cámara. Luego, Ulises Toirac me plantea la idea de darle más peso en la historia y es cuando le busco la frase típica “El que me mira se altera”, y le incorporo sus elementos distintivos.
En el elenco coincidieron varios de los humoristas cubanos más populares. ¿No hubo choque de egos?
Normalmente entre los humoristas no es común. Cada uno de nosotros tiene su línea, y tratamos de ayudarnos en todo lo que podamos. En el caso de ¿Jura decir la verdad? siempre fuimos buenos amigos. Sentíamos que estábamos al mismo nivel.
En este espacio nunca se respiraron ataques de estrellato, cada uno tenía su momento y los demás lo complementaban para que las escenas quedaran como se habían concebido.
No quiere decir que no hayamos tenido opiniones divergentes, pero todo era en función de perfeccionar nuestra labor y lograr los estándares de calidad que merecía la audiencia. Disfrutábamos mucho trabajar juntos y eso le llegó al público; fue una de las claves de la aceptación del programa.
¿Cuál fue el mayor desafío de ¿Jura decir la verdad? para mantenerse en la parrilla de programación?
Renovarnos, buscar elementos para sorprender a los televidentes y nutrirnos de todo lo que acontecía en el país para vincularlo a la historia central del programa.
¿Con qué colega del programa te gustaría coincidir en otro proyecto?
Con todos, pero ajustándome a la pregunta te diría que con Baudilio Espinosa (Profesor Pepe Grillo) porque es con el que he tenido más cercanía y afinidad. En una época fuimos compañeros de cuarto en la residencia del Centro Promotor del Humor y es uno de mis mejores amigos.
Has trabajado en el extranjero. ¿Es más difícil conectar a través del humor con un cubano emigrado o con uno que reside en la isla?
He trabajado en Canadá, México, Panamá y Jamaica, lugares en los que nos ha ido a ver el público cubano, principalmente. Por lo general no tenemos problemas para conectar con nuestros coterráneos porque, a pesar de la distancia geográfica, entienden los chistes ya que siguen de algún modo vinculados con lo que sucede aquí a través de las redes sociales.
A veces tenemos que explicarles algunas cuestiones, pero normalmente saben de qué va el chiste, porque el cubano se va en cuerpo, pero su espíritu se queda aquí.
¿Representar durante tanto tiempo al Cabo Pantera te ha limitado como humorista? ¿Has pensado encarnar otro personaje?
Soy actor y defiendo una idea. Ángel Ramis es Pantera, comoquiera que lo vistas. No tengo que esforzarme mucho para interpretarlo, porque en esencia es similar a mí. Me siento muy bien en esta línea y si en algún momento me proponen otro personaje intentaré hacerlo, pero no todo el mundo es Osvaldo Doimeadiós. Ese es el profe, el espejo en el que todos nos miramos, es capaz de darle un matiz distinto a cada personaje.
Te podría mencionar también a Leonardo Santiesteban y a Carlos Gonzalvo, colegas que se desdoblan y son capaces de interpretar tanto a un personaje humorístico como a uno dramático.
¿Cómo fue trabajar en No quiero llanto (2011) al lado de Ángel García (Antolín), otro de los humoristas que admirabas desde que iniciaste en la profesión?
No quiero llanto fue un gusto que me di, una meta que me cumplió la vida. Estar al lado de Antolín y El Habanero (Julio César Rodríguez) no fue apenas trabajo, sino disfrute. El programa que me catapultó fue ¿Jura decir la verdad?, pero el espacio en el que más me divertí fue No quiero llanto.
He tenido la suerte de trabajar y compartir escenario con los tres referentes que tengo en el humor: Osvaldo Doimeadiós, Ulises Toirac y Ángel García.
Doimeadiós es una de las personas que más han hecho por los humoristas en Cuba, al igual que Armando Suárez del Villar, un hombre al que le tengo mucho respeto, cariño y admiración.
Ulises es mi papá, y Ángel García (Antolín), un hermano de los que nunca te puedes despegar y un hombre fuera de liga, como persona y como artista.
Formaste parte de una etapa del programa Deja que yo te cuente (2005). ¿Pensaste en algún momento que iban a escribirte un personaje y que formarías parte del elenco habitual?
Nelson Gudín me dio la posibilidad de formar parte de nueve programas. Me sentí muy bien trabajando en Deja que yo te cuente, que en su momento fue el humorístico más popular de la Televisión cubana.
Había otra dinámica de trabajo. Me adapté muy bien y el colectivo siempre me ayudó y me sugirió las cosas que tenía que hacer para que mi interpretación quedara lo mejor posible.
Sabía que mi participación duraría hasta que Miguel Moreno (La Llave) regresara. En ese momento yo estaba en No quiero llanto y después que salí de Deja que yo te cuente me enfoqué en eso; era muy difícil llevar las dos cosas a la vez.
Si me dieras a escoger entre Deja que yo te cuente y No quiero llanto, me quedaría con la segunda opción porque iba más conmigo. Además, estar al lado de Antolín era un sueño materializado. Fíjate si es así que cuando me propusieron ser parte de este programa no pregunté ni cuánto iba a cobrar.
¿Al momento de crear sientes presión por el resultado final del proyecto?
Sí. Cada vez que estoy ideando algún proyecto lo pruebo con los amigos y con la gente de mi entorno antes de estrenarlo. Si funciona con ellos me decido a presentarlo; si no, no me arriesgo.
¿Estar detrás de un personaje te sirve para decir ciertas cosas que Ángel Ramis no diría? ¿Te han cuestionado algún espectáculo o proyecto?
Critico lo que considero que tengo que señalar. Se pone bravo solo a quien le sirve el traje. En La Habana nunca he tenido ese problema, pero en Las Tunas sí me cuestionaron en algún momento. Criticaba cosas que a alguien le parecieron un poco chocantes, pero la verdad es la verdad.
Normalmente me enfoco en hacer un humor costumbrista para que la gente se ría y disfrute, y trato de no entrar en controversias. Soy como un carpintero, que hace silla para que la gente se siente.
Has tenido una conexión especial con Julio César Rodríguez (El Habanero). ¿Son un dúo o se ponen de acuerdo para trabajar cada vez que pueden?
Trabajamos juntos, pero no somos un dúo. Cada uno lleva su carrera como solista y nos juntamos cada vez que se da la oportunidad. Más que trabajar, coincidir con Julio César Rodríguez es un disfrute. Eso lo ha notado el público, que siempre nos acoge.
Nos conocimos en el año 1998 en el Hotel Turquino de Holguín, a través de Luis Manuel Licea, un amigo que teníamos en común. Me dijo: “Te voy a presentar un socio que es igualito a ti”, y a partir de ahí eso fuimos hermanos a primera vista.
¿En qué medio te sientes más cómodo?
En la televisión. Ahora, no sé qué pasa que los proyectos no se materializan y los directores no me llaman. En función de eso aprovecho las propuestas que aparecen en los centros nocturnos, teatros y sigo apostando por divulgar mi trabajo en las redes sociales.
¿Quién es el humorista cubano más popular?
Los humoristas más populares que tiene Cuba son Pantera y El Habanero, y lo digo desde el respeto a los demás colegas. Admiro a todos los que te he mencionado anteriormente, pero más me admiro a mí y al que lucha conmigo, al que comparte mi dolor y mi alegría.
¿Te gustaría hacer drama?
Si aparece la oportunidad, claro que sí. Me gradué de Construcción Civil y estuve un tiempo impartiendo clases en el mismo Instituto Politécnico donde estudié. La pedagogía te forma para todo. Representar un personaje es como dar una clase: tienes que ponerle el matiz que visualizan tus oyentes, y para mí eso es actuar.
¿Si no fueras humorista, a qué te dedicarías?
A dar clases o a la música. Desde niño decía que iba a ser músico porque me gustaba la guitarra. Tenía esa ilusión, pero no seguí esa línea, aunque siempre fui vanvanero de cuna y sentía mucha admiración por el maestro Juan Formell. Tuve la oportunidad de conocerlo. Fue uno de los músicos más grandes de nuestro país y fue muy reconfortante poder intercambiar con él en varios momentos de la vida.
Pero creo que no podría vivir sin hacer lo que hago. El humor siempre me acompaña, es mi entrante, mi plato fuerte y mi postre.