Por Juan Carlos Espinosa
El éxodo sin precedentes en Cuba también se nota en el cielo despejado del barrio costero de Jaimanitas, en el extremo oeste de La Habana.
En el tejado de la casa de su amigo Ernesto, Eduardo Montufa, de 36 años, muestra un palomar que, según cuenta a EFE, “no es lo que era”.
“Ya casi no hay palomas, ¿entiendes? Esto estaba antes lleno. Se han ido muchos palomeros pa fuera”, se queja. Luego apunta al cielo: “No hay ni una volando”.
En el club del barrio, compuesto por 30 personas, tanto Ernesto como él son los que llevan más tiempo adiestrando aves para alistarlas para las competencias.
Les enseñan a seducir hembras y luego llevarlas a una jaula, también a volar con un cierto estilo –“con elegancia”– y precisión, entre otros trucos.
A lo largo del año se realizan torneos –regionales y nacionales– en donde estas habilidades les generan distintos puntos que se van sumando en una planilla oficial.
La afición la han tenido “desde chiquitos” y ambos recuerdan los tiempos en los que estas aves sobrevolaban las casas, a las orillas del mar.
Pero en los últimos años la realidad ha cambiado.
Crisis migratoria
El país caribeño está sumido en una profunda crisis económica que se ha agravado desde la pandemia, sumado a las sanciones estadounidenses y los errores en la política monetaria.
El PIB sigue a niveles por debajo del mundo antes de la Covid-19 –en 2023 cayó 1,9 %–; la comida escasea y la inflación está a la orden del día.
Como consecuencia, Cuba ha batido récords de emigración nunca antes vistos.
La población de Cuba cayó un 18 % entre 2022 y 2023, según un estudio independiente
Un estudio independiente, adelantado a inicios de mes a EFE, del prestigioso economista y demógrafo cubano Juan Carlos Albizu-Campos revela que la isla ha perdido un 18 % de su población entre 2022 y 2023 debido principalmente a la migración.
En ese sentido, la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), subrayó que entre 2020 y 2023 hubo una caída del 10 % en el número de residentes en la isla.
El Gobierno reconoce que en el país residen “menos de 10 millones”, un dato significativamente menor que los 11,1 millones que se había manejado en los últimos años.
Esta realidad, aunque pareciese lejana del mundo del adiestramiento de los conocidos como “palomos de conquista”, también ha afectado a este pasatiempo, que ya ha sumado cientos de adeptos en la isla.
“Se ha puesto mala la cosa… No hay comida para los animales, hay que darles chícharo, maíz, trigo… y eso escasea, el chícharo, por ejemplo, está desaparecido”, se lamenta Montufa.
Las palomas también
Brian Heredia, de 23 años, cuenta a EFE que entre los aficionados es sabido que no pocos palomeros que han emigrado a Estados Unidos se han llevado “hasta las palomas” que criaron en su país natal.
“Los mejores palomos que se han visto fuera de aquí son de Cuba”, dice mientras cuenta junto con Jesús Enrique Sánchez, de 38, cómo se han enterado en diferentes grupos de amigos que se “manda buscar” desde fuera a las aves para luego esparcir esa afición del otro lado del Estrecho de Florida.
“Esto es como un vicio”, dice a EFE con mucho orgullo Sánchez.
Por otro lado, quienes se quedaron en el barrio sufren para seguir practicando su deporte favorito y con el que “han creado una familia”, como lo define el club liderado por Montufa y Ernesto.
“Es difícil mantener una paloma. Por el tema económico y por los medicamentos, y sin hablar del alimento”, lamenta Sánchez, quien entrena palomas desde los 10 años.
Otros han decidido incluso vender sus aves, que pueden llegar a costar hasta 30 000 pesos cubanos (250 dólares al cambio oficial).
Para Montufa el peligro de que al paso del tiempo la práctica desaparezca por el éxodo no es tan lejana como quisiera.
“Sí [hay miedo], sobre todo mirando lo que pasa aquí en el barrio de nosotros”, remacha mientras coge con sus manos una de sus aves favoritas.