Beijing–Londres–Río–Tokio–París. Esta ha sido la travesía olímpica de Idalys Ortiz. La capital francesa marcará el inicio de su despedida. La judoca cubana saldrá al ruedo el próximo 2 de agosto en busca de la que pudiera ser su quinta presea en estas lides.
Solo la nipona Ryoko Tani y el francés Teddy Riner han conseguido tal proeza. Ahora, con 34 años, Idalys casi dobla en edad a aquella jovencita de 18 que se colgó el bronce en Beijing, la carta de presentación perfecta para que se convirtiera en campeona olímpica en la siguiente edición, en Londres.
Idalys podría llegar a París alardeando de estos y otro logros de su palmarés: fue campeona mundial en Río de Janeiro 2013 y Chelyabinsk 2014, subcampeona olímpica en Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020, además de haber sido cuatro veces moncarca de los Juegos Panamericanos (Guadalajara 2011, Toronto 2015, Lima 2019 y Santiago de Chile 2023). Pero ella no es así.
París es un lujo que Idalys se da, uno que solo puede darse una leyenda de su estirpe: allí luchará contra sus propios límites para cerrar, como en una película, su épica historia en los tatamis.
Cierto es también que el final pudiera torcerse un poco. No llega a París en su momento de máximo esplendor (lugar 19 del ranking mundial); pero no podría vivir con la incertidumbre de no haberlo intentado. Los atletas “diferentes” son así. Las suposiciones no valen cuando el tiempo apremia y una mole de más de 78 kilogramos te zarandea por el judogi.
Idalys no vacila, declara una y otra vez que llevarse una medalla sería parte de la despedida perfecta. No importa que 2024 no haya sido, hasta ahora, memorable.
Se marchó en la ronda de 16 del Campeonato Mundial de Abu Dhabi, tras caer ante la “turca” Kayra Ozdemir, francesa de origen, rocosa peleadora de 36 años que también aspira a hacer historia en París.
Este año, además, Idalys también cayó pronto en los Grand Slam de Kazajastán (ronda de 16), Antalya (ronda de 32) y Tashkent (ronda de 32), al tiempo que los resultados más relevantes se dieron con los bronces en el Campeonato Panamericano y de Oceanía de Judo, en Río de Janeiro, y el Grand Prix Upper en Austria.
Sin embargo, la determinación y su sola presencia en la cita olímpica deben ser una señal de alarma para sus rivales. Claro, esto no quiere decir que el pasado le vaya a garantizar títulos.
Idalys tendrá que sudar otra vez bajo el vapor de la llama olímpica si quiere forjar en los metales de la Torre Eiffel su quinta medalla. Ahí estarán contrincantes duras dispuestas a impedírselo. Durísimas.
Además de la mencionada Ozdemir, llama la atención la líder del ranking Romane Dicko, quien también tendrá el plus de ser local y contar con la gracia del público. Dicko ganó el oro por equipos mixtos en Tokio 2020 y se atrevió a desafiar a todas de cara a París. Esta campaña reinó en tres Grand Slam (París, Bakú y Astaná), manteniendo el primer puesto del listado mundial de la división. Con un título del orbe y cuatro cetros europeos, parece ser el ahora o nunca de la francesa.
Junto a la local, hay que mencionar a la campeona defensora japonesa Akira Sone, quien es, quizás, la rival más difícil para la cubana. Sone la derrotó en la final de Tokio y en 2023, tras ganar el Mundial de Doha, declaró que iría por el oro en París, a cualquier precio.
Por otro lado, no se puede obviar la presencia de la israelí Raz Hershko, bronce en Doha 2023 y titular europea de Zagreb 2024. Hershko, a sus 26 años, viene ascendiendo, tras superar el bullying que sufrió en la adolescencia y las continuas derrotas que experimentó al subir a la división de más de 78 kilos.
Latidos olímpicos: ¿Cuándo ganará Cuba su primera medalla en París?
Nombres familiares para Idalys son los de las brasileñas Beatriz Souza (a quien derrotó en Santiago de Chile, 2023) y Rochele Nunes (nacionalizada portuguesa), con las que ha sostenido muchas batallas.
Este año, en Austria, cedió ante Souza en cuartos de final y frente a Rochele cayó por Ippon en Tashkent, en la ronda de 32. Vale rescatar que en Tokio 2020, triunfó por Waza-ari contra Rochele y dejó en el camino a Dicko, en semifinales, también por Waza-ari.
Con casi todas estas guerreras la cubana ha ganado y perdido, aunque el saldo más negativo lo tiene ante Sone, a quien pudo doblegar en el Grand Slam de Osaka, en 2018.
No obstante, en los combates no vale el pasado y bien lo sabe Idalys, la judoca que rompió una dinastía en 2012 cuando se convirtió en la primera campeona que, en la división de mayor peso, no portaba en su judogi la bandera de China o de Japón.
Se le ha visto lograr de todo y quizás París sea uno de los mayores retos de su vida: todas las rivales en fila, deseando añadir a su hoja de méritos la victoria que despidió a la leyenda cubana de un viaje olímpico de ensueño. Sin embargo, esa aspiración de grandeza suele jugar malas pasadas.
Idalys Ortiz no sabe lo que es quedar fuera de un podio olímpico y sería injusto darla por muerta antes de que pise el tatami. Cuando el tiempo apremia y una mole cubana de más de 78 kilos te sacude, no hay ranking ni medallas que valgan. La respiración se agita, el corazón se acelera y el final queda abierto.
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