Cuentan que cuando la Reina Sofía de España visitó La Habana, en la que ha pasado a la historia como la única visita de un monarca ibérico a la Isla, pidió en su primera noche aquí ir a cenar a La Guarida. La reina había escuchado hablar de los platillos lezamianos y del ambiente exquisito de este paladar ubicado en el corazón de Centro Habana, el mismo sitio que ya se había hecho célebre a principios de los noventa, como la locación donde el genio del cine cubano Tomás Gutiérrez Alea rodara el filme Fresa y Chocolate.
Pareciera desde entonces como si cada celebridad de paso por la ciudad no pudiera marcharse sin haber degustado la lasaña de papaya con salpicón de mariscos, el atún con caña de azúcar glaseado con coco, un gazpacho de melón con camarones, el medallón de cerdo en salsa de mango o la panetela de chocolate tres leches, que preparan en la tercera planta de aquel caserón construido a principios del siglo XX. Aunque la lista es bien extensa, baste mencionar algunos de quienes han vivido la experiencia: Steven Spielberg, Benicio del Toro, Kevin Spacey, Javier Bardem, Jack Nicholson, Paris Hilton, Beyoncé, Rihanna. Y no sería de extrañar que el sitio estuviera en la ruta de Barack Obama, si ahora mismo decidiera viajar a La Habana.
Pero esta última semana Enrique Núñez y Odeysis Baullosa, los dueños, han recibido en la paladar más famosa de la ciudad a visitantes sui géneris: más de una veintena de niños y adolescentes que residen en los alrededores, quienes participaron allí del 24 al 28 de agosto en dos talleres, uno de cocina y otro de Artes Plásticas.
La iniciativa, que ha auspiciado La Guarida por vez primera, resultó un éxito tanto para los muchachos, entusiasmados con las anécdotas sobre las vacaciones, que ahora relatarán cuando regresen a las escuelas, así como para los anfitriones, que comentaron a OnCuba el deseo de que se repita, por los alentadores resultados obtenidos.
“Al principio teníamos la incertidumbre de si a los niños les iba a gustar, si vendrían”,comenta Cristina Collado, especialista en Comunicación de La Guarida, “pero el trabajo con ellos nos trajo sorpresas gratas, y fue una experiencia enriquecedora. Nosotros siempre decimos que venir a comer aquí es una experiencia para degustar con todos los sentidos, que sobrepasa el hecho de obtener un alimento. Entonces, el proyecto comunitario ha sido también para ellos una oportunidad especial para experimentar cosas que nunca habían hecho, con productos y materiales para cocinar y dibujar, con los que quizá nunca hayan jugado. Ha sido todo un estímulo para su aprendizaje y creatividad.”
Los niños más pequeños, de cinco a 10 años, participaron en las clases de Artes Plásticas del taller La pintadera, impartido por los profesores de pintura Rogelio David Núñez y Anett Carreño García. Durante el transcurso de la semana, recibieron lecciones sobre el color y sus diversas gamas, las texturas, el volumen, técnicas como el esgrafiado o rayado, estarcido y collage. Y sobre todo, recibieron el incentivo para experimentar más libremente de ahora en lo adelante.
De manera simultánea, los alumnos de En un 2 x Chef, con edades entre 10 y 14 años, tuvieron la excepcional oportunidad de recibir clases del conocido chef vasco Bruno Oteiza y de Fernando Sabala, chef mexicano, además del equipo de chefs de La Guarida, con quienes aplicaron conceptos del arte en el mundo culinario. Así aprendieron sobre la importancia del color en la cocina, o de cómo apreciar y combinar las texturas de los alimentos, mediante el olfato y el gusto. También pudieron conocer cómo funciona un restaurante, consejos sobre los beneficios de incluir frutas y vegetales en las comidas diarias, o de disminuir los edulcorantes artificiales como el azúcar.
Con lecciones teóricas y también prácticas, los niños con delantales prepararon el primer día una pizza gigante, un plato conocido que los hizo sentir en una zona de confort, para avanzar hacia lo desconocido. Luego practicaron con recetas típicas del menú de la casa, como el Gazpacho de melón, o el Crujiente de moros y cristianos, y quedaron fascinados con la idea de ver un postre tan tradicional en Cuba, como son los casquitos de guayaba con queso, transformado en helado. Para el almuerzo del último día, cocinaron junto a los chefs la Paella mixta de pollo y vegetales.
“En el transcurso del taller pudimos apreciar cómo mejoraba la interacción entre ellos, y con nosotros”- dice Cristina Collado- “cómo aplicaban términos que asimilaron aquí. Ciertamente, esta ha sido una oportunidad de lujo para que todos puedan conocer términos, procedimientos y productos de la más avanzada cocina contemporánea. Este tipo de talleres son muy provechosos para despertar en los pequeños las ganas de crear y ser originales”.
Por su parte, Enrique Núñez confiesa no tener inconveniente en compartir los secretos de su célebre cocina con los niños de Centro Habana, e incluso nos adelanta una expansión del proyecto en el futuro. “Nosotros tenemos un espacio en la planta baja, donde hemos pensado hacer un centro de elaboración para ofertar servicios de catering. Y cuando lo tengamos listo, lo podemos reconvertir en una especie de escuelita, donde haríamos un taller los sábados por la tarde”.
“Lo importante para mí del proyecto comunitario es transmitir un mensaje constructivo. Este tipo de iniciativas se pueden hacer, son viables, factibles, y la respuesta que recibimos es la mejor. La idea es que se repita. Realmente vale la pena, porque los muchachos encuentran un estímulo diferente, y algo que les puede servir como oficio para prosperar en sus vidas”, afirma.
Con talleres como estos, La Guarida de Concordia 418, entre Gervasio y Escobar, ya no es sólo el restaurante exclusivo, con sus cubiertos de plata y mantelería exquisita, sino un espacio abierto a la comunidad de la cual toma también encanto, donde se comparten el conocimiento del éxito y los enigmas de la más refinada cocina cubana.