Hace unas pocas semanas, el Partido Demócrata se vio sacudido por el debate acerca de si el presidente Biden debía renunciar o no a ser candidato y acerca del mensaje y los valores que debía transmitir ante las elecciones de 2024. Una crisis de conseso interno que amenazaba con fragmentarlo y debilitarlo en un momento en el que los republicanos de Trump parecían estar encima de la ola y tener todo el viento en las velas.
La retirada de Biden de la candidatura despejó el camino de la incertidumbre con la postulación y aprobación de la vicepresidenta Kamala Harris, un pase a una generación más joven que ha energizado y alegrado no solo a las huestes demócratas sino también a buena parte de una nación profundamente dividida por acritudes y rencores de variada gama.
Aun cuando su candidatura ha desatado un alto nivel de entusiasmo y determinación entre los demócratas, y todavía este definiendo sus prioridades, el discurso de aceptación en la Convención Nacional Demócrata fue solo el principio del viaje hacia los más de 70 días que restan para las elecciones de noviembre. Y esto es lo principal: se le vio como una mujer “presidenciable”. El último día del evento la actriz Eva Longoria lo resumió en un mantra bilingüe: “She se puede”.
El papel de la TV
Visto por 28,9 millones de espectadores, el discurso de aceptación superó la cantidad de televidentes que tuvo el de Trump en la Convención de Milwaukee. Esto fue un fuerte golpe para el expresidente, conocido por su obsesión casi enfermiza con los índices de audiencia y el tamaño de las multitudes que asisten a sus mítines.
De acuerdo con estadísticas de Nielsen Media Data, la última noche de la Convención la cadena progresista MSNBC se anotó un récord de audiencia con 6,5 millones de personas. Las cifras también crecieron en los casos de ABC (4,2 millones de espectadores) y CNN (3,9 millones). En cuanto a Fox News, la cadena de la derecha, cayó al quinto lugar esa noche.
Por otra parte, los discursos de los oradores —desde los expresidentes Bill Clinton, Barack Obama, la exsecretaria de Estado Hillary Clinton hasta el de Michelle Obama—, fueron escoltados por las actuaciones de celebridades del espectáculo y la música como Stevie Wonder, John Legend, Pink, Kerry Washington y Mindy Kaling.
Por contraste, la Convención republicana quedó muy por debajo en cuanto a participación de músicos, una evidencia adicional de que entre estos y entre el jet set de Hollywood, como norma abrumadora, Trump no tiene nada que hacer. Les resulta incluso profundamente antipático.
Pero la audiencia de la Convención se vio estimulada por una expectativa adicional: la idea de que Beyoncé (quien le dio permiso a la campaña de Harris para usar su éxito de 2016 “Freedom”) haría una actuación sorpresa esa noche. Las redes sociales se fueron calentando de rumores en ese sentido. Y para más detalles, poco antes de las 8 de la noche el sitio de noticias de celebridades TMZ informó que la aparición de la diva era una certeza. Dos horas después, sin embargo, su publicista declaró que la Reina no asistiría. “Nunca estuvo programada su presencia en Chicago”, dijo.
Lo que llama la atención es que los rumores sobre la presencia de Beyoncé no fueran desmentidos hasta el último minuto, ni por la campaña de Harris ni por los representantes de la cantante, quien interpretó las notas del himno nacional estadounidense en la segunda inauguración de Obama.
Las encuestas
Kamalamania, Kamalmentum y Kamelot son tres de las nuevas palabras que designan el despegue y el entusiasmo por la candidata demócrata, que ha dejado de ser solamente eso para liderar lo que muchos ya llaman “el movimiento” echando mano a una expresión de los años 60-70 para denotar movilización popular y sentido de cambio.
Durante esos cuatro días de la Convención, e inmediatamente después, Harris ha venido ampliando una tendencia previsible, es decir, su ventaja sobre Donald Trump entre los votantes registrados, tanto a nivel nacional como en varios swing states.
Angus Reid Institute, organización sin fines de lucro que hizo una encuesta nacional entre 19 y el 23 de agosto, sacó a flote claras diferencias generacionales y demográficas en las preferencias de los votantes.
Según esa medición, la actual vicepresidenta tiene una ventaja sustancial entre los jóvenes de 18 a 34 años (59 % vs. 30 % Trump). El dato es aún más pronunciado entre los votantes afroamericanos, entre quienes Harris lidera con un 67 % frente al 16 % de Trump. Entre los hispanos/latinos tiene una ventaja del 57 % frente al 33 % de su contrincante.
Sin embargo, no es el caso de los votantes blancos y mayores, entre los que Trump supera a Harris con el 49 % de los votantes mayores de 54 años, en comparación con el 40 % de la vicepresidenta y candidata demócrata.
La encuesta también indagó en las respuestas emocionales ante los candidatos. El 71 % de los partidarios de Harris afirman que su posible victoria les da “esperanza”, mientras que el 63 % de los de Trump expresan el mismo sentimiento.
La perspectiva de que gane el candidato contrario genera preocupación y miedo en ambos bandos. Sintomáticamente, después del triunfalismo de su Convencion, donde todo parecía miel sobre hojuelas para llevarse la victoria, los partidarios de Trump expresan niveles más altos de preocupación (57 % vs. 38 %) en comparación con los de Harris (47 %, 45 %).
Por lo demás, la encuesta identificó el costo de la vida como el gran problema: el 58 % lo citó como su principal preocupación. Después vienen la economía en general (28 %), la seguridad fronteriza (27 %), la atención médica (25 %) y los derechos reproductivos (23 %).
El primero es un punto crítico. Más de un tercio de los estadounidenses no está de acuerdo en que la economía haya mejorado, a pesar de los pronunciamientos oficiales. Según una encuesta de Redfield & Wilton Strategies, el 46 % de los estadounidenses cree que la economía está peor que en enero de 2021, cuando Trump dejó la Casa Blanca, en comparación con el 33 % que percibe que ha mejorado. El 15 % de los 1500 votantes encuestados el 15 de agosto dijo que la economía sigue siendo la misma, mientras que el 6 % dijo no saber.
Dicen que más de 100 mil globos cayeron al final de la Convención Nacional Demócrata aquel jueves por la noche en Chicago. Fue una victoria para una corredora de fondo que saliendo de atrás tomó el batón desde lo inesperado y llegó vencedora a la meta.
Pero ahora viene la parte más difícil. Los demócratas tienen dos desafíos fundamentales por delante. El primero es no cometer ningún error estratégico de aquí al 5 de noviembre; el segundo, lograr que los votantes acudan de manera masiva a las urnas. Si no logran ese arrastre, existe la posibilidad de la derrota. Vistas desde ahora, las elecciones podrían decidirse por un puñado de votos en ciertos distritos electorales de varios estados clave.
La campaña electoral tradicionalmente empieza después del Día del Trabajo, el 2 de septiembre. Y hay un debate presidencial programado para el dia 10 de ese mes, en el National Constitution Center de Filadelfia. Tim Walz y el candidato a vicepresidente por los republicanos, JD Vance, se verán las caras el 1ro de octubre en la ciudad de Nueva York.
La ex primera dama Michelle Obama lo advirtió en uno de los discursos más realistas y radicales de la Convención: “Michelle Obama les está pidiendo —no, les estoy diciendo a todos ustedes— que hagan algo”. Una delegada lo dijo de otra manera: “Creo que todos estamos viviendo con el trastorno de estrés postraumático de 2016 [la derrota de Hillary Clinton]. Incluso si sabemos que ella [Harris] es la candidata más calificada de la historia, si no salimos y nos aseguramos de que la gente se presente a votar, no podremos enfrentar la pesadilla que vendría. No podemos perder esta elección”.