La selección masculina absoluta es el reflejo del fútbol en cada país. De los resultados de esta depende la imagen que se tiene del balompié en cualquier nación. Me atrevería a asegurar en cada federación la estrategia a seguir está diseñada para que todo tribute a la escuadra mayor. Esta es un fin y no un medio.
Es una realidad que del estado de la selección mayor masculina depende, incluso, el nivel de implicación de la afición. Parece que si la selección va bien, la afición es feliz aunque lo demás sea un desastre. Y, por el contrario, cuando anda mal, da la sensación de que todo lo está, incluso si en otras disciplinas, ramas o categorías del mismo deporte se obtienen resultados.
Es esto último lo que parece estar sucediendo en el fútbol cubano. Hace apenas tres años este deporte logró sumar una masa considerable de aficionados con la apertura al llamado de los futbolistas emigrados. Sin embargo, la tendencia a la disolución del proyecto ha comenzado a generar hastío en la familia futbolera cubana. Y la más reciente convocatoria de la selección para la Liga de Naciones de CONCACAF continuó abriendo la herida.
Si bien el regreso de la estrella Onel Hernández despertó algo de atención, los focos del aficionado se centraron en las importantes ausencias de Luis Paradela, Willian Pozo y Cavafe, así como en la excesiva presencia de jugadores que a todas luces no están al nivel de una selección absoluta. Por una razón u otra, se nos hace difícil concretar una convocatoria con todos nuestros mejores elementos.
En nota publicada en JIT, la Asociación de Fútbol de Cuba esclarece que la ausencia de Paradela y Cavafe responde a situaciones de tipo personal presentadas por ambos. En el caso del central hispano-cubano, según la información a la que pudo acceder OnCuba, habría sido el propio jugador quien comunicó al cuerpo técnico no encontrarse en ritmo competitivo, toda vez que ha estado de agente libre en los últimos dos meses. Es algo perfectamente entendible.
Sin embargo, la baja del zaguero es especialmente sensible, pues continúa debilitando una zona del campo que se ha visto bastante lacerada en los últimos meses con la grave lesión de Yosel Piedra y la expulsión de Modesto Méndez y Jorge Luis Corrales por diferencias con el seleccionador.
Ha causado malestar en un sector considerable de la afición y crónica deportivas en la isla la no convocatoria de Willian Pozo por decisión técnica.
No es para menos. Si bien el arranque de temporada no había sido feliz para el extremo del Grorud IL en el fútbol noruego, con el paso de los días se ha ido adueñando de un puesto en la alineación titular de su equipo, marcando goles, repartiendo asistencias y siendo uno de los futbolistas cubanos que en mejor forma y ritmo se encuentran en este momento.
Fútbol cubano: La Liga de Naciones y el reto de la permanencia
Si tenemos en cuenta que Luis Paradela, también extremo y fijo en los esquemas del técnico Yunielys Castillo, no estará, se hace más difícil comprender el criterio manejado para que el habilidoso futbolista habanero quedara fuera de una convocatoria con tan bajos estándares de inclusión.
Fiel a las tendencias que han caracterizado su periplo por el banquillo de la absoluta cubana, Castillo incluyó hasta ocho jugadores de la última selección sub-20, que también bajo su mando consiguió la clasificación la Copa del Mundo de la categoría en el Premundial celebrado en México hace menos de un mes.
Durante el torneo, en conferencia de prensa, el estratega espirituano reconoció haber utilizado las convocatorias de la selección mayor para foguear a sus pupilos de la selección sub-20, práctica que al parecer no terminará tras conseguir el objetivo mundialista.
La estrategia, que sin duda influyó de forma positiva en el resultado de la Sub-20, por otra parte atenta directamente contra los objetivos de la absoluta, pues a la gran mayoría de estos jugadores aún no les alcanza el nivel para el rigor competitivo de una selección mayor.
Es una decisión desfavorable en todo sentido. Para la inclusión forzada de estos juveniles se debe sacrificar a jugadores mucho más formados, con mayor rodaje. Esto baja los estándares de calidad de la selección y le resta profundidad a la plantilla.
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Si el método en sí es cuestionable, hacerlo justo en el ciclo competitivo en que nos enfrentamos a las Eliminatorias Mundialistas más asequibles de la historia, coquetea con la negligencia. No sería de extrañar que estas inventivas estén generando malestar a lo interno de un vestuario que también tiene objetivos y desea competir por ellos.
Rendir en la selección sub-20 no asegura el mismo desempeño en la mayor, donde los jugadores deben enfrentarse a un nivel mucho más exigente, con rivales más trabajados técnica y tácticamente.
Tampoco fueron muy bien recibidas por la afición las convocatorias de los jóvenes Diego Catasus y Reydel Sánchez, quienes juegan en divisiones de menor competitividad en el fútbol de Italia y España respectivamente.
Si miramos todo el tapiz, se está sacrificando el presente por el futuro, precisamente en un deporte en el que la mayor oportunidad de nuestra historia está en la actualidad, y difícilmente se repita. Se están sacrificando los objetivos de la selección mayor por potenciar a la sub-20.
La cara visible del fútbol de un país es la absoluta. Son los resultados de esta los que determinan el nivel de implicación de la afición. Alejarse de ese camino ha disipado considerablemente la creciente pasión por el fútbol cubano que comenzó a generalizarse en la isla con el llamado de los legionarios en 2021.
Está en las manos de Yunielys Castillo y la Asociación de Fútbol de Cuba hacer que el río vuelva a su cauce; reorientar el timón del barco del nuestro balompié y retomar las prioridades tradicionales. No es complicado. Es, simplemente, cuestión de voluntad.