En la decoración predomina el azul. Hace evocar el mar que falta en Buenos Aires, mientras un rico aroma de café invita a cruzar el umbral de la entrada. Al ingresar, Rey Gilbert, dueño y barista del local, recibe con una sonrisa y un cordial “buenos días”. En un país como Argentina, donde el mate domina, este cubano, contra viento y marea, decidió en 2018 abrir un café. Lo bautizó “Malecón”.
“No tenés el mar, pero tenés café en El Malecón; que es casi igual. Subite a la ola, venite al Malecón”, reza el eslogan del espacio, como si fuera la letra de un son cubano con acento porteño.
Rey me recibió sin saber que también yo era de la isla. Al presentarme, el habanero de 35 años me preparó un auténtico café cubano: corto y fuerte, como debe ser. Entre el constante trasiego de clientes, mientras atendía con diligencia, nos pusimos a conversar; tal como si estuviéramos sentados en el Malecón de La Habana, compartiendo historias, risas y aromas que nos devolvían, aunque brevemente, a nuestra tierra.
Siempre tuvo claro que, en algún momento de su vida, fundaría su propio negocio. Se graduó como mecánico naval en La Habana; pero se reconvirtió en mecánico automotriz “porque en Cuba ya no se construían barcos”, dice.
¿Por qué un café y no un taller de mecánica?, fue mi primera pregunta. Sonriendo, me contó: “Tengo muy presente el olor a café recién colado en casa de mi abuela. Es un aroma que me acompaña desde pequeño”.
Con esa identidad a flor de piel en 2015 se estableció en Argentina con su esposa y dos hijos. Un día vio que alquilaban un pequeño local cerca de donde vivía. En el reducido espacio que otros quizá habrían descartado, Rey vislumbró un negocio.
El inmueble, rodeado de comercios de diferentes rubros, está situado en una cuadra flanqueada por una parada de tren y otra de metro, en el popular barrio de Chacarita. Es una zona con un flujo de transeúntes constante: Rey vio la oportunidad. Pero no quería hacer un café común y al paso; así que decidió marcar la diferencia y se dedicó a estudiar a fondo la industria del café, desde la producción hasta la preparación. Así nació Café Malecón, un café de especialidad.
“Nací y me crié en Centro Habana, en la calle Virtudes, entre Perseverancia y Lealtad, muy cerca del Malecón. Desde pequeño iba con mi familia por las tardes a sentarnos allí. De adolescente, después de la escuela, me iba a bañar con mis amigos, y cuando tuve mi primera cita ¿a dónde fui?: al Malecón. Ese muro abarca mi historia de vida”.
Buenos Aires es una ciudad famosa en el mundo por sus cafés y sus bares, desde que se popularizaron a finales del siglo XVIII. Durante los años 50, estos locales florecieron en lugares icónicos como la calle Corrientes y la Avenida de Mayo; se convirtieron en refugio de artistas y escritores, como Jorge Luis Borges. Estos espacios han perdurado y han sabido mantener su encanto con muebles de madera oscura, mesas de mármol, sillas Thonet, antiguos espejos, y vitrinas llenas de objetos históricos.
Rey decidió sumarse a la tradición, pero con marca cubana. Logró armar algo distintivo y moderno sin salirse de la estética de los cafés que llenan la ciudad; como el gran Rolando Laserie, cuando desembarcó en Buenos Aires, a principios de los 60 y “borelizó” algunos tangos clásicos, a los que dio un giro innovador.
Rey ha perfeccionado el arte de preparar un buen café latte. Dejó atrás la rudeza de su anterior trabajo como mecánico automotriz para convertirse en un barista con todas las letras. Puede vérsele mientras, con maestría, añade leche vaporizada y un toque artístico sobre la superficie de “la droga negra”, creando arte latte: corazones o la famosa rosetta.
La carta es variada: expreso, americano, con leche, cappuccino, mocaccino, latte caramel, latte vainilla y latte avellana. Pero las especialidades de la casa son dos: el “café Malecón”, preparado con una salsa de dulce de leche, y “La coladita”, un expreso pequeño, fuerte y dulce “cómo lo hacía mi abuela”, asegura.
En Malecón también venden café para llevar, tanto en grano como molido. Ofrece una variedad de cafés importados desde Colombia, Brasil o Nicaragua. De Cuba el preferido de Rey es el Serrano y, aunque tiene algunas reservas para momentos especiales, le gustaría disponer de más, “pero el proceso de importación resulta complicado”, lamenta.
En este barrio en constante evolución y crecimiento gastronómico, ya se escucha en el boca a boca la frase “vamos a tomar un café al Malecón”; una frase que llena de orgullo al joven cubano que trajo un pedacito de la isla a Buenos Aires.