Julio Frandín es un santiaguero apasionado de la Aplanadora, los Yankees y Ted Williams. Nos conocimos en algún momento de 2016 o 2017 en uno de esos debates candentes de las redes sociales, y cuando comenzamos a hablar me impresionó su devoción y conocimiento de los números y la historia del béisbol; lo mismo se sacaba una carta de Cy Young, Babe Ruth o Lou Gehrig que otra de Mark McGwire, Ken Griffey Jr. o Randy Johnson.
En octubre de 2017, Frandín me recibió en Ormstown, un pequeño pueblo al suroeste de Montreal, Canadá, adonde fui a trabajar en el Campeonato Mundial de gimnasia artística. Mi estancia allí coincidió con la postemporada de Grandes Ligas y nos dimos banquete siguiendo los partidos de los Yankees, que parecían envalentonados y al final terminaron perdiendo en la Serie de Campeonato contra los Astros de José Altuve y compañía.
Desde entonces, hemos conversado durante horas, siempre con el béisbol y su infinidad de récords y sucesos como eje central. Cada vez que me llama, incluso antes de contestar, ya sé que algo importante sucedió en algún diamante.
Frandín tiene una manera peculiar de arrancar las tertulias, igual cada vez: “¿Qué le pasa a fulano?”, me dice, como para dejar claro que un jugador ha logrado algo fuera de lo normal. Este jueves, cuando me llamó a las 9 y 4 minutos de la noche, su saludo no fue diferente.
“¿Qué le pasa a Ohtani?”, me soltó, y por un momento no supe qué responderle, porque el japonés es realmente de otra galaxia, capaz de lo imposible. Además, me tomó por sorpresa, pues no estaba siguiendo la jornada de MLB y no tenía ni idea del espectáculo que Shohei se había montado en loanDepot park de Miami.
“Seis jits, 3 jonrones, 10 empujadas, 2 bases robadas. ¡Llegó el 50-50!”, me dijo en estado de puro éxtasis, casi tan emocionado como cuando Aaron Judge impuso hace 2 años el récord de más jonrones (62) para un jugador de la Liga Americana, destrozando la marca que estaba en poder Roger Maris desde 1961.
Su reacción es poco común entre los fanáticos de los Yankees cuando hablan sobre un pelotero de los Dodgers, pero Frandín entiende la magnitud de los hechos: jamás un jugador había logrado múltiples estafas en un partido de 6 imparables, 3 bambinazos y 10 impulsadas.
“Este tiene que ser el mejor partido de béisbol de todos los tiempos. Tiene que ser así. No hay manera. Es ridículo. Nunca he visto a nadie hacer eso, ni siquiera en las Pequeñas Ligas. Es una locura que esté haciendo eso al más alto nivel. Creo que todos aquí sabemos que estamos presenciando al mejor jugador que jamás haya jugado este deporte”, aseguró Gavin Lux, uno de los compañeros del fenómeno japonés en los Dodgers.
Pero el impacto de Ohtani va más allá de filias y rivalidades, justo como demuestran las palabras de Skip Schumaker, mentor de los Marlins: “Está haciendo cosas que nunca antes había visto en el juego. Y si tiene un par más de estos años pico, podría ser el mejor en jugar este deporte”.
El timonel experimentó este jueves esa extraña sensación de sufrimiento por la paliza que recibió su equipo mezclada con la satisfacción de ver en primera fila el show de Ohtani, quien ha quebrado todas las fronteras para convertirse en un símbolo del béisbol, un estandarte para todos los fanáticos. En Miami, los poco más de 15 mil aficionados que llegaron al feudo de los Marlins se levantaron en pleno para ovacionar al japonés, quien se convirtió en el primer pelotero de la historia con una temporada de 50 jonrones y 50 bases robadas, justo en el mismo escenario donde ponchó a Mike Trout para coronar a Japón en el Clásico Mundial de 2023.
Su conteo antes del primer lanzamiento de Edwin Cabrera comenzó con 49 estafas y 48 cuadrangulares, pero después de las 3 de la tarde en el loanDepot park sus números se dispararon hasta llegar a los 51 robos y los 51 batazos más allá de las cercas. Tan maravilloso era todo que algunos comentaristas se atrevieron a retarlo para el 60-60, según pude escuchar después en los resúmenes del duelo, una paliza 20-4 de los Dodgers sobre los Marlins.
En cualquier otra jornada, este hubiera sido un juego trascendente para los cubanos, pues el novato pinareño Andy Pagés remolcó y anotó tres carreras en un mismo encuentro por primera vez desde su debut en Las Mayores. Sin embargo, todos los reflectores se los robó Ohtani, que ha llevado a su máxima expresión esa combinación de poder y velocidad tan demandada y venerada en los círculos del deporte de las bolas y los strikes en Estados Unidos.
Esta furia podría decirse que comenzó entre 1956 y 1957, cuando Willie Mays (New York Giants) logró dos temporadas consecutivas con 30+ jonrones y 30+ bases robadas. Hasta entonces, ese era un suceso raro en MLB, de hecho, antes solo lo había logrado Ken Williams (St. Louis Browns) en 1922. Lo curioso es que después de Mays tampoco se convirtió en costumbre, pues en 30 años solo 4 peloteros (Hank Aaron, Tommy Harper, Dale Murphy y Bobby Bonds) consiguieron sumarse al club del 30-30.
Esto nos da la medida de lo complicado que siempre ha sido combinar el bateo de fuerza con la inteligencia, agilidad y explosividad que se requiere para robar bases, aunque a medida que ha pasado el tiempo y el juego ha evolucionado hemos encontrado más jugadores capaces de destacar en ambos roles.
En 1987, por ejemplo, se vivió una explosión cuando 4 hombres (Joe Carter, Eric Davis, Howard Johnson y Darryl Strawberry) lograron el 30-30 en una misma temporada, preámbulo de la primera campaña de 40-40 que en 1988 protagonizó el cubano José Canseco.
Precisamente, el polémico slugger, natural de Regla, fue uno de los primeros en felicitar a Ohtani este jueves cuando certificó el tan ansiado 50-50. “Hace más de 35 años cree el club 40-40. Shohei Ohtani creó el club 50-50 esta noche. Congratulaciones para él”, escribió Canseco, uno de los pioneros en este tan exclusivo estilo de poder y velocidad.
Tras el antillano, solo Barry Bonds (1996), Alex Rodríguez (1998), Alfonso Soriano (2006) y Ronald Acuña Jr. (2023) se apuntaron al 40-40, aunque es válido destacar que en otras 53 ocasiones se consiguieron temporadas de 30-30 desde 1988 hasta el presente año.
Justamente, el despliegue de Acuña Jr. (41 jonrones y 73 robos) el pasado curso dejó latente la posibilidad de que alguien asaltara el 50-50 más temprano que tarde y Ohtani no perdió tiempo. En solo 126 partidos llegó al 40-40, una confirmación de que podía romper la siguiente barrera, aprovechando esta temporada alejado del montículo por estar recuperándose de una cirugía Tommy John en su brazo de lanzar.
“Si soy honesto, era algo que quería superar lo antes posible (…) Estoy feliz, aliviado y muy respetuoso con mis compañeros y con todos los que vinieron antes y jugaron este deporte”, precisó Ohtani, quien este curso el japonés decidió explotar su velocidad y al final empujó los límites de lo posible un poco más allá, hasta un territorio nunca antes visto en la historia centenaria del béisbol estadounidense.
Para tener una idea de lo grandioso de su éxito, un total de 32 peloteros habían conectado al menos 50 vuelacercas en una temporada, y de ellos ninguno llegó ni siquiera a 30 robos (los que más acumularon fueron Willie Mays y Alex Rodríguez con 24). Y a la inversa, 216 peloteros habían estafado más de 50 bases en una campaña, y de ellos solo 3 superaron los 30 jonrones: Eric Davis (37 en 1987), Barry Bonds (33 en 1990) y el mencionado caso de Acuña Jr. en 2023.
Esto rompe con toda lógica y nos coloca de frente a una nueva era, la de “Showtime”, la del marciano, la del unicornio, como muchos se han atrevido a llamarle Shohei, un beisbolista único en su clase y con la suficiente capacidad para subir todavía más su nivel. Por eso, estoy seguro de que, quizás hoy, mañana o pasado, nos va a sorprender con otra barbaridad en el diamante y entonces mi amigo Frandín me volverá a llamar para decirme: “¿Qué le pasa a Ohtani?”.