El republicano J.D. Vance y el demócrata Tim Walz se enfrentaron el martes en el único debate vicepresidencial de las elecciones de 2024. El evento, cobijado por la CBS News en Nueva York, ofreció a ambos la oportunidad de presentarse y cumplir con el papel tradicional de un compañero de fórmula: la defensa de las políticas futuras de los candidatos respectivos.
El debate se desarrolló poco después de estallar un nuevo foco de tensiones en el Medio Oriente, y cuando los estadounidenses en los estados del sur están lidiando con las consecuencias del huracán Helene e incluso en medio de una huelga portuaria. Y en un escenario electoral en el que Kamala Harris y Donald Trump se ven enfrascados en una carrera cuello a cuello, con numerosos altibajos, es en los siete swing states donde se va a decidir el ganador.
El republicano llegó al evento con dos colas largas: la primera, una fama bien ganada de ser la persona menos popular en la foto de los anuncios televisivos y uno de los candidatos a vicepresidente menos populares de la historia, más impopular incluso que su correligionaria Sarah Palin.
La segunda, estar vinculado a posiciones de ultraderecha bastante impopulares en temas como género, inmigración y derechos reproductivos. Kevin Roberts, el presidente de la Heritage Foundation (el think tank alineado con MAGA y uno de los autores intelectuales del Proyecto 2025) ha calificado al senador como “uno de los líderes, si no el líder, de nuestro movimiento“. Vance ha sido ciertamente un entusiasta partidario de una de las ideas de ese Proyecto: el despido masivo de empleados federales y su reemplazo por incondicionales ideológicos del trumpismo.
Considerando esas coordenadas, la primera tarea de sus asesores para este debate estuvo enfilada a tratar de modular una imagen más bien alternativa respecto a Trump. Sin embargo, al final no pudo impedir la emergencia de las mismas mentiras del tambor mayor, incluidas las de patas más cortas.
Antes del evento, la mayoría de los votantes quería oír hablar sobre dos problemas: economía e inmigración. En efecto, una encuesta de CBS/YouGov encontró que, específicamente, les interesaba que se debatieran las políticas económicas y migratorias, dos de los principales temas electorales de este ciclo. Y que tenían poco deseo de ver llover sobre mojado; es decir, estaban saturados de escuchar historias sobre la vida personal y familiar de ambos candidatos. O comparaciones de sus respectivas ejecutorias militares.
Dos puntos del debate
Siguiendo los derroteros de esa y otras encuestas, el tema económico fue uno de los primeros en salir a flote. Según lo esperable, Vance se dedicó a tocar donde más duele: los bolsillos de los votantes. Y lo hizo mediante una operación convencional de pendulum swing. ”Necesitamos averiguar cómo resolver la inflación causada por las políticas de Kamala Harris”, dijo sin el menor pudor y a contrapelo de estudios según los cuales la inflación se disparó en medio de los confinamientos provocados por la pandemia, que condujeron a una escasez de productos en la cadena de suministros, y se vio exacerbada por la invasión a Ucrania. El hecho de que se desplegara a nivel mundial es una señal de que estaban en juego factores externos, que son ignorados por la retórica oposicionista.
Correlativamente, el mensaje del candidato republicano a los televidentes —y no en la entrelínea— se dirigió a reforzar la idea de que la Administración Trump había abandonado el poder dejando la economía en el mejor de los mundos posibles, un mantra que ha tenido y tiene sus efectos sobre segmentos no depreciables del electorado, más allá del hecho de que “cuando el presidente Obama asumió el cargo en 2009, heredó una economía en picada, con enormes déficits, costos prohibitivos en la atención médica, disminución del empleo y los mercados bancarios y de viviendas al borde del colapso”.
En el tema inmigratorio, Harris devino, de nuevo, en chivo expiatorio, como también era de esperarse: había llegado el turno de aplicar una etiqueta clásica: “la zarina de la frontera”. “Lo único que hizo cuando se convirtió en vicepresidenta, cuando se convirtió en la zarina de la frontera, fue deshacer 94 acciones ejecutivas de Donald Trump que abrieron la frontera”, dijo repitiendo otro ideologema.
En todo caso, el calificativo le correspondería al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, no a la vicepresidenta de Estados Unidos. Vance se dedicó a manipular, como hacen los otros, el hecho de que el presidente le asignara Harris estar al frente de la diplomacia con El Salvador, Guatemala y Honduras en un intento por abordar las condiciones que impulsan a sus ciudadanos a emigrar a Estados Unidos.
Acudió entonces a un segundo chivo expiatorio al culpar a los inmigrantes indocumentados de los altos precios de la vivienda, la violencia con armas de fuego, el fentanilo y los salarios más bajos de los trabajadores estadounidenses. Más de lo mismo. Pero en este punto los asesores se dirigieron a tratar de suavizar dos de las críticas más gruesas a la agenda trumpista, si la hay. Y Vance se dedicó a restarle importancia a la tantas veces anunciada deportación más grande en la historia de Estados Unidos.
Por su parte, Walz mencionó el proyecto de ley bipartidista sobre la frontera, rechazado en el Congreso gracias al cabildeo de Trump, y enfatizó la necesidad de financiamiento y cooperación del Congreso para asegurar la frontera y aprobar la política de inmigración. Cuando se le preguntó a su oponente si estaba de acuerdo en que el Congreso necesitaba los fondos para apoyar esos cambios en la frontera, se puso coloquial. Y respondió: “Es una vergüenza, Tim, y creo que estoy de acuerdo contigo. Creo que tú quieres resolver este problema, pero no creo que Kamala Harris lo quiera”, dijo.
Pero así y todo no pudo dejar de acudir a cifras falsas: “Tenemos entre 20 y 25 millones de inmigrantes ilegales que están aquí en el país”, dijo. “Durante la Administración Biden”, comenta un periodista especializado en el tema, “los funcionarios de inmigración se han encontrado con inmigrantes que cruzan ilegalmente la frontera de Estados Unidos alrededor de 10 millones de veces. Si se tienen en cuenta los ‘fugitivos’ —personas que no son detenidas por los funcionarios fronterizos—, la cifra asciende a unos 11,6 millones.
Walz y Vance protagonizan un debate cordial y con críticas a los jefes rivales
Y agrega: “El Departamento de Seguridad Nacional estima que alrededor de 4,2 millones de encuentros han dado lugar a expulsiones o deportaciones. Alrededor de 3,9 millones de personas han sido liberadas para esperar audiencias en tribunales de inmigración bajo la administración Biden, según muestran los datos del Departamento de Seguridad Nacional”.
Vance evadió la “papa caliente” acerca de si apoyaría la separación de niños de sus padres en la frontera sur, refugiándose en el flip-flop: “Mi punto es que ya tenemos separaciones masivas de niños gracias a la frontera abierta de Kamala Harris”, dijo.
Pero, sin duda, uno de los momentos más grotescos fue la manera en que abordó el tema Trump, la democracia y la conspiración contra los poderes de Estados Unidos.
“Mira, Tim, en primer lugar, es realmente gracioso que los líderes demócratas digan que Donald Trump es una amenaza para la democracia cuando entregó pacíficamente el poder el 20 de enero, como lo hemos hecho durante 250 años en este país”, dijo, afirmación que pasa por alto que, si bien Trump no tuvo más alternativa que abandonar el cargo el cargo el 20 de enero de 2021, había incitado en cambio a que sus fanáticos irrumpieran en el Capitolio el 6 de enero. Los mandó a luchar como el infierno para recuperar su país. Y ya se sabe que las palabras no caen en el vacío.
Informe: Participantes en la asonada del Capitolio fueron incitados por Donald Trump
Aunque Trump y los miembros de su credo sigan afirmando que los procedimientos del Congreso del 6 de enero para certificar los resultados del Colegio Electoral fueron “pacíficos”, lo cierto es que el motín resultó en unos 150 agentes de policía federales, y locales, heridos, varias muertes y 1,5 millones de dólares en daños.
En otro tema sensible, el derecho al aborto, afirmar que el Partido Republicano necesita recuperar la confianza de los estadounidenses no es sino un reconocimiento de facto de la brecha de género en la popularidad de Trump, que se percibe con claridad en las encuestas. Lo dijo, sin embargo, un individuo que apoyó una prohibición nacional del derecho al aborto después de las primeras semanas de embarazo. De eso hay registro público.
Finalmente, tiró algunas piruetas adicionales en el escenario. “¿Perdió Trump las elecciones de 2020?”, le preguntó su oponente. “Tim, estoy concentrado en el futuro”, respondió. Walz le ripostó: “Esa es una no respuesta condenatoria”.
En definitiva, J.D. Vance intentó moderar la retórica de Trump en temas como la economía, la inmigración y el aborto, entre otros. Sus asesores trabajaron sobre la base de trascender su condición de sabueso y, sobre todo, trataron de construir una imagen más horizontal y humana que la de su jefe. Esa actuación más moderada tiene, sin embargo, un posible riesgo: alienarse al fundamentalismo de los efectivos de MAGA.
“Lo sorprendente de este debate es lo relativamente normal que resulta, al igual que el debate Pence-Harris de hace cuatro años y el de Pence-Tim Kaine de cuatro años antes. Los debates en los que participa Trump no se parecen a nada en la historia política moderna de Estados Unidos”, escribió la periodista Maggie Haberman, de The New York Times.
Lo anterior se debe al hecho de que el debate entre los candidatos a vicepresidente estuvo centrado en políticas, algo prácticamente imposible de lograr tratándose de Donald Trump.
Las encuestas instantáneas arrojaron que tendrá poca influencia en la carrera hacia la Casa Blanca. Y que Walz y Vance estaban esencialmente empatados en cuanto a quién había ganado.
El senador de Ohio “demostró ser una versión más suave y centrada en las políticas de Trump” al exponer sus argumentos, dijo el Huffpost, “sin la furia hirviente de Trump, su lenguaje divisivo y racista y su narcisismo incontrolable. Pero al mismo tiempo, mintió tanto como Trump”.
“J.D. Vance se mostró tranquilo y disciplinado en el escenario del debate, incluso cuando defendió cosas locas y peligrosas”, dijo Adam Green, cofundador del Comité de Campaña de Cambio Progresista. Y concluyó: “El debate de esta noche es un recordatorio para todos los demócratas: Trump podría ganar”. De ahí salió con la fama, según CNN, de ser “un comunicador increíblemente efectivo”.
De ocurrir, se habrá ratificado la maldición de Leslie Janka sobre estos eventos, en los que fácilmente la sustancia queda desplazada por las maneras y la imagen.