El 13 de mayo de 1939 sale de Hamburgo, Alemania, el buque St. Louis con destino a Cuba. A bordo lleva 937 pasajeros, en su mayoría judíos, que pretendían escapar de lo que luego se llamaría el Holocausto nazi.
El Gobierno cubano, que en un inicio había extendido permisos para desembarcar a los refugiados, se retractó en el último momento, e impidió el arribo de estos por el puerto de La Habana.
Alrededor de este hecho se tejió, como era usual, la telaraña de la corrupción, pues políticos y funcionarios pretendieron extorsionar a los viajeros, exigiendo ingentes cantidades de dinero a cambio de los documentos para la internación en la isla. Era presidente por entonces Federico Laredo Brú, quien sería sucedido por Fulgencio Batista el 10 de octubre de 1940.
El Comité Conjunto para la Distribución de los Judíos intentó, desde Estados Unidos, negociar con Laredo. Pero sus esfuerzos resultaron infructuosos. El St. Louis fue conminado a abandonar el litoral habanero. El Gobierno estadounidense, con Franklin D. Roosevelt a la cabeza, también se negó a recibir a los judíos, quienes se vieron obligados a regresar a Europa, donde Gran Bretaña, Bélgica, Holanda y Francia tomaron a su cargo a un grupo de viajeros. De los 937 pasajeros del St. Louis, 683 lograron escapar de las garras fascistas; 254 terminaron siendo asesinados por las hordas de Hitler. Esas muertes fueron consecuencia directa de la nula humanidad de los ambiciosos funcionarios cubanos que trataron el asunto.
En el St. Louis viajaban dos niñas judías alemanas, solas, a cargo del capitán. Su padre las esperaba en La Habana. Había hecho los “amarres” necesarios para que les permitieran pisar tierra cubana. Pero allí donde decía “digo” lean “diego”, y la solución del asunto no iba a ser tan fácil. Los avatares para que esto se materializara, así como los incidentes durante la travesía sirvieron al novelista Daniel Kehelmann (Múnich, 1975) para la creación del texto teatral El viaje de los perdidos, pieza que, con versión de Agniezka Hernández, y dirección escénica de Miguel Abreu, toma Ludi Teatro para su más reciente puesta1.
Los espectáculos de LT tienen como características generales la mezcla de géneros y la ejecución de la música en vivo. Y esta vez no es la excepción. Realismo, farsa, comedia, melodrama se mezclan en un ambiente, si bien carnavalesco, no por ello menos ensombrecido por el destino incierto de las niñas.
Las hermanas Renata y Evelyn (Frank Normand y Tomás Agüero, en la función del sábado 28 de septiembre), ajenas a la compleja situación a la que han de enfrentarse, disfrutan la travesía, juegan, fantasean con el próximo reencuentro con el padre. Para el capitán (Luis Ángel León), entregar las chicas sanas y salvas en el punto de destino es una cuestión de honor. Por eso se bate con las corruptas “autoridades” cubanas; trata de esgrimir el valor de la palabra empeñada ante unos personajes que no distinguen otro lenguaje que el que producen el rozar de los billetes y el tintinear de las monedas, obtenidos de forma dolosa y violenta.
Ante los espectadores desfila una galería de personajes siniestros, entre los que se cuenta Laredo Brú (Evelio Ferrer), quien se pierde en la retórica de la politiquería. Él quisiera, pero las circunstancias no son propicias para aceptar a esos emigrantes, etc.
En la puesta, trepidante por momentos, una actriz acapara la atención: Sindy Rosario, quien tiene a su cargo los papeles del Fotógrafo, Benítez, Clasing y Berenson. Es brillante, versátil, con gran capacidad de expresión corporal, cuidadosa a la hora de perfilar cada uno de los caracteres que le son encomendados. Todo eso bajo la mirada de Miguel Abreu, que muestra, una vez más, pericia en la conducción de actores y capacidad para hacer de un tema doloroso un espectáculo que se goza a cada momento.
¿Lograron finalmente Renata y Evelyn encontrarse con su padre? No le diré. Vaya y mire la obra. Es un espectáculo memorable. No va a arrepentirse.
El tema del Holocausto ha sido abordado anteriormente por LT en obras como Bosques (2018), de Wajdi Mouaward; El vacío en las palabras (2019), de Maikel Rodríguez; y El diario de Ana Frank, apnea del tiempo (2022), de Agniezka Hernández. Una de las peculiaridades de El viaje de los perdidos es que entrecruza ese suceso aberrante que fue (y pugna nuevamente por ser) el fascismo, con jirones de la historia más esperpéntica de Cuba.
La historia de la relación de los judíos y el archipiélago cubano es tan antigua como la llegada al Nuevo Mundo. Se señala que el 27 de octubre de 1492 al menos tres marranos2 viajaron junto con Cristóbal Colón: Luis de Torres, Juan de Cabrera y Rodrigo de Triana, a quien se le atribuye el grito de ¡tierra! con que dio comienzo el proceso de colonización de estos territorios.
Qué: El viaje de los perdidos, obra de Daniel Kehelmann, en versión de Agniezka Hernández
Dónde: Ludi Teatro, Calle I e/ 9 y 11, El Vedado
Cuándo: Todos los viernes y sábados de octubre a las 5:00 p.m.
Cuánto: 50 CUP, entrada general
Notas
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Se han consultado para la confección de esta nota la Enciclopedia del Holocausto y la página Web del Patronato de la Casa de Comunidad Hebrea de Cuba.
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Judíos que habían negado su fe y se convirtieron al catolicismo para preservar sus vidas.