De lo que más les duele a los perdedores de estas elecciones, y con razón, no es la derrota misma, sino el hecho de que Trump arrasara en los siete estados clave y se convirtiera en el primer presidente republicano en veinte años en ganar el voto popular. Hay otro dato: los votantes movieron el péndulo a la derecha, incluso en ciertos bastiones demográficos y geográficos que se pensaban demócratas sólidos. Los republicanos controlan el Senado y les faltan apenas cuatro asientos para lograr lo mismo en la Cámara.
Para entender las razones de este cambio —inesperado, pero ciertamente no imposible—, hay por lo menos tres factores principales. Ahora que las cosas se empiezan a decantar y a salir nuevos datos a la luz pública.
Es la economía…
En primerísimo lugar, está la economía, y en específico la inflación, un mensaje reflejado en muchísimas encuestas. Los votantes marcaban este punto como un leitmotiv que terminaría funcionando como la espada de Damocles. Los asesores de Kamala Harris apuntaban datos ciertos en esta área, pero insuficientes para cambiar el cuadro adverso —por ejemplo, el crecimiento constante del PIB y la baja tasa de desempleo bajo el presidente Biden.
A la hora de los hornos las urnas decidieron no escucharlos y contrarrestar ese discurso con sus experiencias personales al salir de los supermercados y tocarse bolsillos y carteras. “Vieron que eso se reflejaba en la inflación, en precios más altos en el supermercado y, durante un largo período, en las gasolineras”, dijo recientemente un analista. “La inflación ha sido tan contagiosa como la pandemia que la desencadenó”, sentenció otro.
Una votante, por su parte, lo dijo alto y claro: “Los últimos cuatro años fueron terribles. Las tasas de interés de las tarjetas de crédito aumentaron, la factura de la electricidad aumentó, la del gas aumentó. La televisión y el cable aumentaron. Sé que todas mis facturas aumentaron. Espero que Trump reduzca las tasas de interés de las tarjetas de crédito y elimine los impuestos sobre las propinas con tarjeta de crédito. Tal vez eso ayude un poco. Esas cosas tal vez él pueda hacerlas Y espero que lo haga“.
El desgaste del discurso antiTrump
La mayoría de los estadounidenses han elegido como líder a un hombre que tiene encima dos juicios políticos, el asalto al Capitolio del 6 de enero, 34 condenas por delitos graves y una violación, lo cual normalmente habría podido causar el ocaso de cualquier político.
En la derrota operó una validación social del discurso oposicionista contra el establishment demócrata. Por un lado, las bases de Trump nunca abandonaron al caudillo, ni en los peores momentos. “Esta fue la base que absorbió, repitió y creyó su narrativa de que estos eran procesos políticos por naturaleza”, concluye un experto.
Por otro, el hecho fue más allá de esas bases. Poco menos de la mitad de los republicanos inscritos se identifican con el movimiento MAGA. Pero desde antes de las elecciones estaban ahí las trazas indicando lo que podría ocurrir. Casi dos tercios de los republicanos habían expresado y reiterado, una y otra vez, su creencia de que las elecciones de 2020 habían sido fraudulentas, a pesar de carecer de todo fundamento. “Y eso completó una narrativa en todas partes en las que [Trump] nunca vio erosión alguna de esa base”, dijo un analista.
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En ese desgaste también están incluidos los votos de castigo de personas no necesariamente proTrump. Apostaron a que con el magnate en el poder, la economía irá mejor, otro espejismo. Después de todo, decían, es un empresario que conoce el mundo de los negocios…
El gap de género y los derechos reproductivos
El gap de género prometía ser uno de los temas trascendentales de estos comicios. Con el derecho al aborto identificado como uno de los principales temas de los votantes, más la misoginia de Donald Trump y una mujer afroamericana en la boleta, Harris y su equipo se figuraron que las mujeres los apoyarían en masa para derrotarlo. No fue así.
Una revisión sumaria del final arrojaría que las mujeres, en efecto, votaron por Harris, pero por márgenes más pequeños que sus predecesores demócratas. En 2016 Hillary Clinton ganó en este grupo por 13 puntos, y Joe Biden por 15 en 2020. Kamala Harris estuvo por debajo: solo 10 puntos.
En cuanto a las mujeres blancas, estas siguieron apostando por un republicano. El martes 5 de noviembre una vez más votaron por Trump, como lo hicieron en 2016 y 2020. Sin embargo, Harris hizo avances en este segmento poblacional al perderlas por solo 5 puntos (en 2020 se inclinaron por Trump por 11 puntos de diferencia).
Hay otros datos interesantes. Las mujeres de entre 18 y 29 años prefirieron a Kamala Harris 58 % vs. 40 %. Sus pares masculinos eligieron a Trump un 56 % vs. 42%.
“Nos estamos involucrando demasiado en cuestiones sociales elevadas”, declaró hace poco la congresista demócrata Susan Wild. “Y estoy segura de que alguien que esté viendo esto está pensando: ‘¿Cuestiones sociales elevadas?’ Los derechos reproductivos de las mujeres no son solo una cuestión social elevada’. Con eso quiero decir que si estás luchando por pagar el alquiler o por alimentar a tus hijos, no tienes el privilegio de pensar en cosas como los derechos LGBTQ. A menos que tengas a alguien en tu propia familia que se vea afectado personalmente, no puedes darte el lujo de pensar en los derechos reproductivos”.
El paisaje de hoy
Los inmigrantes y sus grupos defensores están tomando medidas ante la promesa de deportar a millones de personas. Los miembros del círculo interno de Trump, y de más allá, están discutiendo opciones para implementar detenciones y deportaciones. Como informa CNN, la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos está consiguiendo dinero y abogados para ir contra lo que denominan “políticas de inmigración viciosas, malévolas, crueles y despiadadas”.
“No se equivoquen —dijeron—, las deportaciones masivas dañarán a millones de personas que están en la mira de Donald Trump, a las familias y comunidades de las que forman parte. Arrancarán a los padres de sus hijos, destruirán empresas y medios de vida, y devastarán el tejido de nuestra nación y nuestra economía”.
“Nos hemos estado preparando para un segundo mandato de Trump durante casi un año, con un enfoque en las políticas más draconianas posibles, incluida la amenaza de utilizar al ejército para la deportación, lo cual es absolutamente ilegal”, dijo por su parte Lee Gelernt, un abogado de la ACLU que defendió muchos de los casos más destacados durante el primer mandato del neoyorkino.
El Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes dijo estar listo. “Continuaremos nuestro trabajo de brindar representación legal crítica a inmigrantes y refugiados, luchando por mantener unidas a las familias, defendiendo el acceso al asilo y abogando por el fin de la detención arbitraria y la deportación injusta”, aseguró Mary Meg McCarthy, su directora ejecutiva.
En Hitler’s True Believers: How Ordinary People Became Nazis (Oxford University Press, 2020), el historiador Robert Gellately argumenta que la decepción y la rabia por la derrota de la Primera Guerra Mundial y el tratado de paz de 1919, combinados con los efectos de la Gran Depresión, determinaron que el atractivo de Hitler y de su partido político fuera cada vez mayor a principios de la década de los 30. Cantidades crecientes de alemanes optaron por votar por el Partido Nazi hasta llegar a convertirlo en un partido popular.
Por estos días a menudo se oye decir que los demócratas están desfasados y son incapaces de mover a los votantes. Podría ser. Pero lo que les queda a partir de ahora es apostar por el efecto negativo de las políticas trumpistas a mediano o largo plazo, empezando por las deportaciones.
El cambio tiene que venir de abajo y dependerá, entre otras cosas, de los niveles de afectaciones y resistencias. Pero algo parece seguro: para los demócratas no será, como se dice en inglés, comerse un pedazo de cake. Lo acaba de escribir un analista:
En medio de sus lamentos, los demócratas se preguntan: ¿Cómo eligió nuestro país a Donald Trump? Pero la pregunta que deberían hacerse es: ¿Por qué tanta gente rechazó al Partido Demócrata? Parece que el Partido Demócrata no hace reflexión alguna sobre sí mismo a la hora de explicar por qué su mensaje —o su mensajero— no tuvo eco entre los votantes. No se puede hacer una corrección de rumbo a menos que los demócratas comiencen a escuchar a los votantes y cambien la forma como les hablan.